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domingo, 18 de octubre de 2009

Apoyo para la Homilía y la Reflexión Personal: XXIX Domingo del T.O. (Marcos 10,35-45) - Ciclo B

Por José Enrique Ruiz de Galarreta, S.J.
Las ambiciones de los discípulos

T E M A S Y C O N T E X T O S
EL TEXTO DE "ISAÍAS".

Conocemos de sobra por varios otros domingos este "segundo" (o tercer) Isaías, y su anuncio del "Siervo de Yahvé", siervo sufriente por los pecados del pueblo, y su significado: la concepción no davídica, no triunfal, del Mesías. Esta imagen profética acompaña perfectamente a la palabra del evangelio.


LA CARTA A LOS HEBREOS

La teología de la Carta a los Hebreos utiliza a menudo la comparación de Jesús con el Sumo Sacerdote de Israel, que, una vez al año, entraba al Santuario para ofrecer el Sacrificio por el pueblo. Se utiliza esta imagen para representar que Jesús es Pontífice, el que hace para nosotros el puente hacia Dios, porque "pertenece a las dos orillas". Eso es lo que ofrece seguridad a nuestra fe: por un lado, que es uno de nosotros; por otro, que nos abre el acceso a Dios. Jesús Dios y Hombre verdadero es el centro de nuestra fe y de nuestra esperanza. Pero es importante recordar que la imagen del Sumo Sacerdote de Israel tiene valor sólo como imagen. Jesús no es un Pontífice, ni un Sacerdote. No podemos olvidar la expresión de la misma careta a los hebreos (8,4): “pues si estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote”. Esas imágenes nos ayudan a entender a Jesús, lo cual es muy diferente. También esto lo meditaremos luego.


EL EVANGELIO DE MARCOS

El texto de Marcos muestra bien a las enormes las dificultades que tenían los discípulos para entender a Jesús. Seguían pensando en un Mesías político, buscaban carteras ministeriales, querían triunfar por el poder, el prestigio... se habían arrimado al carro del que pensaban que iba a ganar. Esta situación se prolonga dramáticamente durante toda la vida de Jesús, y los evangelistas la reflejan muchas veces. (Mateo 18, Mateo 23, Marcos 9, Lucas 9, Lucas 22). La respuesta de Jesús es siempre la misma: "el que sea el mayor, que sirva el que más" "el mayor es el niño"... Todo esto culmina de forma espectacular en la escena que se ha considerado como "el testamento" de Jesús, narrada por Juan (12, 50), cuando al principio de la última cena Jesús lava los pies a los discípulos, como un esclavo.



R E F L E X I Ó N

Como nos viene ocurriendo en la lectura de Marcos, la escena se convierte de "histórica" en simbólica y nos representa, a cada cristiano y a la iglesia, revelando uno de los lados oscuros de nuestra religiosidad. Jesús, profeta, desenmascara un pecado oculto en el fondo de nuestro sentido religioso.
El aspecto histórico del evangelio se muestra aquí con claridad. Los evangelistas no disimulan la mediocridad de las intenciones de los Doce. Ni siquiera un evangelio tan "apostólico" como Mateo evita la narración de estos episodios en que se muestra la escasa comprensión de los discípulos. Son personas necesitadas de conversión. Seguir a Jesús no ha significado automáticamente la transformación de sus valores, de sus expectativas. El seguimiento físico, "irse con Él", será sólo el principio del seguimiento espiritual. Este proceso aparece claramente en las narraciones evangélicas y en los Hechos. Lucas nos muestra a los doce disputándose los primeros puestos en la última cena. Pero la primera comunidad reflejada en los Hechos ya ha abandonado toda pretensión de superioridad de unos sobre otros, hasta tal punto que en ella no se ven "jefes", ni mucho menos "primeros" que ejerzan su autoridad de manera ni lejanamente parecida al modo mundano de mandar. Si en los evangelios aparecen los discípulos con ansias de poder mundano, en los Hechos aparecen ya "convertidos": han asumido su función: servir, como el Maestro sirvió. Esto significa que han creído en Jesús, han aceptado a Jesús por encima de todos los mesianismos patrióticos y de todas las tradiciones anteriores. Se han convertido a Jesús y han hecho de Él su norma única.
Con todo esto se nos ofrece la interpretación definitiva y única de mesianismo. Nada de reino con poderes humanos, nada de liderazgo, nada de triunfo espectacular, nada de riqueza, nada de esplendores exteriores. Entrega plena al servicio, para rescatar a muchos, para que se liberen precisamente de esos mesianismos, que son "del mundo", es decir, frutos del pecado.
Nosotros, la Iglesia, comunidad de creyentes, estamos sometidos al mismo proceso de pecado y conversión. Es innegable que la iglesia quiere seguiir a Jesús y es evidente la presencia en ella de la tentación mesiánico-davídica. El espectáculo exterior de la iglesia recuerda a veces a las embajadas de los grandes emperadores antiguos, que mostraban el poder de su señor por medio del esplendor de la embajada misma, a la que se tributaban los mismos honores que se debían al señor. Me parece muy lógica la lectura que a veces se hace de la Iglesia como embajadora de Dios y por tanto acreedora de respeto y honores. Esta condición se muestra, también lógicamente, en el esplendor externo, en el ejercicio de una autoridad, dogmática y disciplinar, derivada de la autoridad divina, y en el autoconvencimiento de su superioridad sobre todos los demás, fundado en que Jesús, el Hijo Único, le ha encomendado a ella, y no a otros, la Misión de predicarlo al mundo.
Pero toda esta lógica humana se desmorona sin embargo por dos consideraciones. La primera es que no es ésta la lógica de Jesús, que Jesús no fue así. Y éste es el centro mensaje del evangelio de hoy: "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido". La Iglesia anuncia y prolonga a Jesús; y Jesús no es un Rey, no es un Mesías-davídico, no es un poder. Por tanto, la Iglesia tampoco. Y la segunda consideración es que la Iglesia es embajadora de Jesús solamente por su grado de conversión, no por otorgamientos jurídicos o consideraciones metafísicas. Si la iglesia se entrega al servicio para la liberación del ser humano, es la iglesia de Jesús y su mensajera. Si no lo hace y en la medida en que no lo haga, no es más que una sociedad humana lejanamente inspirada en Jesús. La condición de la Iglesia como Misión, como sacramento de Cristo, como presencia en el mundo del Resucitado no es una cuestión de fundación, de condición jurídica, de transmisión de poderes, de popularidad. Es cuestión de realidades objetivas, es decir, de hacer presente en el mundo el Espíritu de Jesús: servir para liberar, huyendo explícitamente de ser servido.


