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sábado, 31 de octubre de 2009

Comentario Bíblico y Pautas homiléticas: Fiesta de Todos los Santos


"Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo"
Publicado por Dominicos.org

Introducción

Los santos no son como las “estrellas” del deporte, la canción o el cine. Coinciden en que suscitan admiración. Pero se diferencian, y mucho, en el modo en el que nos remiten a la realidad y a la verdad sobre uno mismo. Las estrellas nos abren un mundo de fantasía y dan una medida irreal sobre uno mismo. Los santos nos ayudan a mirar la realidad de frente, a no huir del sufrimiento cuando se presenta en nuestra vida, a saber mirar al cielo teniendo los pies sobre la tierra.


Comentario bíblico
Saber ser hijos de Dios como programa de santidad

La liturgia de este día nos brinda la celebración de una de las fiestas más populares y entrañables: la festividad de todos los Santos y es, a la vez, la ocasión para reconsiderar nuestra vida cristiana mirando hacia adelante, hacia el final de la historia de cada uno y de la humanidad.


* Iª Lectura: Apocalipsis (7,2-4.9-14):El canto de los redimidos

I.1. En nuestra primera lectura, en dos visiones, se nos muestra la apertura del misterio de la historia con la visión del ángel que trae el sello para guardar a aquellos que deben ser liberados de la destrucción. El libro del Apocalipsis, como sucede en la literatura de este tipo, literatura religiosa por excelencia, pero radicalmente mítica, necesita ser interpretado con la riqueza de los símbolos. Este tipo de literatura se produce en tiempos de crisis y debemos estar atentos a no confundir simbolismo con realidad. El sello sobre los siervos de Dios sella su pertenencia a El y, por lo mismo, la garantía de ser salvados.- La visión de la multitud inmensa, incontable, es un paso más en este simbolismo y probablemente propone algo que se relaciona con las diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la antigua y la nueva Alianza. Por eso se dice que si en la primera visión se habla 144.000 era para hablar del pueblo de la Antigua Alianza, mientras que el “número incontable” representa al nuevo pueblo de Dios que ha ganado Cristo, el Cordero sacrificado, con su sangre. Los ángeles, los mensajeros de Dios, realizan sus planes del juicio y de salvación, por eso, cuatro de ellos están en los cuatro puntos cardenales, dispuestos a desencadenar los vientos que destruyan el mal de la historia; pero de Oriente llega otro mensajero (donde nace el Sol: Dios), que trae la gran noticia, de que antes deben poner un señal, como sucedió a los israelitas en el momento de la Pascua de Egipto, en las puertas. Estamos, pues, ante una famosa liturgia Pascual, del día del Señor, en la que el autor nos ha querido situar al principio de su obra.

I.2. En el texto se nos quiere hablar mártires, pero también de todos aquellos que han pasado por la tribulación de la historia, se han lavado en el bautismo, en nombre de Jesucristo, en el misterio Pascual...Y están ante el trono de Dios. Las palmas, en la antigüedad, son signo de los vencedores, y aunque pudiera centrarse en los que han sido martirizados, y han vencido por el martirio, no se puede pensar que todos son mártires. Por eso, más bien se trata de una palma para alabar a Dios y a Cristo, que son los auténticos vencedores de la historia. El tema que se propone es el de la salvación (aparece aquí y en Ap 12,10 y 19,1). Se insinúa algo de los Salmos 118, 25, 3,9. El sentido es que Dios ha liberado a los hombres, del poder del mal representando en el Imperio, como Satanás y como la gran prostituta en las otras dos citas que hemos mencionado. La victoria, pues, de los hombres y de los mártires, pertenece muy especialmente al Cordero, quien ha dado su vida, precisamente para que sean vencidos el poder de los hombres que engendra el odio y la muerte.

I.3. Pero la “palma” se la lleva el himno, que es una confesión de fe: la salvación se debe a Dios y al Cordero. La salvación, la liberación... no dependen de los hombres, sino que es una gracia de Dios que ellos han acogido y se han mantenido fieles a la fuerza salvífica del amor crucificado, de la Pascua. Y por eso, lo proclaman en la liturgia celeste. Y entonces, toda la asamblea celeste (ángeles, ancianos y vivientes), se prosterna ante Dios y lo adoran cantando: Amen… Bendición y gloria, sabiduría y acción de gracias, honor, poder y fortaleza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amen (v. 12). Los que han muerto fieles a Dios y a Cristo, bien en el martirio, bien en su fidelidad a la fe cristiana centrada en el misterio Pascual: han pasado por la tribulación de la historia, donde reina el poder del mal, pero ahora gozan de la fidelidad eterna, aunque hayan pasado por la muerte. Lavar sus vestiduras en la sangre del Cordero, es una teología bautismal, pero también eucarística, inspirada en algunos textos del AT (Ex 19,10.14).

