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domingo, 8 de agosto de 2010

Entre Francisco y el Papa. Las riquezas de la Iglesia

Publicado por El Blog de X. Pikaza

He presentado hace dos días el tema de el evangelio de la riqueza que decía: «Vended lo que tengáis, dadlo en limosna…» (domingo 8 del 8 del 2010:Lc 12, 32-48) y preguntaba a quién se refería, quién debía cumplirlo (si es que podía cumplirse).

Han sido muy buenos y abundantes los comentarios, y yo, por mi parte, recordaba también en un comentario, la respuesta de Lutero que decía (ante ese texto y ante las bienaventuranzas): Esa es doctrina que no puede cumplirse en este mundo, es para el cielo; por eso, lo único que podemos hacer es arrepentirnos y pedir a Dios que nos perdone los pecados, pues no podremos dejar nunca de ser pecadores.

Pues bien, en este contexto quiero recordar que el pasado 15 de julio presenté otro post (de doctrina parecida) titulado Buenaventura y el espíritu de Francisco. Un tema candente. (Benedicto XVI y Arregi).

Benedicto XVI suponía que sobre San Buenaventura había realizado una “obra buena” moderando a Francisco e introduciendo su “espíritu” dentro del “sistema” de la Gran Iglesia. En el fondo decía que la Iglesia no puede cumplir “a la letra” el evangelio; que para cumplir su función tiene que contar con unos bienes materiales

Por su parte, Arregi respondía que la interpretación del Papa resultaba, al menos, arriesgada: no fue bueno “moderar” a Francisco, es necesario recuperar su espíritu y su radicalidad, es bueno que la Iglesia se desprenda de sus bienes.

Aquel post obtuvo una serie de comentarios, que quiero resumir primero de un modo general (perdonen aquellos a quienes --Orestes, Hilde...--no he citado, me ha sido imposible poner todo), para presentarlos después literalmente y seguir comentando sobre el tema, que sigue apasionando no sólo a los lectores del blog, sino a gran parte de la Iglesia y de la sociedad.

Opiniones básicas sobre el post del 15 de Julio:

1) − Alredol afirma que las instituciones (Buenaventura) deben recrearse desde el Espíritu.

2) − Hisopo insiste en la necesidad de mantener las instituciones, frente al riesgo del puro Espíritu (que podría vincularse a ciertas interpretaciones de Francisco)

3) − Sofía cree en el Espíritu, cree en Francisco, pero insiste también en la necesidad de las Instituciones, representadas por la Gran Iglesia. Sin ella el Espíritu se pierde

4) − Fernando despliega un ejercicio de erudición, diciendo que, de hecho, al final, el Espíritu de Francisco y la Institución (Gran Iglesia) se mataron a sí mismas y murieron, en manos de la Secularización. No sé si he leído bien su intervención, pero parece decir que un Espíritu como el de Francisco, cerrado en sí, se auto-suicida o se convierte en “florecillas” para niños… Y por otra parte, una Iglesia como aquella (que va contra el Espíritu) acaba siendo también un tipo de Folclore inútil. Al final, en estas lides, triunfa un sistema que no Francisco ni Inocencio III

− 5) Roser Puig apela a Francisco, desde la utopía creadora del evangelio que, a su juicio, puede crear instituciones distintas. A su juicio, el mismo problema del siglo XIII perdura en la actualidad, en una lucha hoy más abierta, más dura, entre los espirituales y la Gran Institución

−6) Mena Oreamuno (al que ya he citado alguna ven en este blog, uno de los teólogos más representativos de América Latina, de tradición menonita, pacifista) decía : «Al hacer santo a Francisco se le arranca el espíritu y se vuelve letra y como tal institución, oficio, modelo castrado de su novedad».

Por mi parte, llevo muchos años pensando en estos temas y no tengo una respuesta definitiva, sino un camino… Éste es en el fondo el tema de mi libro Sistema, libertad, Iglesia: Las Instituciones del Nuevo Testamento (Trotta, Madrid 2001).

1) COMENTARIO POR ALREDOL [VISITANTE]

"Se ha venerado y se venera a San Francisco, pero recortando su espíritu verdadero (utilizando para ello los mejores argumentos espiritualista). Buenaventura fue de los primeros en hacerlo".

