Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 6, 7-15
Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera:
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino,
que se haga tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación,
sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
El Evangelio de este día nos lleva otra vez al “discurso de la montaña”, para aprender allí en la contemplación y la escucha del Maestro, a orar y a vivir como hijos de Dios.
1. Renovar la relación de amor con el Padre (6,7-8)
El Padre nuestro es la oración de Jesús, el Hijo amado, quien por pura gratuidad nos participa lo que Él es, nos hace iguales, hijos en él y como él hasta el punto que podamos dirigirnos al Padre con su mismo espíritu: “¡Abbá, Padre!” (Romanos 8,15).
Enseñándoles el Padre nuestro, Jesús comparte con los discípulos la relación de amor que vive con el Padre; por eso, los discípulos “no multiplican las palabras como los paganos” (Mateo 6,7) pues tienen puesta la confianza en el Padre que los ama y conoce sus necesidades: “Ustedes no recen de ese modo porque antes de que pidan, el Padre sabe bien lo que necesitan” (6,8).
2. El Padre Nuestro (6,9-13)
“¡Padre!”. Jesús no le decía a Dios Padre, sino “Abbá” que es una expresión de familiaridad propia del niño en la relación con su papá”. En español podríamos decir “Papaíto, papito lindo”. Esto, nos deja entender que Jesús trató siempre a Dios con la confianza de un niño a su papá, y así quiere que hagamos también nosotros.
La Palabra “Nuestro” nos hace reconocer que es en la paternidad de Dios donde se fundamenta nuestra fraternidad, somos hermanos, porque hijos amados del Padre, ¡todos venimos de la misma Fuente!
En las siete peticiones del Padre nuestro, Jesús nos enseña a pedir al Padre lo que Él mismo quiere darnos.
Las tres primeras peticiones
(1) Santificado sea tu Nombre: Que el Padre sea reconocido como Dios por todos.
(2) Venga tu Reino: Que al reconocernos como hijos de Dios podamos vivir en la justicia, la igualdad y la solidaridad; el Reino del Padre es la fraternidad de sus hijos.
(3) Hágase tu Voluntad: que realice su proyecto eterno sobre cada uno de nosotros reproduciendo en todos la imagen de su Hijo (Romanos 8,28).
Con estas primeras peticiones, Jesús nos enseña que la oración es salir de si mismo y entrar en sintonía con el corazón del Padre para querer lo que El quiere de nosotros, porque sabemos que el Padre nos ama y nos quiere felices.
Las otras tres peticiones
Las cuatro peticiones siguientes nos hacen mirar al Padre como el dador de todo bien, que cuida y se compadece de sus hijos.
(4) “Danos hoy el pan de cada día”: confiados en el Padre, Dios de la vida, le pedimos el pan, las posibilidades de trabajo y de sustento, con las cuales el sigue recreando nuestra vida, y le pedimos también el Pan del cielo, Jesús Eucaristía, el alimento que perdura y no nos dejará morir jamás.
(5) “Perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”: Con esta suplica, Jesús quiere ayudarnos a mantener viva en nosotros la conciencia de que somos pecadores, pero que en El y por El podemos esperar confiados la misericordia del Padre; la sana conciencia de nuestro pecado nos ubica en la humildad y nos hace abiertos, tolerantes y comprensivos los unos con los otros, dispuestos al perdón y a la misericordia. Por eso, para Jesús es obvio que cuando suplicamos el perdón del Padre, ya nos hemos perdonado entre nosotros.
(6) “No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”: nuevamente Jesús nos sitúa en la humildad de corazón que nos saca de nuestra autosuficiencia y nos hace depender confiadamente de la misericordia y el poder del Padre que en Jesús ya nos ha librado del pecado y de las fuerzas del mal.
Estas peticiones están marcadas por un hondo sentido de solidaridad y de fraternidad que agrada al Padre y le permite ver y escuchar en nosotros la oración de Jesús, su Hijo amado.
El Padre nuestro identifica nuestros sentimientos con los de Jesús, nos hace participes de su identidad, oramos en el, por el y como el.
1. ¿Qué comparte con nosotros Jesús al enseñarnos el Padre Nuestro?
2. De las peticiones del Padre Nuestro, ¿Cuál es aquella con la cual más me identifico y por qué?
3. ¿En qué hago consistir concretamente mi relación con el Padre? ¿Solamente pido cosas o también sé bendecir su nombre?
