Por Luis García Orso, S.J.
Publicado por Fe Adulta
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Claireece Precious Jones es una joven negra, de 16 años de edad y más de cien kilos de peso, que apenas sabe leer y escribir, y que espera su segundo hijo. Vive con su madre en un mísero apartamento de Harlem. Fue violada por su padre y tuvo una niña con síndrome de Down, a quien cuida la abuela, que sólo ve cuando llega la asistenta social. La madre no hace nada más que ver televisión, comer, y maltratar a su hija Precious.
Con cada humillación, cada fracaso, tantas dificultades, Precious huye a un mundo imaginario donde ella sí es “preciosa”, como una chica famosa que posa ante las cámaras, sale en las revistas y en pasarelas, y es coqueteada por chicos guapos. Sólo en sus sueños, porque la realidad de humillación cotidiana la ha hecho crearse una coraza de silencio, tristeza, defensa y baja autoestima; aunque quizás –se dice- algún día pase algo.
La directora de la escuela secundaria le recomienda que vaya a un programa alternativo para su educación, en un grupo pequeño de chicas con problemas, conducido por una tierna y firme maestra, Blue Rain. Este será el primer paso de muchos otros pasos, en un nuevo camino que espera a Precious.
Precious, la película del director afroamericano Lee Daniela, sigue fielmente a la novela 'Push' (así llamada también en la edición española de Anagrama) cuya autora es Sapphire, pseudónimo de Ramona Lofton, una californiana afincada en Nueva York que tiene experiencia en educación de adolescentes y adultos en Harlem y Bronx.
Esa dependencia no es gratuita, pues la novela narra en primera persona la vida de Precious y cómo es que tener palabra para hablar, escribir, leer, narrar, contar su propia historia, se convierte en el camino de liberación y crecimiento humano.
La joven Precious ha de aprender a conocer las letras, las frases, y la historia escondida detrás de unas palabras no dichas ni compartidas antes: su nombre, su color preferido, sus gustos y cualidades, sus tristezas y dolores, sus sueños y fracasos. Cuando esto empieza a salir a la luz, también la vida empieza a iluminarse. El título de la novela, Push: empujar, pujar, esforzarse, indica este movimiento de alguien que puede crear algo nuevo.
La película muestra una historia dolorosa y real, la historia de tantas mujeres y niñas que concentran carencias afectivas, familiares, económicas, culturales, educativas, y sobre las que pesan los peores abusos emocionales, psicológicos, físicos y sexuales, pero lo logra hacer sin la falsa conmiseración, los moralismos o condenas, el amarillismo exagerado, a que nos hemos acostumbrado en muchos medios de comunicación.
Lo que interesa es el intento sincero de ayudar a recuperar la dignidad de todo ser humano, pero en particular de las mujeres humilladas. Es reconocer una historia y poder acercarnos –en un caso particular- al proceso que nos puede ayudar a crecer humanamente. Es reconocer que más allá de la pobreza económica hay otra pobreza más profunda y dolorosa: la de no tener una palabra o un signo de fe, de esperanza, de amor, de amistad, de solidaridad.
La maestra Blue Rain cree en cada una de las jovencitas del grupo y cree en la palabra que recoge su vida, y actúa como una partera que sacará lo mejor de cada una, la verdadera criatura. Cuando ellas empiezan a escucharse, empiezan a creer en su propia voz y a creer en lo que son en verdad. Así viene también el apoyo de la trabajadora social y del enfermero. Se necesita, pues, una persona que se atreva a creer, a acoger, a escuchar, a comprender, a amar al otro, a la otra, para que la persona pueda tener fe en ella misma y pueda amarse.
En un momento de crisis, Precious se desahoga llorando: “Nadie me ama; nadie ha hecho nada por mí”, y la maestra le dice de corazón: “Tu bebé te ama; yo te amo”. Esta experiencia real es la que sana, fortalece, humaniza, redime.
La madre de Precious se queja dolida de perder al hombre que necesitaba que la amara. A partir de ahí, todo devino en agresividad, violencia, frustración, desencanto. Por el contrario, el camino pedagógico de redención que emprende Precious es aquel que el mismo Jesucristo ha manifestado primero: que Dios nos ama a cada uno, a cada una, que vivimos de ese amor, que ante la mirada de El siempre somos acogidos, perdonados, amados… somos preciosos para Él.