??? Hasta la Thatcher inauguró su largo mandato con las palabras que Francisco cita en el hilo anterior.

"....no me parece correcto aducir a Joaquín para desacreditar a los espirituales, como si aquel monje genial fuera un siniestro hereje, responsable de males sin cuento...."

Arregui parece amplificar por su cuenta las palabras críticas del papa

"...la cuestión más importante es cuáles son las prioridades: ...... Es difícil leer el pasado sin la mirada puesta en el presente, pero es preciso evitar la manipulación del pasado y del presente"

Uy si habría que hablar de esto. A ver si hay tiempo.

"El Espíritu no es monopolio de nadie, pero está donde las instituciones se transforman y la vida reverdece."

O no...

2) COMENTARIO POR HISOPO [VISITANTE]

"Para descalificar y desacreditar a los cristianos que sueñan con otra Iglesia muy distinta, Benedicto XVI los asimila a los “espirituales franciscanos” del s. XIII".

Arranca Arregui con un juicio de intenciones que no tiene fundamento en la catequesis de Benedicto XVI. Ésta era la obra literaria y doctrina de San Buenaventura (a su vida había dedicado la de la semana anterior). No, por tanto, como dice Arregui, los "cristianos que sueñan con otra Iglesia muy distinta". Otra cosa es que el herejete y díscolo franciscano identifique interesadamente ambos planos. Además la intención de "descalificar y desacreditar" que imputa al papa carece de fundamento alguno y no pasa de un recurso dialéctico que le da pie a su toma de postura.

Lo que seguramente repatea a Arregui es el certero análisis del Papa cuando desenmascara el "utopismo espiritualista" (en el que parece que Arregui se reconoce) que se repite hoy como hace ocho siglos.Y que en su reformulación moderna, como dice Benedicto XVI, lleva a algunos a considerar que tras el Concilio Vaticano II "todo era nuevo, de que había otra Iglesia, de que la Iglesia pre-conciliar había acabado e iba a surgir otra, totalmente 'otra'".
Para el Papa, similar a la tarea que llevó a cabo San Buenaventura con los "espiritualistas" de antaño es la que hicieron en nuestro tiempo con los neoespitirualistas de hogaño Pablo VI y Juan Pablo II.

Pero no como da entender Arregui, que se va por los cerros de Úbeda, sino como dice el Papa: defendiendo por un lado "la novedad del Concilio" y por otro "la unicidad y la continuidad de la Iglesia, que siempre es Iglesia de pecadores y siempre es lugar de gracia".

3) COMENTARIO POR SOFÍA [VISITANTE]

No creo que Arregi se vaya por los cerros de Ubeda como algún comentarista. Más bien, como dijo otro (o al menos así lo entendí yo), lo que puede seguir interesándonos de esas cuestiones -que en principio parecen endogámicas y carentes de interés para quien no pertenezca a esas órdenes-, es que esas contradicciones tienen en parte raices en el evangelio mismo. En ese sentido, a partir del evangelio es como todo esto nos puede decir algo a nosotros aquí y ahora.
Los juicios de intenciones sobre Arregi o sobre BXVI -lo mismo me da- no creo que aporten nada.

Creo que el espíritu antivaticano II de los involucionistas no aporta nada a la Iglesia. Pero también creo que los filolefebvrianos que pretenden que BXVI involucione con ellos renegando de la liturgia postconciliar y de todo lo que ha supuesto una encarnación del evangelio en nuestro tiempo, no lo van a conseguir (a pesar de que los excesos del otro extremo le empujen en esa dirección). La reforma evangélica de la Iglesia seguirá su curso, porque Jesucristo ha prometido que su Espíritu no la abandonará.
Lo siento por los del cuanto peor mejor y por los excomulgadores.