PARA NUESTRA ORACIÓN

Cada uno de los que seguimos a Jesús recibimos en este evangelio un mensaje personal estimulante: Seguir a Jesús, convertirse, beber el cáliz.
Demasiadas veces, nuestra situación como cristianos es de instalación: somos creyentes, disfrutamos de la luz y de la gracia, celebramos la Acción de Gracias por los dones recibidos... Aquí también, los pasajes evangélicos se convierten en nuestros retratos. Somos como aquellos doce que siguieron a Jesús, pero seguían sin entenderle bien, tenían por delante todo un proceso de conversión y una promesa: beber como Jesús el cáliz. La verdad es que el mesianismo de aquellos doce no es, la mayoría de las veces, nuestra tentación. No es que nos sintamos redentores dispuestos al servicio heroico y espectacular. Más bien nos aqueja la tentación contraria: disfrutar de la cómoda mediocridad de la salvación recibida gratis y aceptada como privilegio con escaso sentido de conversión y de misión. La Palabra de Jesús más bien nos confirma en nuestro modo de vida, no suele ser un estímulo para cambiar sino un tranquilizante para seguir igual. En resumen y en el fondo, los Doce fueron llamados para la Misión, no para un estado de privilegio. Como el mismo Israel, pueblo encargado por Dios de darle a conocer, tenemos, como sociedad y como individuos, la tentación de apoderarnos de la misión para convertirla en privilegio, sentirnos agradecidos por lo recibido sin considerarnos llamados a la conversión y el servicio.

SALMO 89
EXPRESAMOS CON ESTE SALMO NUESTRA CONFIANZA EN DIOS: NOSOTROS, LA IGLESIA, SOMOS SU OBRA: LE ROGAMOS QUE LA LLEVE ADELANTE, QUE NOS LIBRE DE NUESTRAS MEDIOCRIDADES Y SEA ÉL QUIEN CONVIERTA NUESTRO CORAZÓN.

Yo canto el amor eterno del Señor,
constantemente proclamo su fidelidad,
proclamo que el amor es el cimiento eterno,
que la fidelidad es el cimiento de los cielos.
¿Quién como el Señor en los cielos?
¿Quién semejante a El entre los santos?
Yo te invocaré: "Señor, Padre mío,
mi Dios, mi Roca, mi Salvador"
"Si mis hijos abandonan mi Ley
y no caminan según mis preceptos
les visitaré con la vara del castigo
los corregiré de sus errores
pero sin retirarles mi amor
sin fallarles en mi fidelidad."
¿Hasta cuándo, Señor, estarás oculto?
¿Se va a encender tu cólera contra tus hijos?
¡Acuérdate de qué barro nos has hecho,
acuérdate de la humillación en que vivimos!
¡Bendito sea el nombre del Señor
ahora y para siempre.!


