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sábado, 31 de octubre de 2009

XXXI Domingo del T.O. (Mateo 5,1-12) - Ciclo B: ¿Santo yo?

Por Clemente Sobrado C. P.

Domingo 31 b – Todos los santos

Cuando a alguien le dices que es “un Santo” se pega un susto como si le llamases qué sé yo. Es que nos han puesto eso de la santidad tan lejana y además para tipos extraterrestres, que cuando nos hablan de que “tenemos que ser santos”, la verdad que no lo creemos.
Nos hemos hecho una idea extraña del santo y de la santidad. Es que nos han acostumbrado a que sencillamente seamos “gente buena”, es decir, “que no hacemos mal a nadie”, pero todavía eso de que el bautizado está llamado a la santidad no entra en nuestras cabezas. Y el caso es que todos nos quedamos tan tranquilos.
Yo no sé qué diríamos si cuando nacemos a todos se nos dice: “tú conténtate con ser enano”. Lo de ser un tipo alto déjalo para los de la NBA. Tú, contento con ser uno de los “siete enanitos”.

Nos han presentado los santos como unos seres tan extraños que todos nos hemos resignado a ser “normales”, es decir “enanos”. Y demás felices de serlo en el circo de la gracia y del bautismo.
Y nos lo dicen a la cara. Cuando uno quiere tomar en serio su bautismo y el Evangelio, inmediatamente el ambiente nos reclama gritando: “no hagas tonterías, sé normal”. Como si el quedarnos achatados espiritualmente fuese una normalidad. Lo grande no nos pertenece, al menos, no es para nosotros. El llegar a la adultez de la fe y a la maduración de la gracia no nos perteneciese.

En todo queremos ser capeones. Menos en santidad.
En alpinismo queremos llegar a las más altas cimas. Menos en santidad.
En atletismo queremos ganarnos la medalla de oro. Menos en santidad.
En fútbol queremos ser capeones. Menos en santidad.
En ciclismo todos esperan de nosotros nos vistamos la camiseta de líderes. Menos en santidad.
En todo luchamos y la gente nos anima y grita para alentarnos.
Menos en santidad.

Por eso me atrevería a decir que para ser santos es preciso ser sordos.
Es preciso no escuchar lo que se dice a nuestro alrededor.
Por eso se dice de aquel muchacho del pueblo que ganó la competencia.
Tenían que subir y treparse a un árbol engrasado y muy resbaladizo.
Había uno que no tenía trazas de poder hacer algo.
Y la gente le gritaba: “¡tú no puedes!”, “¡tú no puedes!”
Hasta que por fin, fue el único en llegar hasta arriba.
Todo el mundo se quedó admirado.
¿Y saben por qué ganó, a pesar de todo? El muchacho era sordo y no escuchaba los gritos de desaliento de la gente.
¿No nos sucederá algo parecido con eso que llamamos santidad?
Uno tiene que ser sordo y no escuchar a la gente, sino a Dios que le habla al corazón y le da alientos y ánimos para seguir luchando hasta el final.

Unamuno escribía que el santo y el héroe viven en la soledad, porque ellos escuchan voces misteriosas dentro de su corazón, y que los demás no escuchan. Por eso no los comprendemos ni los entendemos.

Hay algo que me extraña en este Día de Todos los Santos, nuestro día. ¿Y saben lo que es? Las misas en las que celebramos esta santidad de todos, suelen estar relativamente vacías, al menos por estas tierras. ¿Saben por qué?
La gente en vez de celebrar la santidad acude a los cementerios, a visitar a sus muertos, que ya no están allí, sino gozando de su santidad en el cielo. Pero los muertos parecen sentimentalmente más importantes que la santidad de los vivos.
Llevamos flores a los sepulcros, pero no ofrecemos en este día un ramo de flores a los santos de nuestra familia y de la comunidad cristiana.

Entre los siete criterios que Juan Pablo II marcó como iluminadores de la pastoral del nuevo milenio, el primero en señalar es “la santidad” y escribía: “En primer lugar, no dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino personal es el de la santidad. …. Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este “alto grado” de la vida cristiana ordinaria. La vida entera de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esa dirección”. (NMI n.31)

Oración
Señor: Tú eres el Santo. Y a nosotros nos quieres santos.
Nos has hecho demasiado grandes para que nos quedemos pequeños.
Nos has hecho con un corazón demasiado grande para que nosotros lo achiquemos.
Señor, que no seamos menos de lo que Tú quieres que seamos.
Que no seamos buenos si podemos ser santos.
Que no seamos menos si podemos ser más.

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