“Hay que recuperar la esperanza en las posibilidades reales de la Argentina a partir del patrimonio de esta tierra fecundísima, de una tradición espléndida y de los valores humanos y cristianos que nuestro pueblo sigue conservando. La Providencia de Dios nos ha favorecido con generosidad; a nosotros nos toca responder”, aseguró el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, en su reflexión semanal por televisión.
El prelado destacó en este sentido los valores “de la gente sencilla, de los que no figuran, pero que constituyen la trama de la Argentina real y que permiten que el país subsista a pesar de nuestras crónicas crisis”.
Tras hacer un racconto histórico de los acontecimientos de mayo de 1810, recordó que “nosotros celebramos este acontecimiento con gratitud, con alegría, pero hay que tener en cuenta que desde 1810 hasta aquí, en estos 200 años, ha corrido mucha agua bajo los puentes, y que los primeros años de la Revolución han sido muy inciertos”.
“En realidad, estamos festejando un Bicentenario que es un sexenio, que va desde 1810 hasta 1816. El glorioso inicio de los Días de Mayo fue una asonada porteña, es verdad, y faltaba todavía la adhesión de los pueblos del interior, que iba a consumarse plenamente en el Congreso de Tucumán en 1816. Allí sí, se puede decir que la Argentina tomó cuerpo”, subrayó.
Monseñor Aguer precisó que “luego continuaron una serie de problemas estructurales que se prolongan hasta hoy como, por ejemplo, la inestabilidad política, la corrupción frecuente, el desinterés de muchos por los problemas de la vida pública, los problemas económicos, la deuda, la famosa “deuda externa” que se contrajo muy pronto y fue arrastrándose a lo largo de decenios y decenios y todavía hoy plantea un grave problema. Los problemas sociales más graves, quizá vinieron después”.
“Esa suma de hechos ha llevado a una especie de desencanto a la sociedad argentina. Las crónicas del Primer Centenario, de 1910, refieren que había otro clima espiritual. Sin duda que en aquella época no faltaban defectos en nuestra sociedad y enormes injusticias, pero la Argentina se prometía un futuro de grandeza. Había una especie de exaltación en aquella fiesta; en cambio hoy día se nota un clima más bien depresivo, y en ese contexto los homenajes parecen más formales que reales”, concluyó.+
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El prelado destacó en este sentido los valores “de la gente sencilla, de los que no figuran, pero que constituyen la trama de la Argentina real y que permiten que el país subsista a pesar de nuestras crónicas crisis”.
Tras hacer un racconto histórico de los acontecimientos de mayo de 1810, recordó que “nosotros celebramos este acontecimiento con gratitud, con alegría, pero hay que tener en cuenta que desde 1810 hasta aquí, en estos 200 años, ha corrido mucha agua bajo los puentes, y que los primeros años de la Revolución han sido muy inciertos”.
“En realidad, estamos festejando un Bicentenario que es un sexenio, que va desde 1810 hasta 1816. El glorioso inicio de los Días de Mayo fue una asonada porteña, es verdad, y faltaba todavía la adhesión de los pueblos del interior, que iba a consumarse plenamente en el Congreso de Tucumán en 1816. Allí sí, se puede decir que la Argentina tomó cuerpo”, subrayó.
Monseñor Aguer precisó que “luego continuaron una serie de problemas estructurales que se prolongan hasta hoy como, por ejemplo, la inestabilidad política, la corrupción frecuente, el desinterés de muchos por los problemas de la vida pública, los problemas económicos, la deuda, la famosa “deuda externa” que se contrajo muy pronto y fue arrastrándose a lo largo de decenios y decenios y todavía hoy plantea un grave problema. Los problemas sociales más graves, quizá vinieron después”.
“Esa suma de hechos ha llevado a una especie de desencanto a la sociedad argentina. Las crónicas del Primer Centenario, de 1910, refieren que había otro clima espiritual. Sin duda que en aquella época no faltaban defectos en nuestra sociedad y enormes injusticias, pero la Argentina se prometía un futuro de grandeza. Había una especie de exaltación en aquella fiesta; en cambio hoy día se nota un clima más bien depresivo, y en ese contexto los homenajes parecen más formales que reales”, concluyó.+
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