Por Juan Masiá Clavel sj
Las disputas entre religiones parecen peleas de familia, como cuenta una parábola de Theravada.
Érase un matrimonio sin hijos, casados por conveniencia, pero bien avenidos.
Estaban cenando y faltó agua. Se levanta la esposa, va a la cocina y, al abrir la tinaja, lanza un grito sorprendida al ver una hermosa joven agazapada en su interior.
Vuelve indignada e increpa al marido. ¡Qué desfachatez, me engañas y escondes a tu amante en la tinaja de la cocina!
El marido perplejo va a la cocina, abre la tinaja y descubre agazapado en su interior a un joven de buena apariencia. Pasa de la perplejidad a la ira contra su mujer.
¡La embustera eres tú, que has escondido a tu amante en la tinaja de la cocina! Pasan de las palabras a las bofetadas.
Un bonzo que lo oye desde la calle entra en la casa a poner paz y les pregunta la causa de la riña. “Es el amante escondido en la tinaja”, dice él. “Es la amante, escondida en la tinaja”, dice ella.
El bonzo sonríe, coge la pesada piedra del fogón y la estrella contra la tinaja haciéndola añicos. Se derrama el agua inundando la cocina, pero no aparece ningún fantasma de amante por ninguna parte. La pareja había visto en el espejo del agua su propio rostro.
En la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz, las religiones participantes confirman su voluntad de diálogo, a la vez que reconocen su falta.
El monje budista Thich Nhaat Hanh, conocido mundialmente por sus esfuerzos por la paz en Vietnam, escribe así: “Durante la guerra vi al bando antirreligioso y al religioso matarse mutuamente, pretendiendo cada uno el monopolio de la verdad”.
¿Llegará el día en que las religiones dejen de ver su propio rostro en el espejo de las otras, sin presuposiciones, ni indignaciones, sin iras ni descalificaciones?
Para ello tendría que renunciar cada una al exclusivismo y al dogmatismo.
*Jesuita. Profesor de la Universidad
Santo Domingo de Osaka (Japón)
Érase un matrimonio sin hijos, casados por conveniencia, pero bien avenidos.
Estaban cenando y faltó agua. Se levanta la esposa, va a la cocina y, al abrir la tinaja, lanza un grito sorprendida al ver una hermosa joven agazapada en su interior.
Vuelve indignada e increpa al marido. ¡Qué desfachatez, me engañas y escondes a tu amante en la tinaja de la cocina!
El marido perplejo va a la cocina, abre la tinaja y descubre agazapado en su interior a un joven de buena apariencia. Pasa de la perplejidad a la ira contra su mujer.
¡La embustera eres tú, que has escondido a tu amante en la tinaja de la cocina! Pasan de las palabras a las bofetadas.
Un bonzo que lo oye desde la calle entra en la casa a poner paz y les pregunta la causa de la riña. “Es el amante escondido en la tinaja”, dice él. “Es la amante, escondida en la tinaja”, dice ella.
El bonzo sonríe, coge la pesada piedra del fogón y la estrella contra la tinaja haciéndola añicos. Se derrama el agua inundando la cocina, pero no aparece ningún fantasma de amante por ninguna parte. La pareja había visto en el espejo del agua su propio rostro.
En la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz, las religiones participantes confirman su voluntad de diálogo, a la vez que reconocen su falta.
El monje budista Thich Nhaat Hanh, conocido mundialmente por sus esfuerzos por la paz en Vietnam, escribe así: “Durante la guerra vi al bando antirreligioso y al religioso matarse mutuamente, pretendiendo cada uno el monopolio de la verdad”.
¿Llegará el día en que las religiones dejen de ver su propio rostro en el espejo de las otras, sin presuposiciones, ni indignaciones, sin iras ni descalificaciones?
Para ello tendría que renunciar cada una al exclusivismo y al dogmatismo.
*Jesuita. Profesor de la Universidad
Santo Domingo de Osaka (Japón)
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