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera:
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino,
que se haga tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación,
sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL
Nuestra conversión: orar como hijos
“Deben orar de esta manera”
Por CELAM - CEBIPAL
Nuestra conversión: orar como hijos
“Deben orar de esta manera”
El Evangelio de este día nos lleva otra vez al “discurso de la montaña”, para aprender allí en la contemplación y la escucha del Maestro, a orar y a vivir como hijos de Dios.
1. Renovar la relación de amor con el Padre (6,7-8)
El Padre nuestro es la oración de Jesús, el Hijo amado, quien por pura gratuidad nos participa lo que Él es, nos hace iguales, hijos en él y como él hasta el punto que podamos dirigirnos al Padre con su mismo espíritu: “¡Abbá, Padre!” (Romanos 8,15).
Enseñándoles el Padre nuestro, Jesús comparte con los discípulos la relación de amor que vive con el Padre; por eso, los discípulos “no multiplican las palabras como los paganos” (Mateo 6,7) pues tienen puesta la confianza en el Padre que los ama y conoce sus necesidades: “Ustedes no recen de ese modo porque antes de que pidan, el Padre sabe bien lo que necesitan” (6,8).
2. El Padre Nuestro (6,9-13)
“¡Padre!”. Jesús no le decía a Dios Padre, sino “Abbá” que es una expresión de familiaridad propia del niño en la relación con su papá”. En español podríamos decir “Papaíto, papito lindo”. Esto, nos deja entender que Jesús trató siempre a Dios con la confianza de un niño a su papá, y así quiere que hagamos también nosotros.
La Palabra “Nuestro” nos hace reconocer que es en la paternidad de Dios donde se fundamenta nuestra fraternidad, somos hermanos, porque hijos amados del Padre, ¡todos venimos de la misma Fuente!
En las siete peticiones del Padre nuestro, Jesús nos enseña a pedir al Padre lo que Él mismo quiere darnos.
Las tres primeras peticiones
(1) Santificado sea tu Nombre: Que el Padre sea reconocido como Dios por todos.
(2) Venga tu Reino: Que al reconocernos como hijos de Dios podamos vivir en la justicia, la igualdad y la solidaridad; el Reino del Padre es la fraternidad de sus hijos.
(3) Hágase tu Voluntad: que realice su proyecto eterno sobre cada uno de nosotros reproduciendo en todos la imagen de su Hijo (Romanos 8,28).
Con estas primeras peticiones, Jesús nos enseña que la oración es salir de si mismo y entrar en sintonía con el corazón del Padre para querer lo que El quiere de nosotros, porque sabemos que el Padre nos ama y nos quiere felices.
Las otras tres peticiones
Las cuatro peticiones siguientes nos hacen mirar al Padre como el dador de todo bien, que cuida y se compadece de sus hijos.
(4) “Danos hoy el pan de cada día”: confiados en el Padre, Dios de la vida, le pedimos el pan, las posibilidades de trabajo y de sustento, con las cuales el sigue recreando nuestra vida, y le pedimos también el Pan del cielo, Jesús Eucaristía, el alimento que perdura y no nos dejará morir jamás.
(5) “Perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”: Con esta suplica, Jesús quiere ayudarnos a mantener viva en nosotros la conciencia de que somos pecadores, pero que en El y por El podemos esperar confiados la misericordia del Padre; la sana conciencia de nuestro pecado nos ubica en la humildad y nos hace abiertos, tolerantes y comprensivos los unos con los otros, dispuestos al perdón y a la misericordia. Por eso, para Jesús es obvio que cuando suplicamos el perdón del Padre, ya nos hemos perdonado entre nosotros.
(6) “No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”: nuevamente Jesús nos sitúa en la humildad de corazón que nos saca de nuestra autosuficiencia y nos hace depender confiadamente de la misericordia y el poder del Padre que en Jesús ya nos ha librado del pecado y de las fuerzas del mal.
Estas peticiones están marcadas por un hondo sentido de solidaridad y de fraternidad que agrada al Padre y le permite ver y escuchar en nosotros la oración de Jesús, su Hijo amado.
El Padre nuestro identifica nuestros sentimientos con los de Jesús, nos hace participes de su identidad, oramos en el, por el y como el.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón.
1. ¿Qué comparte con nosotros Jesús al enseñarnos el Padre Nuestro?
2. De las peticiones del Padre Nuestro, ¿Cuál es aquella con la cual más me identifico y por qué?
3. ¿En qué hago consistir concretamente mi relación con el Padre? ¿Solamente pido cosas o también sé bendecir su nombre?
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