Creo que sería interesante que se planteara estas preguntas de Arregi la jerarquía más involucionista de hoy:

"¿quién puede afirmar que eran menos erróneas y peligrosas las derivas antievangélicas de la institución eclesial de la época o de la propia Orden franciscana? ¿Y quién sería capaz de determinar en qué medida la radicalización de los espirituales fue causa de su persecución por parte de la institución y en qué medida fue efecto de la propia persecución?"
Y ya que dice Arregi que "Los espirituales franciscanos no fueron en absoluto un movimiento homogéneo, y toda condena sumaria y conjunta es una deformación de la historia (y del evangelio)", que se plantee que si no en conjunto, sí individualmente algunos de ellos o de sus ideas sí podrían ser condenados justamente. Pero la radicalización causa más radicalización en el otro extremo.
Y pagan los + justos: "En una mísera celda..pasó Juan 30 años, hasta que fue absuelto, y siglos después declarado Beato"

ya dije que los juicios de intención sobre las personas, sea Arregi o sea BXVI, no aportan nada positivo, ni objetivo.
Estoy de acuerdo con Arregi en que no queremos la involución al preconcilio que quieren los involucionistas, pero tampoco la ruptura con la tradición genuina de la Iglesia de los que no creen en nada. Curiosamente suelen estar de acuerdo en que la Iglesia consiste en hisopos y capas pluviales, y por ese motivo unos quieren que todos los que no piensen como ellos se vayan de la Iglesia y los otros, quieren lo mismo, porque "cuanto peor mejor"

Claro que somos mayoría los que queremos seguir adelante en la línea del concilio Vaticano II. Me parece indignante la actitud descalificatoria de todo lo de hoy que tienen los filolefebvristas. Llegan a acusar de modernista al Papa Pablo VI en ocasiones y consideran fundamentales tradiciones que sólo se pueden comprender en un momento dado y que podrían cambiar perfectamente sin que variara la esencia de la fe.
Pero no cabe una Iglesia enraizada en el evangelio sin continuidad con la tradición. En los evangelios tenemos ya el germen del ministerio petrino, que sólo tiene que recobrar su genuidad primitiva, no desaparecer.
El vino nuevo en odres nuevos, pero también el vino añejo hay que saberlo apreciar. Hay que saber sacar del arcón lo nuevo y lo viejo. Ese es el problema que cada quien se quiere quedar sólo con una de las dos cosas.
En cuanto al inteligente comentario de Fernando, sólo puedo decir que espero que se equivoque, porque si lo que propone es lo mismo que hizo Lutero, corremos el riesgo de repetir más de lo mismo.
A pesar de que todo y todos inviten al pesimismo, seguiremos siendo mayoría los que respetamos el magisterio de la Iglesia, pero sin olvidar la conciencia y el cerebro de cada persona que es Iglesia, porque se mantiene en comunión. Y las claves las da Jesús: quien no está contra nosotros, con nosotros está.
Pero los espiritualistas, aparte de su
interés evangélico en los pobres, como Francisco, tenían unas ideas teológicas un tanto extrañas y el magisterio no se equivocó al rebatirlas.

Hoy día eso se podría hacer al estilo del evangelio, sin necesidad de encerrar a nadie 30 años, por hereje, para luego declararlo beato. El magisterio está para transmitir el depósito de la fe, pero sin considerar hereje a todo el que encuentre nuevos modos de expresarla. Y si se dice que una idea es heterodoxa, eso no debería tener más importancia de la que tiene, siempre dejando claro que esa idea no es la de la Iglesia, sino la de fulanito de tal, lo que no hace necesario "encerrar" a esa persona.
Pero no hay el menor diálogo por parte de nadie, de modo que la radicalización continuará, pero siempre quedará un "resto" fiel al evangelio y a la Iglesia que somos todos. Y la Iglesia seguirá hasta el fin de los tiempos.

4) COMENTARIO POR FERNANDO [VISITANTE]