I.4. La muerte y la resurrección de Cristo son el punto clave de la teología del bautismo y de la eucaristía. La imagen que se ha escogido para expresar la felicidad es que están ante el trono: y Dios los cobija en su tienda, la shekiná, la presencia de Dios, como Jn 1,14 había escogido para expresar el misterio de la encarnación. Ahora es cuando se cumple la profecía del Enmanuel verdaderamente, porque Dios estará con los resucitados para siempre. No tendrán más hambre, ni tendrán más sed: expresiones de debilidad, de necesidad; ni caerá sobre ellos el sol como si estuvieran en el desierto, porque Dios mismo es la razón de su existencia. Y Cristo, el Cordero, será el que apaciente a su pueblo, será pastor siendo Cordero, para llevarlos a las fuentes de agua viva. Efectivamente, los vv. 15-17 son las imágenes escogidas por el autor del Ap para hablar de la vida futura, escatológica, de la victoria sobre la muerte según muchas expresiones que podemos encontrar en los textos del AT (v.g. Is 25, 8) y de la teología joánica (Jn 4,14; 7,38), que son las fuentes de la revelación.



* IIª Lectura: Iª de Juan (3,1-3): La imagen de hijos de Dios

II.1. Este texto es una teología sobre la vida cristiana que se representa bajo la imagen y la experiencia de “ser hijos de Dios”; se trata de una alta teología como corresponde al círculo de las comunidades cristianas de Juan, tanto del evangelio como de las cartas. Y en este marco teológico deberíamos pensar que precisamente el misterio de la santidad que hoy se celebra hace referencia directa a que lo más importante de la vida cristiana es ser, y no perder, la imagen de hijos de Dios.

II.2. Si el título cristológico más coherente de la teología joánica, justamente, es lo que afecta a la filiación divina de Jesús, también para sus seguidores debe existir una posibilidad de vivir en el ámbito de las relaciones entre el Padre y el Hijo; por ello se dice que seremos semejantes a Él. Muchos santos desconocidos para nosotros lo son, porque han sabido guardar, sencillamente, la imagen de hijos de Dios en sus vidas. Por eso, la expresión “veremos a Dios tal cual es” viene a ser una de las afirmaciones más teológicas. El misterio de Dios se hará luz, y no tendremos miedo los “hijos de Dios” de contemplar el “rostro” de Dios, la intimidad de Dios, la misericordia de Dios. Para eso se nos ha creado y para eso hemos nacido. ¡Vivamos con esperanza!



* Evangelio: Mateo (5,1-12): Las opciones del Reino

III.1. El evangelio de esta fiesta es ya proverbial; se trata de las bienaventuranzas de Mateo, cuyo texto, además, tiene la solemnidad de una proclamación, sobre un monte (de ahí el Sermón de la Montaña en que está contextualizado), y para toda la multitud, como sería la multitud incontable del texto de Apocalipsis que se ha leído en la primera lectura. Es la carta magna del discipulado, de la vida cristiana, del seguimiento de Jesús, de la salvación futura. Las bienaventuranzas son creativas, no cuantitativas. Son los puntos más determinantes con los cuales Jesús ha pretendido una nueva humanidad, un nuevo pueblo. No se trata de proponer algo exótico, mágico o taumatúrgico, sino algo bien humano. Pero es verdad que se plantea, no obstante, un auténtico esfuerzo por conquistar la gloria, la libertad y la paz. Se propone la pobreza que libera el corazón de muchas ataduras; la misericordia que introduce en las relaciones humanas la benevolencia y el perdón; la limpieza de corazón para juzgar y ser juzgados; la lucha por la justicia, porque Dios es justo. Se proclaman bienaventurados por haber elegido lo que el mundo no elige, sino que odia; por haberse decidido por el sentido mejor de la vida. Y se trata de una posibilidad de santidad que se debe vivir ya desde ahora, aquí en nuestra historia; no queda para después que todo haya acabado.

III.2. Se ha insistido mucho en los aspectos literarios y exegéticos de las bienaventuranzas de Mateo (5,1-12) y de Lucas (6,20-22); sobre el tenor original, es decir, aquellas que están más cerca de las palabras de Jesús. Todo tiene su sentido, sin duda, pero quedan muchas preguntas siempre sobre la mesa, porque se permiten diferentes interpretaciones. El texto original que se tomó de Q podría estar bien representado en Lucas, pero no es algo absoluto. Sabemos que las bienaventuranzas tienen un ámbito muy coherente en la literatura sapiencial, la que enseña a vivir, a comportarse, a elegir lo que da no da sentido a la vida. La propuesta de Jesús, por lo tanto, no está lejos de este contexto sapiencial: con las bienaventuranzas Jesús quiere proclamar el Reino de Dios y quiere enseñar a vivir en ese Reino al que dedica su vida. Son expresiones que nos muestran a un Jesús “profeta escatológico” (no necesariamente apocalíptico), que quería anunciar lo que debería cambiar esta historia.

