En todo este revuelo de los delitos sexuales a menores se ha escuchado poco la voz de los psiquiatras y de la medicina en general.
Se ha hablado mucho, y con razón, sobre justicia y condena.
Se ha criticado ampliamente que cuando se trata de clérigos una parte de la jerarquía haya querido tapar esto. Dura crítica, por cierto, ni que a veces por la distancia temporal y cultural, un poco fuera de contexto.
También la palabra pecado, pecadores … se ha pronunciado desde diversas instancias. Nada que decir, si se refiere a la gravedad terrible de la materia, pero cuando se hace un juicio moral sobre cualquier persona, la última palabra sobre pecador o no pecador pertenece a Dios, hay que recordarlo. Sólo Él sabe la situación verdadera de una conciencia humana.
En opinión de no pocos psiquiatras y médicos se trata en muchos casos de una enfermedad sexual, que puede ser invencible en determinadas condiciones; como puede ocurrir también en otros temas que mueven a actuar al sujeto de forma compulsiva y prácticamente carente de libertad de dominio . Un hecho descontrolado, que el primero que lo puede lamentar en horas de clarividencia es el mismo sujeto. Es muy posible, dicen, que algunos violadores y explotadores sexuales hayan sido ellos mismos víctimas de abusos.
Uno se pregunta por qué el silencio, al menos en los grandes medios de comunicación, los científicos y entendidos en este tema. Sus aportaciones y reflexiones hacen mucha falta para poder informar a la opinión con un nivel suficiente de clarividencia. Evidentemente esto no representa ningún escape de la ley y la justicia, pero puede ayudar a matizar tantas informaciones generalizadas, y puede incluso representar un cierto atenuante moral y hasta judicial.
Unos hechos determinados, si marginamos su contexto subjetivo y ambiental, pueden ser un buen pretexto para desacreditar y dañar una persona, una familia, una entidad y hasta una institución.
Pecado, pecadores, delito, justicia, ley, compensaciones económicas, cárceles, condenas, expulsiones ….. etc. Nada que decir. Estamos a favor.
Y también: enfermedad, patologías personales y sociales, sanación, oportunidades, perdón, ….y la convicción de que hay situaciones personales que son como un grito a humanizar a fondo las frustraciones de los seres humanos. También estamos a favor. Quisiéramos escucharlo más.
“Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que el mundo fuese condenado, sino para salvarlo por medio de Él” (Juan 3,17)
Se ha hablado mucho, y con razón, sobre justicia y condena.
Se ha criticado ampliamente que cuando se trata de clérigos una parte de la jerarquía haya querido tapar esto. Dura crítica, por cierto, ni que a veces por la distancia temporal y cultural, un poco fuera de contexto.
También la palabra pecado, pecadores … se ha pronunciado desde diversas instancias. Nada que decir, si se refiere a la gravedad terrible de la materia, pero cuando se hace un juicio moral sobre cualquier persona, la última palabra sobre pecador o no pecador pertenece a Dios, hay que recordarlo. Sólo Él sabe la situación verdadera de una conciencia humana.
En opinión de no pocos psiquiatras y médicos se trata en muchos casos de una enfermedad sexual, que puede ser invencible en determinadas condiciones; como puede ocurrir también en otros temas que mueven a actuar al sujeto de forma compulsiva y prácticamente carente de libertad de dominio . Un hecho descontrolado, que el primero que lo puede lamentar en horas de clarividencia es el mismo sujeto. Es muy posible, dicen, que algunos violadores y explotadores sexuales hayan sido ellos mismos víctimas de abusos.
Uno se pregunta por qué el silencio, al menos en los grandes medios de comunicación, los científicos y entendidos en este tema. Sus aportaciones y reflexiones hacen mucha falta para poder informar a la opinión con un nivel suficiente de clarividencia. Evidentemente esto no representa ningún escape de la ley y la justicia, pero puede ayudar a matizar tantas informaciones generalizadas, y puede incluso representar un cierto atenuante moral y hasta judicial.
Unos hechos determinados, si marginamos su contexto subjetivo y ambiental, pueden ser un buen pretexto para desacreditar y dañar una persona, una familia, una entidad y hasta una institución.
Pecado, pecadores, delito, justicia, ley, compensaciones económicas, cárceles, condenas, expulsiones ….. etc. Nada que decir. Estamos a favor.
Y también: enfermedad, patologías personales y sociales, sanación, oportunidades, perdón, ….y la convicción de que hay situaciones personales que son como un grito a humanizar a fondo las frustraciones de los seres humanos. También estamos a favor. Quisiéramos escucharlo más.
“Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que el mundo fuese condenado, sino para salvarlo por medio de Él” (Juan 3,17)
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