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jueves, 8 de octubre de 2009

Evangelio Misionero del Día: Viernes 09 de Octubre de 2009. XXVII SEMANA DEL TO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11, 15-26

Habiendo Jesús expulsado un demonio, algunos de entre la muchedumbre decían: «Éste expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, exigían de Él un signo que viniera del cielo.
Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si Yo expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes.
El que no está conmigo está contra mí; y el que no recoge conmigo desparrama.
Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: "Volveré a mi casa, de donde salí". Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio».


Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

Lucas 11, 15-26
“Es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios”


Pero algunos de ellos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios.» Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo. Pero él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?... porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos.» «El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. «Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo; y, al no encontrarlo, dice: "Me volveré a mi casa, de donde salí." Y al llegar la encuentra barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio.»

Cuando los 72 misioneros volvieron de la misión, jubilosos por su propia experiencia de poder espiritual, Jesús les había dicho: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lc 10,17). La caída de Satanás representa simbólicamente la destrucción del poder del príncipe del mal con la llegada del Reino. El texto de hoy expresa que un indicador que manifiesta claramente que el Reino de Dios ha irrumpido es la expulsión de los demonios: “Si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (11,20).

Ciertamente la obra misionera de Jesús y de los discípulos apunta en la misma dirección, esto es, para que todo ser humano pueda vivir la plenitud de la existencia para la que fue llamado, debe superar aquellas fuerzas y esclavitudes que lo dominan y le impiden crecer; de ahí que la vida nueva en cada uno tiene como punto de partida la implantación del Señorío de Dios (o Reino de Dios), un Señorío que es victoria sobre el mal.

Desde que comenzó el ministerio público de Jesús, éste ha sido uno de los hilos conductores sobre los que se han venido tejiendo los diversos acontecimientos salvíficos, basta ver que el primer milagro que Jesús realizó en este evangelio de Lucas fue precisamente el del exorcismo de un demonio (ver 4,31-37) y allí todos pudieron ser testigos de su “autoridad” y “poder” (ver igualmente la primera victoria sobre el mal en el relato de las tentaciones). Es importante que lo tengamos claro: en esa victoria se puede ver qué es lo NUEVO y DISTINTIVO de Jesús con relación a las obras de sus contemporáneos.

El hecho de que estamos ante una novedad espeluznante (ver 11,14) lo prueba el contexto en cual Jesús pronuncia hoy su enseñanza: una discusión en la que Él es acusado de obrar movido también por una fuerza satánica. Las preguntas de fondo en este debate son: ¿De dónde le viene a Jesús el poder, cómo lo ejerce y qué es lo que pretende?

Los adversarios afirman que Jesús: “Por (el poder del) príncipe de los demonios, expulsa los demonios” (11,15). Jesús les responde que dicha afirmación no es coherente, porque si así fuera, entonces deberían decir lo mismo de los exorcismos que ellos mismos acostumbraban realizar (11,19).

Puesto que los exorcismos no necesariamente eran prueba de un poder divino, en aquella época acostumbraban pedir “una señal del cielo” (11,16). Jesús les responde que sus exorcismos son precisamente una señal del cielo porque se trata del “dedo de Dios” realizando esta obra (11,20; valga esta anotación: el “dedo de Dios” es una designación bíblica del poder de Dios, como figura en Ex 8,15; 3,18; Dt 9,10 y también en la literatura antigua). Con esto Jesús le dice a sus críticos que mientras Él expulsa los demonios como una manifestación auténtica del obrar de Dios, ellos no hacen más que realizar actos mágicos que, a la hora de la verdad no tienen eficacia a fondo sobre el mal (ver el contexto de la primitiva Iglesia, por ejemplo en Hch 9,13-17).

En el texto se distingue entre el “Príncipe de los demonios” y los “demonios” (11,15 y 19). La idea es que Satán (aquí con el título de “Beelzebul”) es el jefe de cuadrillas de demonios. Sobre esto, Jesús enseña que las victorias sobre los “demonios” que se realizan a lo largo de su ministerio, son un anticipo de la victoria final sobre Satán que se realizará en la Cruz (4,13 y 22,3).

Desde esta perspectiva, el ministerio de Jesús y también nuestra vida como discípulos de Él, se presenta como un campo de batalla (11,2-22) en el que tendremos que definirnos: ¿De qué lado estamos? (11,23).

Finalmente, Jesús dirige su mirada hacia todo aquél que ya ha comenzado una vida nueva: hay estar siempre VIGILANTE. No hay que confiarse porque puede haber recaídas y éstas –la experiencia lo demuestra– suelen dejar a la persona en una situación peor que la inicialmente superada (11,24-26). No hay que darle chance al demonio con un retroceso. Para impedirlo, una persona liberada debe mantenerse en la raya, en el campo de Jesús, construyendo la fidelidad en la renovación continua de la fe y en el aprendizaje del Evangelio. Este es el verdadero “estar y recoger conmigo” (11,23).



Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. Qué relación hay entre la catequesis sobre la oración en Lc 11, 1-13 y este pasaje?

2. ¿Qué implica la “venida del Reino de Dios” que suplicamos en la oración para la vida del discípulo?

3. ¿Cuáles son las formas del “mal” (y de un reino del mal organizado) que atacan a los discípulos de Jesús?

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