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sábado, 1 de mayo de 2010

1 de Mayo, Huelga Universal


Publicado por El Blog de X. Pikaza

Mi primer recuerdo del 1 de Mayo se remonta al 1953. Íbamos a clase, pues no era festivo en la España franquista, contraria a todo lo que pudiera oler a comunismo o a derecho de los trabajadores. Un compañero algo mayor, de familia obrera de Durango, nos paró en el camino y nos dijo: ¡Hoy no es día de clase, es día de huelga! Todos los trabajadores del mundo han de unirse, para que haya justicia, para no trabajar como se hacen ahora los obreros, sino para el bien de todos… porque los trabajadores tienen que conquistar y gobernar el mundo.

Nosotros también teníamos que hacer huelga. ¡No vamos a clase, vamos a protestar, vamos a gritar a la Plaza de Santa María! Así nos dijo, y nos enseñó una foto vieja, de un 1 de Mayo en USA, como la de arriba, en los principios de la fiesta de los trabajadores. Pero un hombre muy serio que pasaba con mono por la acera, nos oyó se paró y nos dijo: ¡Chavales, a clase, que puede haber tiros, hoy no podemos, cuando seáis mayores vosotros haréis esa huelga!

No la hicimos entonces (¡ni nunca después la hicimos de verdad!), pero hoy, pasados 57 años, me gusta recordar aquel día y proponer, aunque sólo sea en un medio virtual como este blog, una huelga universal de vida, al servicio de la humanidad: huelga de trabajo digno y solidario, de trabajo en igualdad fundamental para todos los seres humanos, de trabajo al servicio de la “huelga” (¡que es el holgar, el gozar, que es el juego y el amor, la solidaridad con un mundo inmenso y pequeño que nos da la vida!

Esta huelga que propongo recoge la historia de muchos años posteriores. ¡Desde aquel día han pasado tantos unos de Mayo! He conocido el Uno de Mayo del franquismo posterior con folklore de trabajadores domesticados…; y el Uno de Mayo de la URRS con paradas militares de trabajadores soldados…; y el Uno de Mayo de San José Operario, teñido de una piedad esquiva. De un modo especial recuerdo el Uno de Mayo del 1968 en Roma, con el aliento de la revolución de miles de estudiantes y obreros…
Y ahora, año 2010, cuando el problema en nuestro mundo no es el trabajo sino el paro (que puede llegar a los cinco millones en España), cuando han crecido los retos de la desigualdad mundial, y la URRS no existe, ni el folklore franquista, ni San José Operario, ni comunistas italianos como aquellos del 68, me atrevo a presentar una página de mi libro El Camino de la Paz, sobre la Huelga Universal al Servicio de un mundo solidario.

1 de Mayo, día universal de huelga al servicio de la paz humana

El Uno de Mayo es día bueno para ofrece una especie de manifiesto al servicio de la “conversión de Reino” (cf. Mc 1, 14-15), tomando una decisión radical, de forma que el capital y el trabajo se pongan al servicio del hombre y así pueda surgir, por primera vez en la historia de loa hombres, un tipo de abundancia universal, gozosa. Ese cambio no es fácil, como ha puesto de relieve el fracaso (al menos relativo) de las revoluciones marxistas, que han querido superar el modelo de economía capitalista… y el fracaso del capitalismo actual, que nos ha metido en la Gran Crisis.

Hasta ahora, en los últimos milenios y de un modo especial en los dos siglos finales, la economía dominante ha estado marcada por el dominio del capital y el mercado, que han impuesto su dictado desde arriba sobre el conjunto de los hombres y la tierra, al servicio del sistema. Del único mundo (one world), que nos precedía y engendraba, con sus signos divinos, como madre providente, hemos pasado al único mercado (one market), que nosotros mismos instauramos, como dioses pequeños, dispuestos a comprarlo y a venderlo todo (como decía Kant). Nada se hereda y comparte gratuitamente, todo se compra y se vende. Pues bien, en ese contexto, el evangelio de Jesús implica una ruptura radical de gracia y debe expresarse a través de una fuerte decisión económica.

En este mundo “viejo” se ha podido decir que los bienes básicos de una población (o de la humanidad) no son los naturales (recibidos de forma gratuita), sino los producidos de manera técnica y comprados a través del único mercado, que regula desde arriba (por imposición) los recursos y bienes de la humanidad. De esa forma hemos pasado de la naturaleza madre a la empresa madrastra, dirigida por el capital y dominada mercado. La madre naturaleza regalaba a todos sol y lluvia (cf. Mt 5, 46 par), pero la industria y el mercado ofrecen casi todo muy pocos y casi nada a muchos. Con su sabiduría natural, la tierra había mantenido hasta el momento su oferta y así hemos nacido y crecido en ella, a pesar de nuestras violencias. Pero el mercado que nosotros hemos producido puede necesitar la muerte de miles de millones de personas, a no ser que cambiemos su estructura actual. En ese contexto se inscribe la “decisión” de Jesús, la tarea del Reino.

Como he dicho, las revoluciones marxistas de principios y mediados del siglo XX han fracasado (por errores propios y por presiones ajenas) dejando en la actualidad un vacío, con la sensación de que nada se puede cambiar, pues el nuevo capitalismo lo ha dominado todo. Pues bien, ese nuevo capitalismo está en crisis (año 2010), de manera que son muchos los que piensan que no puede haber una revolución económica, sino que estamos condenados a la guerra permanente y la ruina de mercados, en contra de lo que había supuesto la gran Ilustración del siglo XIX y XX.