III.3. Algunos especialistas han hecho una traducción sobre las bienaventuranzas en las que siempre es determinante el verbo “elegir”. Considero que puede ser discutible, pero es esclarecedor. Eso significa que proclamar bienaventurado (makários) a alguien no es porque sí, por su cara bonita, porque es un desgraciado o porque es o ha nacido en esta o aquella situación. En las bienaventuranzas, por su tono sapiencial, es muy importante las opciones: elegir: ser pobre y no rico en este mundo; elegir la justicia y no otra cosa; elegir la paz. Aquí están representados los valores del reino, los valores de la vida ante Dios. Esto, independientemente de las bienaventuranzas auténticas de Jesús o las añadidas por la tradición catequética de la comunidad de Mateo. Es verdad que el término “elegir” no está en el texto, pero lo implica necesariamente. ¿Por qué? Porque no se trata de una proclamación sin contar con la voluntad soberana del hombre que vive y hace la historia.

III.4. Un factor muy importante de lectura e interpretación sería hacer el intento de traducir a un lenguaje de hoy el texto de las bienaventuranzas; teniendo en cuenta ese sentido sapiencial del que hemos hablado y esa “opción” o “elección” que hemos planteado como necesaria. Debemos conservar las palabras del evangelio, de Mateo o de Lucas, si es posible en su tenor y en su sentido original. Pero hoy debemos enriquecer nuestra comprensión de las mismas con el “espíritu” que emana de ellas. Es como cuando hemos vivido y atravesado un puente romano durante todo la vida, pero ahora, sin destruir ese puente, porque la ciudad ha crecido, hacemos uno nuevo, con tecnología punta. Subsisten los dos, pero quizás por el romano no pueden pasar todos los vehículos pesados de hoy. Los limpios de corazón, por ejemplo, son dichosos porque están abiertos a los demás y los valoran como hijos de Dios. Es decir, seamos creativos y proféticos al interpretar las bienaventuranzas del Reino.

Fray Miguel de Burgos Núñez



Pautas para la homilía

* Santos y no “estrellas”

El fútbol es sólo un juego. La música pop o el cine son sólo un entretenimiento. Y sin embargo parecen algo más. Sin duda son un negocio que mueve mucho dinero. Son un acontecimiento que condiciona la vida social. Sus figuras despiertan una fascinación tan grande que se llega a imitar su comportamiento. Es el fenómeno de las “estrellas”. La identificación en algunos casos extremos puede incluso alterar el equilibrio emocional de los admiradores. Y es que las estrellas del deporte, la canción o el cine, pueden convertirse en ídolos. O sea un ámbito sobre en el que proyectamos esas fantasías en las que escondemos lo que somos en realidad.

Las santas y santos de Dios son totalmente distintos a las estrellas y a los ídolos. La admiración que suscitan no nos aparta de la realidad. Al contrario, nos ayuda a mirarla más de cerca. La fascinación que despiertan empuja a una imitación que no nos aleja de nosotros mismos. Al contrario, ilumina y estimula las mejores posibilidades de lo humano.

* Saber centrar la vida

El peligro de los ídolos está en que nos llevan a una vida imaginaria que sólo existe en la fantasía. El resplandor de mansiones y coches de lujo; el exceso de opulencia y la cuidada esbeltez de los cuerpos, ocultan las auténticas condiciones de la existencia. En la vida real la alegría y el gozo suponen siempre trabajo y esfuerzo. Y el brillo de los cuerpos de piel estirada no permanece sin conocer la limitación y la debilidad.

Encontrarse con las santas y santos de Dios nos ayuda a descubrir dónde se encuentra el auténtico centro de la existencia humana. Ellos abrieron su vida a lo que de verdad cuenta y llena de plenitud al ser humano. No es el impresionar a los demás sino la compasión que levanta puentes hacia los otros. No es el vivir pendiente de la imagen sino saber desgastarse entregando lo que uno es por y en el amor. La plenitud de la vida humana se encuentra en la fidelidad a uno mismo, en la armonía con las personas que vamos encontrando en la vida, en percibir que la vida de uno es de utilidad para otras personas.

El impulso y el sostén para lograr estas tres se encuentra en Dios. Él nos ayuda a aceptarnos como somos, a reconciliarnos con los otros, a ser generosos en nuestra vida. Los santos hicieron de Dios el eje de su existencia y el centro de su persona. Y nos avisan que quien se centra en Dios podrá caminar con firmeza por las sendas de la vida.

* Abrazar la realidad

Los santos no huyeron del sufrimiento y las contrariedades de la vida; proyectaron sobre ellas la fuerza de un amor que tiene su origen en Dios. De Santo Domingo de Guzmán se dice que vendió sus libros para socorrer a los necesitados. Los santos nos enseñan que el cuidado del prójimo es camino de plenitud. De San Francisco de Asís se cuenta que besaba a los leprosos. Los santos nos enseñan a mirar el sufrimiento de frente. De San Ignacio de Loyola se recuerda que siempre abrazaba a los pobres. Los santos nos enseñan a abrazar la realidad.

Si las estrellas solamente llaman nuestra atención en los momentos de distracción no hay que preocuparse demasiado. Pero puede ser un problema si ocupan nuestra vida más allá de los ratos de entretenimiento. Siempre podremos recordar a los santos que nos señalan el camino de la realidad. Y procuran que no huyamos de ella sino que sabiendo mirar al cielo podamos permanecer con los pies en la tierra.

Fray Ricardo de Luis Carballada

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