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domingo, 13 de junio de 2010

Domingo XI del Tiempo Ordinario: Escándalo vs compasión



La escena que nos presenta el evangelio de hoy no es´ta muy lejos de la vida de cada día. La compasión, el perdón, el tener que apartar los prejuicios, el saber integrar, rehabilitar… Perfume de vida frente a los ambientadores de los hipócritas.

Perdóname por todos mis errores, por mis mil contradicciones, por las puertas que crucé; […] entiéndeme por todas mis locuras, fueron la mitad más una de las que te he visto hacer, discúlpame si te duele lo que veo, demasiados buitres negros, tu eres demasiado bueno para ellos, tu eres demasiado bueno para ellos… Esta canción de Amaral sirve para situarnos en el episodio que nos relata el evangelio de este domingo, aunque esto se referiría más a la actitud de la mujer ante Jesús y dejaría en otro plano al asombrado y ¿escandalizado? Simón.

De forma gráfica se nos presenta hoy un binomio demasiado habitual en la vida pública de Jesús y, también, en nuestras días y en nuestra Iglesia: escándalo-compasión. Ante ellos una mujer. Simón ve una prostituta, una pecadora, una escoria... Jesús ve una persona, una hermana. El fariseo la ve “haciendo cosas”. Jesús la ve “amando”. Simón la había condenado antes de que hubiera siquiera entrado en su casa. Jesús la libera de su pecado.

Simón, perfecto e intachable a los ojos de la gente, tuvo que “soportar” el ver como una pecadora pública besando y perfumando a Jesús sin que éste hiciese nada para impedirlo. Ese hecho era una auténtica carga de profundidad en el manual de las buenas costumbres. Jesús da absoluta prioridad al amor y la compasión hacia la mujer que a la observancia de la ley. Es el amor y la sensibilidad hacia todos el que logra hacer crecer a las personas, el que facilita que alcancen la plenitud. Quedarse en una observancia más propia de pollinos que de personas difícilmente puede provocar un avance en la realización personal. Por eso, Jesús enumera todos los detalles que ha tenido la mujer y que él no había tenido. A continuación Jesús le perdona sus pecados. Aquí puede que fácilmente asociemos esto a un confesionario. Perdonar los pecados a quien la sociedad despreciaba y vejaba significaba devolverle la dignidad, hacer que de nuevo volviese a integrarse en la sociedad.

En este domingo no resulta complicado cruzar el puente entre el evangelio y la vida. Pues para todos, bay ocasiones en que nos equivocamos, no llegamos, o no queremos… Ocasiones en que le fallamos a la gente, en que herimos a otros –por acción o por omisión, a veces siendo conscientes de ello, y otras sin darnos cuenta… No hay que ser un agonías ni un perfeccionista agobiado por hacerlo todo bien. Pero, a la vez es señal de madurez el poder mirar alguna vez hacia dentro y reconocer lo que se tambalea en nosotros. O mirar hacia fuera, tender la mano al otro y saber pedir perdón.

El perdón conlleva la posibilidad de seguir adelante en la vida. Nuestra fe nos dice que Dios no cierra las puertas ni vuela los puentes, sino que nos ofrece, una y otra vez, una mano tendida para continuar camino con Él. Si alguna vez has vivido la experiencia de reconciliarte con alguien a quien quieres, tras alguna discusión o ruptura fuerte, entenderás por qué decimos que la reconciliación con Dios permite continuar adelante.

Frente al legalismo y los prejuicios, hay que perdonar de prisa, y ¡por nada a cambio! ¡Gratuitamente! ¡Por añadidura! El ofendido renuncia, sin estar obligado a ello, a reclamar lo que se le debe y a ejercer su derecho. El verdadero perdón, al margen de toda legalidad, es un don gracioso del ofendido al ofensor; el verdadero perdón es una relación personal con alguien, no el pago de un recibo todos los meses hasta el final de nuestros días. En el evangelio de hoy lo hemos comprobado. Mientras Simón se escandaliza con la ley en la mano, Jesús hace que la mujer vuelva a sentirse persona. El perfume del perdón no es el ambientador de los hipócritas leguleyos. El perdón limpia, la hipocresía tapa y camufla. El perfume permanece, el ambientador es pasajero. La compasión, el perdón, edifican. La hipocresía hunde. Hoy la mujer renace, crece; Simón, sin embargo, se queda estancado y ahogado entre preceptos y prejuicios.

Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)
Publicado por Entra y Veras

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