Muy rapidito... En realidad, pienso yo que quien más hizo contra el joaquinismo no fueron desde luego sus contrincantes teológicos. Tú has citado a san Buenaventura. ¡Desde luego, fue uno de los más importantes! Ya el P. Rivera de Ventosa dio buena cuenta de ello. Pero antes que Buenaventura, una de las afirmaciones del Lateranense IV (1215) en su primer cap., cuando dice que el Espíritu es "pariter ab utroque" (a la vez de uno y otro -Padre e Hijo-), y la posterior defensa de Pedro Lombardo aceptando que la Trinidad es "una quaedam summa res", una "cierta" realidad suprema, cargaron ya contra las tesis trinitaristas del abad de Fiore. Pero a lo que iba: el golpe definitivo a la "plenitudo potestatis" gregoriana de Inocencio III, o gobierno absoluto del Papa como sistema jerárquico, absoluto, autoafirmado y plenipotenciario, no vino de las tesis concordistas de Tomás de Aquino (sector moderado) [...]
[...] y mucho menos, a pesar de lo que se cree, de las tesis apocalípticas-radicales del franciscanismo más o menos joaquinita (las izquierdas), o los movimientos espirituales posteriores y políticos que culminaron en Hus y Wyclif; ni siquiera el conciliarismo de Gerson, a decir verdad. No. El que mató al gregorianismo papal y de rebote la estrella del joaquinismo, fueron Marsilio de Padua por un lado y Ockham por otro. La tensión ante un tiempo de expectativa reformista religiosa, de supuesta vuelta a los prístinos orígenes, imbuida en un cierto apocalipticismo necesarista, y a su vez, replicado y combatido con el estatismo tradicional de una Iglesia "Unam Sanctam" y sus medios sociales y teológicos duros, acaba saliendo fuera de ambas líneas. Es decir, la verdadera crisis de esta tensión no se resuelve desde el respeto a la tradición religiosa heredada ni de los radicales reformistas: se resuelve vía secularización

Eso fue, a mi entender, lo que supuso Marsilio y Ockham respecto de las tesis más radicales joaquinitas, sus contrincantes romanos y los moderados tomistas y conciliaristas. Esta es una lección muy interesante, que tal vez convendría no olvidar. Cuando se carga demasiado la expectativa social (vía religiosa) de necesidad de reforma, espiritualizada o no, radical en un sentido supuestamente evangélico, FRENTE a las tesis defensivas y conservacionistas de la Gran Iglesia con su gran tradición, toda esta polémica parece tener una salida natural: SECULARIZARSE.

La clave no está, a mi entender, si el franciscanismo o Francisco tiene o no vigencia. En realidad, Francisco, para mí, es una retroceso. Tampoco si se puede o no recuperar lo "más" del Evangelio. Y si a ello se une lo apocaliptico más todavía. La clave es que una pulsión religiosa bajo estas claves, abre su propia crisis en lo secular. Frente a a la vigorosa teología curialista no tienen su victoria, ni moral ni doctrinal, sus contrincantes reformistas. Y mucho menos los apocalípticos, que si cabe tensan más todo este proceso. Repito, tampoco el misticismo franciscano. Éste es de muy corto recorrido cuando intenta abrir un cauce social mínimo.

Marsilio de Padua lo expresó en su tiempo (s. XIV): "Ubi non principiant leges non est politia". Ya no hay causas divinas que se conviertan en imperativos, sea por el curialismo tradicional, el reformista de vuelta al Evangelio o las expectativas apocalípticas: lo que queda depende de las necesidades de los hombres y su arbitrio, de sus consecuencias organizativas y de sus símbolos en el tiempo. Los sacerdotes, profetas y místicos son ya parte de la sociedad civil, y no tienen otro estatuto público diferente de éste, aunque en sus medios religiosos dispongan de otras potestades y consideraciones. Y se acabó. Cuídate Xabier

5) COMENTARIO POR ROSER PUIG F [VISITANTE]

Parece ser que para los espiritualistas “no utópicos” de aquella época, la espiritualidad de su orden “debía acercarse tanto como fuera posible a la realización máxima del Sermón de la montaña, que para san Francisco fue la regla, si bien teniendo en cuenta los límites del hombre, marcado por el pecado original”. Y lo conseguían añadiendo implícitamente el complemento directo “de espíritu” a la exigencia de la 1ª Bienaventuranza: : “Bienaventurados los pobres”. Es decir, si se tomaba al pie de la letra (como parece ser que hizo Francisco), solo podían ser incluídos en “el reino de los cielos” los verdaderamente pobres. Una institución (u orden religiosa) que acumula posesiones y riquezas queda fuera del “ reino de los cielos”, según la interpretación original franciscana. Igualmente nos pasaría a los laicos del Primer Mundo en estos momentos, con el agravante de que en tiempos de S. Buenaventura no se tenía la consciencia globaizada de la responsabilidad de la pobreza de los demás

