Publicado por Amigos de Thomas Merton
El primer mandamiento cristiano dice que debemos amar a Dios sobre todas las cosas. Dios es siempre lo primero. Lo dice con hermosas palabras Deuteronomio 6, 4: “Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales”. Dios es Todo, el único absoluto.
Pero, al contrario de lo que muchas veces hemos pensado, Dios no es rival de nadie, nuestro amor por Él no compite con nuestros otros amores. No tenemos que elegir entre el amor a Dios y nuestro amor a nuestros padres, amigos o parejas. El amor a Dios sustenta todos nuestros amores. Él nos ama en el amor que nos ofrecen nuestras semejantes, y viceversa; le amamos a Él cuando damos amor a nuestro alrededor.
El pasaje evangélico para este tercer domingo de Pascua nos deja escuchar un diálogo entre Jesús y Pedro; Pedro es el amor impulsivo y arrogante, el amor humano que se cree capaz de absolutos. Por eso Pedro debe aprender humildad, aprender que el amor humano es frágil e inconstante; lo importante es que no sea un amor de mentiras, o un amor falso, sino auténtico y verdadero.
Jesús lo sabe todo de nosotros, y así nos ama. No nos pide una perfección arrogante, sino un amor humilde y confiado. Así nos invita al seguimiento.
Pero, al contrario de lo que muchas veces hemos pensado, Dios no es rival de nadie, nuestro amor por Él no compite con nuestros otros amores. No tenemos que elegir entre el amor a Dios y nuestro amor a nuestros padres, amigos o parejas. El amor a Dios sustenta todos nuestros amores. Él nos ama en el amor que nos ofrecen nuestras semejantes, y viceversa; le amamos a Él cuando damos amor a nuestro alrededor.
El pasaje evangélico para este tercer domingo de Pascua nos deja escuchar un diálogo entre Jesús y Pedro; Pedro es el amor impulsivo y arrogante, el amor humano que se cree capaz de absolutos. Por eso Pedro debe aprender humildad, aprender que el amor humano es frágil e inconstante; lo importante es que no sea un amor de mentiras, o un amor falso, sino auténtico y verdadero.
Jesús lo sabe todo de nosotros, y así nos ama. No nos pide una perfección arrogante, sino un amor humilde y confiado. Así nos invita al seguimiento.
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