Editorial de “Noticias Obreras” (Nº 1.494-1.495)
Para muchas familias esta Navidad estará marcada por la situación de dolor y sufrimiento provocado por el desempleo y la pobreza que padecen. Los Bancos ya tienen beneficios y las grandes empresas han recuperado sus cotizaciones en Bolsa, pero los trabajadores, especialmente los más pobres, siguen atenazados por la angustia.
La acción del Gobierno ha sido decisiva poniendo en manos de la Banca ciento sesenta mil millones para que saneara sus cuentas y facilitara créditos a las empresas y a las familias. La Banca ha utilizado ese dinero para comprar deuda pública y otros productos financieros. Algunos cálculos afirman que por este procedimiento la Banca ha ganado seis mil millones de euros. En cambio, muchas pequeñas empresas y familias se han hundido por falta de crédito.
El desempleo es la cara más dramática de esta situación, porque manifiesta la imposibilidad de hacer frente a la vida. Familias, individuos y jóvenes viven la angustia del desempleo. La tasa de paro de los jóvenes entre 16 y 19 años ha pasado del 24,3% al 56,8% en los hombres, y del 36,7% al 55,6% en las mujeres. Jóvenes sin futuro, que siguen el camino de sus padres como si de una enfermedad genética se tratara, cuando sólo son víctimas del pecado personal y estructural.
La Iglesia hemos sabido responder a esta situación. Es espléndida la actuación de Cáritas, doscientos millones de euros en 2008, un 8% más que el año anterior. Este año será más aún el dinero que Cáritas dedicará a socorrer a los pobres, a denunciar su situación y las causas de la misma, a concienciar sobre la injusticia que padecen. Pero Cáritas es sólo nuestro buque insignia, junto a ella hay una multitud de personas, instituciones, movimientos de la Iglesia que han hecho suya la causa de los pobres y comparten con ellos dinero, tiempo, trabajo y vida. Es justo dar gracias a Dios por este don suscitado en su Iglesia.
Es necesario que la Iglesia tomemos conciencia del valor que tienen las imágenes en la «sociedad de la imagen», pues mientras que esta acción de la Iglesia no ha sido suficientemente valorada ni reconocida, ha tenido honda repercusión la foto del Cardenal Rouco y de monseñor Martínez Camino junto con los banqueros y directores de las empresas del Ibex 35 para apoyar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Según «Ecclesia», Alierta, presidente de Telefónica; y Botín, del BSCH, manifestaron su deseo de apoyar la JMJ, entre otras cosas, «por la enorme promoción de valores entre la propia juventud española».
Es difícil tener fuerza moral para hablar de valores cuando millones de familias están hipotecadas de por vida víctimas de la burbuja financiera; cuando miles de familias están siendo desahuciadas de su vivienda porque no pueden pagar la hipoteca; cuando millones de trabajadores y familias están en paro y otros llegan al suicidio ante las explotadoras e inhumanas condiciones de trabajo. Estas empresas son responsables de haber perpetrado uno de los mayores cambios de valores de nuestra sociedad: convertir el dinero en generador de dinero, eliminado el trabajo humano y condenando así a millones de familias a la miseria y a la desolación.
Posiblemente, el apoyo de estas empresas sea fundamental para la organización de la JMJ. Pero la Iglesia, que queremos ser pobre y de los pobres, estamos obligados en estos momentos históricos a denunciar esta negación de la vida humana y exigir la restitución de sus condiciones de vida en virtud del destino universal de todos los bienes querido por Dios, incluidos los generados con la especulación financiera.
Cuando los pobres sufren, los profetas son una necesidad.
La acción del Gobierno ha sido decisiva poniendo en manos de la Banca ciento sesenta mil millones para que saneara sus cuentas y facilitara créditos a las empresas y a las familias. La Banca ha utilizado ese dinero para comprar deuda pública y otros productos financieros. Algunos cálculos afirman que por este procedimiento la Banca ha ganado seis mil millones de euros. En cambio, muchas pequeñas empresas y familias se han hundido por falta de crédito.
El desempleo es la cara más dramática de esta situación, porque manifiesta la imposibilidad de hacer frente a la vida. Familias, individuos y jóvenes viven la angustia del desempleo. La tasa de paro de los jóvenes entre 16 y 19 años ha pasado del 24,3% al 56,8% en los hombres, y del 36,7% al 55,6% en las mujeres. Jóvenes sin futuro, que siguen el camino de sus padres como si de una enfermedad genética se tratara, cuando sólo son víctimas del pecado personal y estructural.
La Iglesia hemos sabido responder a esta situación. Es espléndida la actuación de Cáritas, doscientos millones de euros en 2008, un 8% más que el año anterior. Este año será más aún el dinero que Cáritas dedicará a socorrer a los pobres, a denunciar su situación y las causas de la misma, a concienciar sobre la injusticia que padecen. Pero Cáritas es sólo nuestro buque insignia, junto a ella hay una multitud de personas, instituciones, movimientos de la Iglesia que han hecho suya la causa de los pobres y comparten con ellos dinero, tiempo, trabajo y vida. Es justo dar gracias a Dios por este don suscitado en su Iglesia.