En este momento son muchos los que piensan que para evitar el colapso de la economía (con el riesgo que implica para miles de millones de personas), debemos realizar una profunda inversión (cambio de rumbo), de manera que el capital se ponga al servicio de los hombres, no en línea de compra/venta, sino de comunicación personal. Para ello debemos iniciar una “salida” y protesta, es decir, tomando la decisión de declarar una huelga general (universal), contra las leyes y normas del capital y del mercado, dejando de colaborar con el sistema y abandonando la “ciudad de opresión” (como pedía Mc 13, 14 y Ap 18, 4).

No se trata de tomar el poder económico/político para cambiarlo (como quiso Lenin en Rusia, el año 1917), sino de superar nuestro tipo de poder económico y trabajo , a través de un rechazo (una salida), al modo de Jesús, no para dejar de trabajar o para pedir simplemente salarios más altos (cosa que ha sido a menudo conveniente), sino para abrir nuestra mente y corazón a otros valores, para trabajar de una forma distinta y producir de otra manera, al servicio de los hombres (los pobres) y no del mercado capitalista o de la seguridad militar.
No será una huelga contra nadie, sino a favor de todos, desde los más pobres, en la línea de los itinerantes de Jesús, campesinos sin campo ni trabajo, que se unían para compartir, iniciando una nueva solidaridad y comunicación, para curar a los ricos. No será huelga para romper máquinas e incendiar casas o cosechas, sino para poner máquinas/casas/cosechas al servicio de todos, una huelga sanadora que pueda transformar incluso a los antiguos propietarios (¡capitalistas!). Sólo así podrá lograr una nueva economía mundial, que no esté al servicio del Imperio (capital, mercado), sino de todos los hombres y pueblos, empezando por los pobres, en una línea de paz.

Será una economía de caminos múltiples, que ha de expresarse como espacio de encuentros abiertos, como una red donde todos puedan introducirse, cada uno con sus peculiaridades y sus aportaciones. Tendremos que pasar de una estructura piramidal y jerárquica del capital, que impone su dictado, a una visión multi-polar del trabajo (producción) y del mercado (distribución), donde cada uno pueda recibir lo que necesita y ofrecer lo que pueda, en actitud de concordia universal (cf. Hech 2, 44-45), recreando en una perspectiva más alta la intuición primera del amor: lo que es bueno para otros lo será también para nosotros.

Este cambio sólo puede hacerse desde abajo, no desde el capital (pues capital y mercado, en su forma actual, dominan todo) e implica un tipo de ruptura (huelga). En contra de ese capital/mercado de la actualidad, surgirá un modelo de trabajos e intercambios múltiples, unidos entre sí, creando interconexiones gratuitas, al servicio de todos, de manera que, conforme a su significado, el mercado no será institución de compra/venta, sino espacio de merced (mercy). El modelo actual pone en riesgo la vida de los hombres y mujeres, sometiendo a su dictado a todos los pueblos y personas. Sólo un modelo de economía de centros múltiples, guiada por el gozo de la producción himanizadora y la comunicación (gratuita), hará posible el surgimiento de una sociedad de interacciones múltiples, superando el riesgo de guerra en que actualmente nos hallamos. Ciertamente, la solución de los problemas de la humanidad no es sólo económica, pero sin una nueva economía, al servicio de todos los hombres, a partir de los más pobres, seguiremos en riesgo de guerra.

Para que ese riesgo cese debe cambiar el modelo actual de economía del sistema y eso sólo se puede conseguir haciendo que ella “suba de nivel” a través de una mutación humana como la de Jesús. Eso significa que tenemos que abandonar el trabajo al servicio del sistema (como lo abandonaron los primeros seguidores de Jesús), no por rechazo destructor (quemando las mieses, derribando las fábricas, matando a los propietarios…), como a veces se ha hecho, sino creando formas de economía alternativa, en la línea del pacto y simbiosis de los itinerante y sedentarios del tiempo de Jesús.

Esa “huelga” universal se parece a la que hicieron los primeros cristianos, creando comunidades alternativas de comunicación económica y social, que no sigan sin más el modelo comunista, ni introduzcan unos simples retoques en el capitalismo, sino que ofrezcan nuevos modelos de comunicación laboral y personal, para el bien de todos. Ciertamente, Jesús no vino a cambiar el tipo exterior de economía en cuanto tal, pero su propuesta (su gran “huelga” evangélica), vinculada a los campesinos sin campo y desplegada a modo de movimiento mesiánico, puede y debe ser principio de transformación económica. Algunos teólogos (y economistas) afirman que la revelación de Dios (fe) y la economía (vida material) deben separarse.

En contra de eso, afirmamos que las bienaventuranzas y el mensaje de evangelización de los pobres (cf. Mt 11, 2-4) forma parte esencial del evangelio y que en su fondo hay una experiencia y exigencia de transformación económica. La paz no depende sólo de la economía, pero sin una nueva economía al servicio de la comunión humana, no podrá haber paz sobre la tierra.

Esta propuesta asume algunos elementos del programa de Benedicto XVI, Caritas in Veritate (2009), pero es mucho más radical, pues no quiere un retoque por pacto entre el mercado y los estados (políticos), sino una “conversión e inversión” radical, con “huelga universal” económica, en la línea ya indicada.

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