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miércoles, 7 de abril de 2010

Homilías y Recursos para la Homilía: II Domingo de Pascua (Juan 20,19-31) - Ciclo C


"VER PARA CREER"
Publicado por Augstinos España

Primera meditación

El domingo pasado celebrábamos la resurrección que es el hecho más grande para nosotros. Sin embargo, este acontecimiento no es siempre fácil de creer, no ya por nosotros, sino entre los mismos discípulos de Jesús.

De hecho, el evangelio de hoy nos muestra cómo Tomás, uno de los Doce, que fue testigo de todo lo que Jesús dijo e hizo; que lo había seguido a todas partes, hasta Jerusalén; que cenó con Jesús la noche antes de la pasión y, que posiblemente lo vió morir colgado de la cruz;... se muestra incrédulo ante la resurrección de Jesús.

Y, aunque lo decían las escrituras, y por más que lo había advertido Jesús con antelación, ni Tomás, ni los demás habían entendido nada. Ninguno de los doce esperaba que Jesús resucitase. Todos pensaban que con la muerte de Jesús se había acabado todo.

Por eso, cuando le dice los discípulos a Tomás que Jesús se les había aparecido a todos ellos pensó que estaban enganándole. Es entonces cuando dice que hasta que no meta sus dedos en las llagas y en la palma de sus manos no creerá que ha resucitado.

La verdad es que si dejamos al lado la historia de Tomás y pasamos a ver nuestra propia historia quizá nos damos cuenta que es la misma.Tener fe no siempre es fácil. Nadie niega la existencia histórica de Jesús. Sin embargo, muchas veces pueden surgir dudas fuertes de fe. Muchos quizá os nos habremos preguntado: ¿Y si Jesús no resucitó? ¿Y si los apóstoles se inventaron esa historia de que Jesús se les apareció? ¿Quizá el mismo Jesús empezó a decir que era hijo de Dios, pero era todo mentira?

Son dudas que nos pueden aparecer en cualquier momento. No obstante, no hay que asustarse si algún día vemos que nuestra fe se tambalea. Si dudaron Tomás y todos sus discípulos, por qué no podemos tener también nosotros dudas. También nosotros tenemos derecho a tenerlas.

Por eso no hay que asustarse sino verlas como algo normal. Porque en el fondo nos gusta ver las cosas para creerlas. Pero eso no sólo con Dios; es que nos pasa diariamente. ¿Cuántas veces nos cuentan cosas que no nos creemos, pero que luego resulta que son ciertas? Y, claro, cuando aquí se trata de creer en la resurrección, en que Jesús es hijo de Dios, también nos gustaría, como Tomás, ver para creer.

Sin embargo, no todo es fe a ciegas. Aunque no se pueda demostrar lo que sí es cierto es que hay cosas que tienen muy difícil explicación. Y es el cambio de mentalidad de los discípulos. Se produjo de la noche a la mañana. Dicho de otra forma:

Cuando los discípulos seguían a Jesús lo seguían pensando que era el Mesías esperado hace tanto tiempo y que iba a liberarlos de los romanos. Los discípulos estaban convencidos de esto. De hecho, el evangelio cuenta cómo una vez los discípulos le preguntaron a Jesús si iba a subir a Jerusalén para echar a los romanos e instaurar su Reino. Por otro lado, hasta tal punto estaban convencidos de esto que algunos seguidores de Jesús eran zelotas, un grupo que pretendía echar a los romanos por la fuerzas. Judas Iscariote era zelota. El mismo Pedro, tenía una espada cuando prenden a Jesús y corta la oreja del criado del sumo sacerdote. ¿Qué pintaba Pedro con una espada? Todo esto y más cosas nos muestran que para los discípulos Jesús no era Dios sino un hombre especial, pero al fin y al cabo un hombre. Por eso cuando lo cogieron para condenarle nadie dio la cara por él.