Es necesario que la Iglesia tomemos conciencia del valor que tienen las imágenes en la «sociedad de la imagen», pues mientras que esta acción de la Iglesia no ha sido suficientemente valorada ni reconocida, ha tenido honda repercusión la foto del Cardenal Rouco y de monseñor Martínez Camino junto con los banqueros y directores de las empresas del Ibex 35 para apoyar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Según «Ecclesia», Alierta, presidente de Telefónica; y Botín, del BSCH, manifestaron su deseo de apoyar la JMJ, entre otras cosas, «por la enorme promoción de valores entre la propia juventud española».
Es difícil tener fuerza moral para hablar de valores cuando millones de familias están hipotecadas de por vida víctimas de la burbuja financiera; cuando miles de familias están siendo desahuciadas de su vivienda porque no pueden pagar la hipoteca; cuando millones de trabajadores y familias están en paro y otros llegan al suicidio ante las explotadoras e inhumanas condiciones de trabajo. Estas empresas son responsables de haber perpetrado uno de los mayores cambios de valores de nuestra sociedad: convertir el dinero en generador de dinero, eliminado el trabajo humano y condenando así a millones de familias a la miseria y a la desolación.
Posiblemente, el apoyo de estas empresas sea fundamental para la organización de la JMJ. Pero la Iglesia, que queremos ser pobre y de los pobres, estamos obligados en estos momentos históricos a denunciar esta negación de la vida humana y exigir la restitución de sus condiciones de vida en virtud del destino universal de todos los bienes querido por Dios, incluidos los generados con la especulación financiera.
Cuando los pobres sufren, los profetas son una necesidad.
1 comentario:
Muchas gracias por publicar este artículo de la HOAC.
Que describe lo que en nuestra opinión son los rasgos más destacados del contexto
social y eclesial en el que hoy y de cara al futuro hemos de configurar nuestra existencia
desde Jesucristo y realizar nuestra misión:
1º.- Vivimos en una sociedad en la que se ha debilitado profundamente la lucha por la justicia y en la que se considera poco relevante lo que ocurre en el mundo obrero y del
trabajo.
2º.- Una sociedad de la que se ha enseñoreado una forma de organizar la vida social, la capitalista.
3º.- Que genera, entre otras cosas, una situación de sufrimiento y deshumanización en el
mundo obrero y del trabajo.
4º.- Así como una profunda debilidad y deformación de lo político como instrumento para construir vida social a la medida del ser humano.
5º.- Pero, sobre todo, una cultura que genera una imagen deformada del ser humano.
6º.- La Iglesia, por las dificultades que genera este contexto social, especialmente la
cultura en él dominante, y por los propios errores e incoherencias, no estamos sabiendo responder evangélicamente a esta situación.
La editorial de N.O. centra la atención en descubrir y comprender
los aspectos de la realidad que son negación de la dignidad del ser humano, porque son los desafíos que se nos plantean para construir nuestra vida y tambien la tarea evangelizadora. Pero es también importante prestar atención a los signos positivos que existen en nuestra sociedad y
que son signos de esperanza ante la generalizada situación de empobrecimiento, injusticia y deshumanización.
Es fundamental saber descubrir y promover estos signos de humanidad y esperanza, porque son decisivos para combatir la injusticia y la
deshumanización y para encarnar una existencia cristiana en nuestra realidad concreta.
Signos de esperanza y realidades positivas que son muy diversos y variados.
Por ejemplo: la búsqueda de justicia global y de un modelo de desarrollo sostenible social y
ecológicamente que están promoviendo movimientos sociales, sindicales… a pesar de la negativa de EE.UU. o China;
la lucha por la paz y reconciliación que promueven diversas organizaciones en todo el mundo;
la entrega, generosidad y compromiso de multitud de personas y organizaciones en un trabajo constante al servicio de los empobrecidos y excluidos en sus diversas manifestaciones;
el trabajo conjunto de una pluralidad de organizaciones que se da en nuestros pueblos, barrios o ciudades cuando somos capaces de trabajar juntos para combatir las injusticias, aportando cada uno sus especificidades;
el trabajo paciente de algunos movimientos vecinales;
el trabajo sindical en diversas situaciones de injusticia y
empobrecimiento que padece el mundo obrero y del trabajo;
la forma de vida austera y desde la voluntad de compartir de muchas personas;
la labor en defensa de formas
alternativas de consumo, del uso del dinero… que promueven diversas organizaciones;
etc.
Muchísimas gracias por vuestra labor misionera, que hace tanto bien. Deseándoos ¡Feliz Navidad! y ¡Buan Año 2010!
Publicar un comentario