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martes, 2 de marzo de 2010

Evangelio Misionero del Día: Miercoles 3 de Marzo de 2010 - II Semana de Cuaresma


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 20, 17-28

Mientras Jesús subía a Jerusalén, llevó consigo a los Doce, y en el camino les dijo: «Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de Él, lo azoten y lo crucifiquen, pero al tercer día resucitará».
Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante Él para pedirle algo.
«¿Qué quieres?», le preguntó Jesús.
Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
«No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé?»
«Podemos», le respondieron.
«Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre».
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».


Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

La aceptación del misterio de la cruz es un don de Dios
Mateo 20, 17-28
“El Hijo del hombre no ha venido a ser servido,
sino a servir y a dar la vida en rescate por muchos”

La Palabra de Dios sigue urgiendo nuestro corazón a la aceptación del Misterio de Jesús en el cual somos progresivamente introducidos hasta llegar a ser partícipes y reflejar en nuestra vida la gloria de Dios manifestada en su Hijo (ver 2Cor 3,18).

El evangelio de hoy ilumina nuestros corazones para que podamos aceptar la gracia de la conversión.

En el texto descubrimos tres elementos contrastantes:

1. La gloria del Hijo del Hombre por el camino del vaciamiento

Por tercera vez Jesús anuncia su Pasión a los discípulos en el evangelio de Mateo.

Jesús habla abiertamente, no oculta nada, les describe a sus discípulos casi con detalle cuánto deberá padecer antes de ser glorificado. Notemos el “crescendo”: “Entregado, condenado, burlado, azotado, crucificado y al tercer día resucitará” (20,18-19).

2. La gloria del mundo por el camino del poder

Frente al anuncio de Jesús, los discípulos no parecen estar a la altura de las circunstancias. Ellos van en contravía a la propuesta.

Así se desvela la ceguera e insensatez de los discípulos que no les permite siquiera vislumbrar el Misterio de la gloria que el Señor les revela, y bien lejos de entender las palabras de Jesús (ver Marcos 8,32; 9,32; Lucas 9,45) reaccionan adversamente buscando la gloria humana y confundiendo con ésta, la gloria del Señor.

Así como los hijos de Zebedeo, quienes se apoyan en su Madre para pedir a Jesús los primeros puestos en su reino (“Manda que estos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda...”; 20,20-24) también los otros discípulos -quienes se sienten indignados por que aquellos se anticiparon y frustraron sus expectativas-, los unos y los otros están movidos por el afán de reconocimiento y vanagloria.

3. La contraposición de las dos glorias

Ante esta realidad Jesús, como Maestro incomparable, llama a sus discípulos y con la ternura y la firmeza que le es propia, pone en contraposición las dos glorias: la del mundo, basada en el poder y en el prestigio, y la suya, que consiste en hacerse esclavo para servir a los hermanos.

Para concluir, Jesús los invita decididamente a colocarse de su parte: “Pero no ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande, sea el servidor de todos, y el que quiera ser el primero hágase esclavo de todos” (26-27).

En el diálogo de Jesús con sus discípulos, lleno de equívocos y desentendidos, vemos claramente el dinamismo de dos lógicas opuestas:
• Lo que hace el egoísmo que busca la vanagloria y el poder;
• Lo que hace el Amor, Jesús “que siendo de condición divina, no se aferra a su igualdad con Dios, sino que se despoja de su rango, se vacía de sí mismo, asume la condición de esclavo... y se humilla, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2,5-8). De esta manera nos indica el camino de nuestra verdadera realización humana: el vaciamiento, el camino de la cruz, la pequeñez, el servicio.

Quiera el Señor que en este tiempo Cuaresmal, podamos dejarnos tocar el corazón por la Palabra del Maestro, y permitirle que encarne en nosotros sus criterios, su lógica, sus opciones de vida.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿Por qué podemos afirmar que la aceptación del misterio de la cruz es un don de Dios?

2. En el mundo de hoy son cada vez más frecuentes los casos de personas que buscan las riquezas y los honores por caminos cortos y fáciles. ¿En mi vida espiritual pretendo conseguir los dones y gracias de Jesús de forma inmediata y sin mucho esfuerzo?

3. ¿Qué actitudes me pide el Señor que cambie en esta cuaresma, actitudes sin las cuales no sería posible vivir la pascua?


Desgarren sus corazones y no sus vestiduras

“Que tu amor se convierta, de suerte que tú no ames nada sino para el Señor.
Que tu temor se vuelva hacia Él, pues todo temor que nos hace temer alguna cosa fuera de Él y no a causa del Él es malo.
Que tu alegría y tu tristeza también se vuelvan hacia Él, y así será si tú sufres y te regocijas sólo en Él”. (San Bernardo, “Sermón de Cuaresma”)

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