Así pensaban antes de la muerte de Jesús. Mirando esta mentalidad que con toda seguridad tenían los discípulos:

- ¿Cómo se explica que de llevar espadas para matar a los romanos, prediquen dos días después que hay que amar a todos?
- ¿Cómo, sabiendo que a Jesús lo crucificaron, se ponen a predicar lo mismo que les dijo Jesús? Se esban jugando su vida.
- ¿Cómo se explica que predique el perdón y el amor a todos incluso hacia los que habían matado a su mejor amigo que era Jesús?
- Si Jesús hubiese muerto y todo hubiese sido un cuento inventado, ¿cómo ponen los discípulos de jefe del grupo a Pedro que era quien habían negado conocer a Jesús? Si de ellos hubiese dependido sería el último a quien pusiesen.
- Cómo se explica la conversión de San Pablo.
- Si todo es un cuento, cómo siguen predicando...



Segunda meditación

El Evangelio hoy nos presenta dos escenas y dos motivos dentro de una experiencia pascual única: al atardecer del día de Pascua, Jesús irrumpe en medio de sus discípulos y les da la paz y una misión nueva, la de perdonar los pecados.

Superada su incredulidad, les da su aliento, su Espíritu de vida nueva y les hace hombres con un quehacer nuevo, el perdón universal.

A los ocho días, Jesús reaparece para ganarse a la fe a Tomás, que por no haberse encontrado antes con él, no podía creer lo que le contaban los otros discípulos.

La condescendencia de Jesús con Tomás, no persigue sólo que Tomás crea.

El Señor en este Evangelio, resalta y alaba a los que "creen" "sin necesidad de ver y tocar" el milagro.

Aunque la afirmación de fe de Tomás es de las mejores de toda la Escritura, no es comparable con la de aquellos que no necesitan ver al Resucitado para creer en él.

Nos dice el Evangelio que el primer don que la presencia de Jesús Resucitado trae a sus discípulos es la "alegría". Ese es el primero don que el Señor da a su comunidad: la alegría.

Y resulta extraño.

Estamos acostumbrados a una religión donde no brilla precisamente esa cualidad.

La alegría o el gozo, es una característica de los tiempos mesiánicos. Esta alegría es un sentimiento que surge de la felicidad que otorga el reino de Dios y la presencia de Cristo Salvador.

Se trata siempre de una alegría en el Señor, en la esperanza, de una alegría afirmada en la presencia de Cristo Resucitado. Es una alegría que se asocia a la llegada del Reino.

Y esta alegría se asocia con un clima sereno, de paz, de entusiasmo, de perdón.

Podríamos entonces pensar que el cristianismo tuvo siempre esta característica de una fe alegre, gozosa, esperanzadora y entusiasta.

Sin embargo no fue así, y aún hoy, en muchos ambientes la religión está asociada con el miedo, el tedio, la melancolía, una forma gris de vivir.

¿Porqué?

Simplemente porque se perdió el sentido de la Pascua y se puso el acento en ciertos elementos típicos de un hombre antiguo, típicos de quien vive, no bajo la novedad el Evangelio, sino bajo el peso de la ley.

Se buscó una moralidad y una piedad basada en el miedo. En el miedo a Dios, al infierno, a los castigos.

Se puso como fundamento no el amor gozoso por esta presencia serena de Cristo sino el cumplimiento de la ley y de un sinfín de reglamentos.

El cristianismo para muchos, se quedó en el viernes santo, no llegó a la Resurrección.

En cambio la Iglesia dice hoy como en Vigilia Pascual: " No busquen entre los muertos al que está vivo".

Y Jesús, vivo entre nosotros, nos trae, alegría, paz y perdón. Los testigos de Jesús Resucitado se saben enviados al mundo con la misión de perdonarlo. Precisamente porque Jesús, ha vencido la muerte y el pecado, el odio y la división; sus testigos no pueden reducirse a proclamarlo con palabras, tendrán..., "tendremos" que aportar hechos nuevos. Y no hay nada más renovador, nada más cristiano que el perdón.

El cristiano que no puede perdonar, no es testigo fehaciente de la resurrección.

El perdón que concedamos, la paz que podamos instaurar, serán la mejor demostración de la resurrección de Jesús, porque nuestro mundo, necesita perdón y paz.

Jesús se hace presente en medio de sus discípulos y les repite el saludo de la paz, como introducción a la misión que les va a confiar.