. El pobre lo era por vago o, por enfermo. No se consideraba una víctima de la forma de vida de los bienestantes, como ahora.
Por lo tanto, por más vueltas que le dé B16 a esas espiritualidades que permiten acumular bienes colectivamente mientras, a nivel personal, se pueden hacer votos de pobreza extrema (no estar apegado a la riqueza) no pueden justificar de ninguna manera la situación de la ICAR y de las órdenes religiosas en general, así como la actitud de los bienestantes cristianos laicos de ahora, los cuales se consideran (nos consideramos) justificados dando una limosna de lo que nos sobra a un Tercer y Cuarto mudo empobrecido y expoliado por el Primero

Estoy de acuerdo con Arregui en que “Muchos, muchísimos cristianos quisieran ver a la Iglesia avanzar con decisión hacia los nuevos horizontes abiertos –más bien insinuados– por el Vaticano II, y lamentan el giro restaurador de la jerarquía eclesial en las últimas décadas”.
Benedicto 16 debe ser un buen hombre y debe rezar y pensar mucho, pero le tiene un miedo atroz a los teólogos que han reclamado la vuelta de la Iglesia al Evangelio. (Al igual que lo hizo Francisco, viendo aquellas curias de “príncipes de la Iglesia” que parecían burlarse de los pobres de la tierra). Ya, cuando era presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, B16 hizo todo lo posible para anular la TL, aprovechando la obsesión antimarxista del entonces papa Juan Pablo II. No le interesa en absoluto ni la libertad de pensamiento que había defendido el Concilio Vaticano II, ni que la Iglesia, como institución, haga opción preferencial por los pobres.

Ello le obligaría a renunciar a la posesión absoluta de la Verdad, por una parte, y al Poder Terrenal de la ICAR que proporcionan las riquezas, por la otra. La Iglesia dejaría de ser una institución de gran prestigio político, además de potencia económica, si realmente hiciera opción preferencial por los pobres. De ahí su apología sobre la llamada “caridad cristiana” en su primera encíclica como Papa. En el transcurso de la misma, alerta varias veces sobre los “utópicos que quieren salvar el mundo”. El sabe que, con la llamada “caridad cristiana” (limosnas), no hay peligro de que las grandes potencias financieras se resientan. Y tampoco hay peligro de que los mandatarios políticos se pongan nerviosos. En cambio, una política cuyas prioridades sean las de mejorar la vida social y personal de las clases más desfavorecidas, pondría a la Iglesia y sus miembros en peligro de muerte (como ya se ha comprobado, y se sigue comprobando allí donde los cristianos se convierten en una incomodidad para las potencias económicas y políticas).
Sin embargo, también pudiera ser que yo lo estuviera juzgando mal y que lo que busca B16 solo sea proteger, de los coletazos del Gran Dragón,
a las ovejas que tiene encomendadas.
Pero no podemos olvidar que somos discípulos /as de un Maestro que decía: ”quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien la pierda por mi, la encontrará”.

6) COMENTARIO POR FRANCISCO MENA OREAMUNO [VISITANTE]

El Espíritu, considero, es la fuerza que empuja a tomar nuevos caminos, estos, en tanto nuevos, muchas veces son trechos, trochas, hilos que se sumergen en la selva, muchas veces no existen, solo en la esperanza. Pero basta la esperanza para atender al llamado de la libertad y de aprender a vivir dentro de relaciones de respeto. Es esta búsqueda de convivir en el Espíritu lo que nos llevaría a aventurarnos hacia lo desconocido. Al hacer santo a Francisco se le arranca el espíritu y se vuelve letra y como tal institución, oficio, modelo castrado de su novedad. Esto me hace pensar que la iglesia, o mejor, las comunidades de fe viven al margen y marginalizadas, malditas, pero quizá es allí, en donde podamos encontrar el nuevo camino para una nueva fe. Malditas como fue maldito Jesús y en su nombre maldecimos a Dios para que el poder prevalezca. Gracias por este post que has puesto.

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