Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Hay un anuncio sobre las Páginas Amarillas que dice: "lo que está ahí afuera, está también aquí dentro".
No sé si esto puede aplicarse también a lo que aquí hacemos. Sí tenemos que intentar reconciliar el "ahí afuera" y el "aquí dentro".
¿Qué hay ahí afuera?
¿De qué está hecha y llena nuestra vida de cada día?
En nuestro mundo y en nuestra vida hay sufrimiento, mal, avaricia, soledad, muerte…batallas que ganar a pesar de nuestra debilidad, parientes que visitar, barrios peligrosos, amenazas que ignorar…una letanía larga de peligros y alegrías.
Nadie tiene que recordarnos lo que tenemos que hacer ahí afuera porque nuestra vida está en juego. Sabemos que tenemos que salir a ganarnos el pan de cada día.
Somos como Marta, ocupados con todos los detalles cotidianos del trabajo y la hospitalidad y esperando que alguien nos eche una mano. Como Marta, preocupados por mil cosas. Y no somos tan tontos como para esperar que la divina Providencia nos traiga el pan a casa. Nuestras vidas las pasamos luchando por sobrevivir.
Estamos muy lejos de creernos las palabras imposibles y utópicas de Jesús: "Sólo una cosa es necesaria".
No hace falta decir que cuando venimos a la iglesia, nuestro aquí dentro, no estamos totalmente desligados del ahí afuera. Nuestra dimensión humana nos acompaña siempre.
Estamos aquí no sólo para dar sentido a la vida real sino simplemente porque sí. Estamos aquí para descansar, encontrar paz, acompañar a Jesús, el dador de la vida humana y la eterna.
¿Dónde podemos aprender que una sola cosa es necesaria?
¿Cómo podemos robustecer nuestra fe sin contemplación y sin oración?
¿Acaso no necesitamos recordar nuestra dimensión espiritual?
¿No nos quejamos de que el ritmo de la vida es muy rápido y siempre nos quedan cosas por hacer?
"Sólo una cosa es necesaria". Vivir plenamente una relación personal con Jesucristo que nos envía ahí afuera a amar y transformar nuestro mundo.
¿Es esto suficiente?
Muchos católicos, ahí afuera, desprecian a María y no valoran este tiempo, ya largo o corto, gastado libremente en oración.
La oración, dicen, es como el aire que respiramos. Sin oración no se puede vivir la vida cristiana con madurez y responsabilidad.
Contemplación y lucha, las dos caras de la misma moneda. Jesús oró y luchó.
Dicen que no son los suburbios con sus drogas y pandillas los que nos amenazan sino el suburbio que cada uno lleva dentro.
La iglesia no es una estación de servicio donde llego y pido que me llenen el tanque del coche.
La iglesia es un lugar en el que no pasa nada y todo puede pasar si como Abraham le pido a Dios que no pase de largo.
No sé si esto puede aplicarse también a lo que aquí hacemos. Sí tenemos que intentar reconciliar el "ahí afuera" y el "aquí dentro".
¿Qué hay ahí afuera?
¿De qué está hecha y llena nuestra vida de cada día?
En nuestro mundo y en nuestra vida hay sufrimiento, mal, avaricia, soledad, muerte…batallas que ganar a pesar de nuestra debilidad, parientes que visitar, barrios peligrosos, amenazas que ignorar…una letanía larga de peligros y alegrías.
Nadie tiene que recordarnos lo que tenemos que hacer ahí afuera porque nuestra vida está en juego. Sabemos que tenemos que salir a ganarnos el pan de cada día.
Somos como Marta, ocupados con todos los detalles cotidianos del trabajo y la hospitalidad y esperando que alguien nos eche una mano. Como Marta, preocupados por mil cosas. Y no somos tan tontos como para esperar que la divina Providencia nos traiga el pan a casa. Nuestras vidas las pasamos luchando por sobrevivir.
Estamos muy lejos de creernos las palabras imposibles y utópicas de Jesús: "Sólo una cosa es necesaria".
No hace falta decir que cuando venimos a la iglesia, nuestro aquí dentro, no estamos totalmente desligados del ahí afuera. Nuestra dimensión humana nos acompaña siempre.
Estamos aquí no sólo para dar sentido a la vida real sino simplemente porque sí. Estamos aquí para descansar, encontrar paz, acompañar a Jesús, el dador de la vida humana y la eterna.
¿Dónde podemos aprender que una sola cosa es necesaria?
¿Cómo podemos robustecer nuestra fe sin contemplación y sin oración?
¿Acaso no necesitamos recordar nuestra dimensión espiritual?
¿No nos quejamos de que el ritmo de la vida es muy rápido y siempre nos quedan cosas por hacer?
"Sólo una cosa es necesaria". Vivir plenamente una relación personal con Jesucristo que nos envía ahí afuera a amar y transformar nuestro mundo.
¿Es esto suficiente?
Muchos católicos, ahí afuera, desprecian a María y no valoran este tiempo, ya largo o corto, gastado libremente en oración.
La oración, dicen, es como el aire que respiramos. Sin oración no se puede vivir la vida cristiana con madurez y responsabilidad.
Contemplación y lucha, las dos caras de la misma moneda. Jesús oró y luchó.
Dicen que no son los suburbios con sus drogas y pandillas los que nos amenazan sino el suburbio que cada uno lleva dentro.
La iglesia no es una estación de servicio donde llego y pido que me llenen el tanque del coche.
La iglesia es un lugar en el que no pasa nada y todo puede pasar si como Abraham le pido a Dios que no pase de largo.
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