En esa misión van a poder contar siempre con su ayuda y su presencia y la seguridad que les dará el poder del Espíritu Santo. Con ese soplo de vida Jesús les infunde su Espíritu y con él, el poder de perdonar los pecados.

En este momento, Jesús instituye el sacramento de la reconciliación, les da a sus discípulos y a sus descendientes, los obispos y sacerdotes, el poder de perdonar los pecados-

La Reconciliación es un sacramente instituido por Cristo mismo. Y el Señor quiso que se realice así como se realiza hoy en día

Por eso debemos luchar contra la tentación de ir contra los mandatos de Jesús.

Muchas veces escuchamos personas que dicen : ¿Porqué tengo que contarle al cura, yo me confieso con Dios mismo?.

Si Jesús hubiera querido esto, así lo hubiera hecho. Podemos tener la certeza que si el Señor lo instituyó de esta manera, es porque es la mejor para nosotros.

En este tiempo pascual, que dura hasta Pentecostés, la Iglesia recomienda confesar y comulgar. No dejemos pasar este tiempo para acudir al sacramento de la Reconciliación. Es Cristo mismo, en la persona del sacerdote que nos espera a cada uno de nosotros para reconciliarnos con el Padre.


RECURSOS PARA LA HOMILÍA



Nexo entre las lecturas

"Cristo, el Viviente". Así lo "ve" el visionario de Patmos, así se presenta a los discípulos encerrados en una casa por miedo a los judíos, así lo experimentan los primeros cristianos de Jerusalén. "Yo soy el que vive; estuve muerto, pero ahora vivo para siempre" dice la figura humana a san Juan en una visión (segunda lectura). El Viviente se aparece a los discípulos atemorizados para infundirles paz, encomendarles la misión y otorgarles el Espíritu (Evangelio). El Viviente continúa operando signos y prodigios en medio del pueblo por medio de los apóstoles (primera lectura).


Mensaje doctrinal

1. El Viviente sorprende a todos. Si hay algo que los discípulos no esperaban es que Jesucristo, resucitando, volviese a la vida y se les apareciese sin perder su identidad con el Crucificado. Los Evangelios ponen de relieve esa impresionante sorpresa, que llegó hasta la temeridad de pedir pruebas, como lo hizo Tomás. Sorprende a las mujeres que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío, sorprende a los dos discípulos en camino hacia Emaús, sorprende a los discípulos reunidos en una casa. ¡Cuántas sorpresas juntas en ese día primero después del sábado! ¿Por qué les sorprende, si creían en la resurrección de los muertos? ¿Por qué les sorprende si habían visto a Lázaro, el hermano de Marta y María, ser resucitado por Jesús? ¿Por qué les sorprende, si Jesús se los había predicho en varias ocasiones durante su ministerio público? Les sorprende porque lo que contemplan sus ojos es algo inaudito. Ellos, como buenos judíos, educados por los escribas y fariseos, creían en la resurrección de los muertos, pero... no en el tiempo, sino al final de los tiempos. Les sorprende porque la resurrección histórica de Jesús es caso único y es absolutamente diferente a la de Lázaro, a la de la hija de Jairo o a la del hijo de la viuda de Naín. Jesús está vivo, pero su vida ya no es totalmente igual a la nuestra, es una vida diferente, nueva, superior. Les sorprende porque una cosa es escuchar, entender, y otra diversa experimentar: los discípulos no escuchan que Jesús va a resucitar al tercer día, lo ven y lo oyen resucitado, lo experimentan como el vencedor de la muerte, que vive para siempre. ¡Dichoso el hombre a quien Jesucristo vivo le sorprenda de modo permanente!

2. Los dones del Viviente. ¿Qué es lo que el Viviente regala a los suyos?

1) Les regala la paz, su paz. La necesitaban, porque estaban encogidos por el miedo. La necesitaban, para aquietar su mente y su corazón en el presente y de cara al porvenir. A todos los presentes les da la paz, no sólo a unos pocos privilegiados. Una paz que de ahora en adelante nadie les quitará, ni siquiera las tribulaciones o la muerte.