Luis García Orso, S.J.
México / Marzo 25 de 2010
Con cada humillación, cada fracaso, tantas dificultades, Precious huye a un mundo imaginario donde ella sí es “preciosa”, como una chica famosa que posa ante las cámaras, sale en las revistas y en pasarelas, y es coqueteada por chicos guapos. Sólo en sus sueños, porque la realidad de humillación cotidiana la ha hecho crearse una coraza de silencio, tristeza, defensa y baja autoestima; aunque quizás –se dice- algún día pase algo.
La directora de la escuela secundaria le recomienda que vaya a un programa alternativo para su educación, en un grupo pequeño de chicas con problemas, conducido por una tierna y firme maestra, Blue Rain. Este será el primer paso de muchos otros pasos, en un nuevo camino que espera a Precious.
Precious, la película del director afroamericano Lee Daniela, sigue fielmente a la novela 'Push' (así llamada también en la edición española de Anagrama) cuya autora es Sapphire, pseudónimo de Ramona Lofton, una californiana afincada en Nueva York que tiene experiencia en educación de adolescentes y adultos en Harlem y Bronx.
Esa dependencia no es gratuita, pues la novela narra en primera persona la vida de Precious y cómo es que tener palabra para hablar, escribir, leer, narrar, contar su propia historia, se convierte en el camino de liberación y crecimiento humano.
La joven Precious ha de aprender a conocer las letras, las frases, y la historia escondida detrás de unas palabras no dichas ni compartidas antes: su nombre, su color preferido, sus gustos y cualidades, sus tristezas y dolores, sus sueños y fracasos. Cuando esto empieza a salir a la luz, también la vida empieza a iluminarse. El título de la novela, Push: empujar, pujar, esforzarse, indica este movimiento de alguien que puede crear algo nuevo.
La película muestra una historia dolorosa y real, la historia de tantas mujeres y niñas que concentran carencias afectivas, familiares, económicas, culturales, educativas, y sobre las que pesan los peores abusos emocionales, psicológicos, físicos y sexuales, pero lo logra hacer sin la falsa conmiseración, los moralismos o condenas, el amarillismo exagerado, a que nos hemos acostumbrado en muchos medios de comunicación.
Lo que interesa es el intento sincero de ayudar a recuperar la dignidad de todo ser humano, pero en particular de las mujeres humilladas. Es reconocer una historia y poder acercarnos –en un caso particular- al proceso que nos puede ayudar a crecer humanamente. Es reconocer que más allá de la pobreza económica hay otra pobreza más profunda y dolorosa: la de no tener una palabra o un signo de fe, de esperanza, de amor, de amistad, de solidaridad.
La maestra Blue Rain cree en cada una de las jovencitas del grupo y cree en la palabra que recoge su vida, y actúa como una partera que sacará lo mejor de cada una, la verdadera criatura. Cuando ellas empiezan a escucharse, empiezan a creer en su propia voz y a creer en lo que son en verdad. Así viene también el apoyo de la trabajadora social y del enfermero. Se necesita, pues, una persona que se atreva a creer, a acoger, a escuchar, a comprender, a amar al otro, a la otra, para que la persona pueda tener fe en ella misma y pueda amarse.
En un momento de crisis, Precious se desahoga llorando: “Nadie me ama; nadie ha hecho nada por mí”, y la maestra le dice de corazón: “Tu bebé te ama; yo te amo”. Esta experiencia real es la que sana, fortalece, humaniza, redime.
La madre de Precious se queja dolida de perder al hombre que necesitaba que la amara. A partir de ahí, todo devino en agresividad, violencia, frustración, desencanto. Por el contrario, el camino pedagógico de redención que emprende Precious es aquel que el mismo Jesucristo ha manifestado primero: que Dios nos ama a cada uno, a cada una, que vivimos de ese amor, que ante la mirada de El siempre somos acogidos, perdonados, amados… somos preciosos para Él.
Luis García Orso, S.J.
México / Marzo 25 de 2010
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