NOSOTROS LO HEMOS DEJADO TODO

La lectura continua de Marcos, que hacemos en este ciclo B, ha omitido un pasaje interesante, entre el episodio del joven rico, que leíamos el domingo pasado, y el que leemos hoy. Al final del episodio del joven rico, los discípulos se dirigen a Jesús con una "reclamación".
MARCOS 10, 27(paralelos en Mateo 19 y Lucas 18)
Pedro entonces le dijo:
- Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
Contestó Jesús:
- Todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos, por mí y por la buena noticia, ha de recibir en esta vida cien veces más en casas, hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones, y en el mundo futuro vida eterna.

SITUACIÓN VITAL

Prescindiendo de la ocasión, tiempo y lugar, en que se dijeron estas frases, su contexto vital fundamental es la situación de los galileos que se han arriesgado por Jesús y lo han abandonado todo: mujer, familia, oficio... La presencia de "casas y campos" entre los bienes dejados nos hace sospechar la presencia de otros destinatarios de este dicho: los miembros de las primeras comunidades que ponían sus bienes en común, vendían lo que tenían y lo ponían a disposición de todos, tal como aparece en Hechos 4,34. No es muy creíble que los pescadores galileos poseyeran "casas y campos", pero ésta es la misma expresión que usa Hechos. Esto muestra que "dejarlo todo por seguir a Jesús" fue tomado muy al pie de la letra por sus primeros seguidores Muy probablemente es la expresión que Mateo pone en boca de Pedro la que mejor representa la intención de la pregunta: "¿Qué será de nosotros, que lo hemos dejado todo por ti?". Nos parece como si, al ver al joven rico que se vuelve a lo que posee, Pedro y los demás pensaran en Galilea, en sus barcas, en sus casas, con cierto tinte de añoranza.

EL MENSAJE DIRECTO

La respuesta de Jesús, espiritualizada en Mateo, es tajante, y su resumen sería:
"Habéis ganado mucho más de lo que habéis dejado, en esta vida y en la otra". Pero la respuesta que sin duda entendieron (o no entendieron del todo) los discípulos es una espiritualización de la pregunta. Jesús contesta, como siempre "a lo que debían haber preguntado". Ellos seguían dependiendo de esperanzas mesiánicas muy materiales: esto lo expresa muy bien la petición de los Zebedeos, (que en el evangelio de Marcos sigue inmediatamente a esta escena) que pretenden como retribución tronos a la derecha y la izquierda de Jesús en "su reino". Siguen pidiendo retribución en un reino mesiánico muy material, muy al estilo de la peor concepción mesiánica del AT. Jesús responde prometiendo tronos "en el mundo renovado", según Mateo. Esto indica muy bien que Jesús asiente a responder a la pregunta, pero le da un sentido diferente y mayor. Y, en esta línea, es llamativo que tanto en Marcos como en Lucas, la "retribución" no se aplaza simplemente para la Vida Eterna sino que se da también en esta vida.


PARA NOSOTROS

Lo peor de este pasaje es que nosotros seguimos pensando, como los discípulos, en retribución, en que Dios nos pague. Y el mensaje más importante es que no nos tienen que dar nada: ya nos han regalado el Reino: seríamos nosotros los que deberíamos pagar por el regalo que nos ha hecho, porque haber conocido el Reino es lo mejor que nos ha podido pasar en la vida. Entronca aquí una de las dimensiones más profundas del mensaje de Jesús, que hemos subrayado ya varias veces: la espiritualidad del que sigue a Jesús es respuesta; respuesta a lo que ha recibido ya. Y lo que hemos recibido es una Estupenda Noticia: "estás en el Reino, la vida no es un oscuro pozo sin sentido: la vida puede ser El Reino". Esta noticia produce profunda alegría, y solicita respuesta, incita a responder. Así que no se trata de esperar retribución por lo mucho que damos, sino de intentar responder a lo mucho que hemos recibido.
Y, sin embargo, Jesús responde que hay "retribución". Vivir en el reino es mejor que vivir fuera; y no sólo "en el Reino consumado, definitivo, sino en el Reino en construcción, aquí, mientras "atravesamos el puente". Naturalmente no porque dejamos una casa y recibimos cien (para eso podíamos habernos quedado con la nuestra), sino porque recibimos algo cien veces mejor. Para entenderlo bien podríamos partir de algo que hemos expresado muchas veces: cuando disfrutamos de algo sencillo pero muy satisfactorio o muy querido decimos a veces: "no me cambio por..." y ponemos como término de comparación otras formas de disfrutar más propias de ricos o poderosos. En esta línea vamos bien. Los valores de Jesús suponen una renuncia.
Pero se trata de renunciar a cargas, a esclavitudes: libres de ellas, nos vamos a sentir infinitamente mejor.
Esto nos lleva a una espiritualidad muy de Jesús: disfrutar de los valores del Reino.

DISFRUTAR. El Reino compensa en sí mismo, no sólo en "la vida eterna". El Reino es valores y criterios válidos por sí mismos, no negaciones contra-natura que se pagarán en a vida eterna. (¿Cuándo desterraremos de nuestra religión el concepto "pagar", tan enteramente ajeno a Abbá y a sus Hijos?).

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