2) Les da su misma misión: Como el Padre me envió a Mí, así os envío Yo a vosotros. Durante tres años han ido captando la misión de Jesús y el modo de realizarla. Ahora Jesús les lanza a continuar su obra en Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo.

3) Les da al Espíritu Santo, para que realicen con valentía y libertad interior su misión. Inseparable de la misión de Jesucristo, continuará siendo inseparable de la misión de los apóstoles. Él hará fecundo su trabajo apostólico, y en un siglo habrán conquistado las plazas más grandes del mundo entonces conocido.

4) Les da su poder de perdonar los pecados. Puesto que sólo Dios puede perdonar los pecados, los perdonarán únicamente en nombre de Jesucristo y en virtud del poder de Dios. Este perdón es algo de lo que todo hombre siente necesidad, porque, si es sincero, se encontrará culpable.

5) Les da su amor condescendiente, como sucede con Tomás, con tal de afianzar su fe: "Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente" (Evangelio). Esta comprensión que el Viviente tiene de nuestras miserias es maravillosa.

6) Les da el poder de edificar la Iglesia mediante la predicación y la oración, mediante la realización de numerosos signos y prodigios, sobre todo de curaciones en nombre de Jesús (primera lectura).


Sugerencias pastorales

1. El clamor cristiano en favor de la vida. ¿Cuántos mueren diariamente en tu nación, en el mundo, de muerte violenta: en guerras o guerrillas, en las cárceles, en los hogares, en los hospitales, en las calles urbanas, en las autopistas? Jesucristo, el Viviente, ha venido para que el hombre tenga vida. Y Dios es el único Señor de la muerte y de la vida. ¿Por qué hay tantos hombres y mujeres que se creen señores de la vida, y la dan y la quitan según sus propios intereses? El clamor del cristiano en favor de la vida debe elevarse primeramente hacia el cielo, hacia Jesucristo vivo, para que abra las mentes y corazones de los hombres al valor de toda vida desde la concepción hasta la muerte, y para que conceda a la humanidad la conciencia clara y firme de ser administradores, no señores, de la vida. El clamor del cristiano en favor de la vida se dirigirá también a las instituciones estatales y públicas para que defiendan con vigor y con constancia todas las formas de vida humana, para que protejan la vida de los ciudadanos, sobre todo de los inocentes y de los indefensos, para que promuevan de modo responsable el amor a la vida. El clamor del cristiano en favor de la vida resonará dentro de su corazón, para que, a pesar de tanta violencia y tanto asesinato, nunca decaiga ante sus ojos el origen divino de la vida, el valor primordial de la existencia, la dignidad de toda vida humana. El cristiano clama en favor de la vida; sí, de la vida terrena en su preciosidad y en su contingencia; además, y sobre todo, por la vida de gracia, es decir, la presencia de Cristo viviente en el alma, y por la vida eterna, o sea, la victoria sobre la muerte y la experiencia inefable de una vida nueva, en eterna intimidad con Dios y con todos los bienaventurados.

2. No pasar por la vida, sino vivirla. La vida es una tarea para hombres responsables. Dios no nos la dio para pasar por ella, como se pasa por una feria o por un parque de atracciones. Se llega, se ve, se disfruta, y se va... Dios nos la dio para vivirla conforme a nuestra dignidad humana y cristiana. Dios no nos dio la vida para pasarla bien, sino para pasar, como Jesucristo, haciendo el bien; no para pasear, como un turista, sino para construir un mundo mejor y más cristiano; no para pisar a todo el que se pone en nuestro camino, sino para amar a todos, especialmente a los más necesitados. Esto de vivir la vida vale sobre todo para los jóvenes, que la miran de frente y la tienen casi completa todavía por delante. ¡Es una pena, que siendo tan bella, la pierdan o la malgasten! Vale igualmente para los ya entrados en la edad madura o en la misma ancianidad, porque cada día de vida es una gracia, es una tarea, es una meta que conquistar. Dichoso quien sabe apurar la vida hasta el final, amando gozosamente a Dios y a los hombres. ¿Hay mejor manera de vivir esta vida? ¿Hay mejor manera de prepararse para la vida que nos espera? Que Cristo Viviente sea la antorcha encendida que guíe nuestros pasos por la vida, para realmente vivirla.

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