Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 17, 22-27
Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres: lo mataran y al tercer día resucitara». Y ellos quedaron muy apenados.
Al llegar a Cafarnaúm, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?» «Sí, lo paga», respondió.
Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?» Y como Pedro respondió: «De los extraños», Jesús le dijo: «Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti».
Nuestro texto de hoy comienza con el segundo anuncio que Jesús hace su pasión, muerte y resurrección (17,22-23ª). Frente al anuncio los discípulos “se entristecieron mucho” (17,23b). De esta forma, el evangelio coloca en primer plano la divergencia entre el camino del Hijo del Hombre que viene proponiendo Jesús y la actitud negativa de los discípulos. A los discípulos les cuesta “conectarse” con el camino de Jesús.
Con este trasfondo Mateo nos presenta una escena espléndida en la que se destaca la libertad de Jesús y se hace un bonito gesto de comunión entre el Maestro y el discípulo.
Una catequesis sobre la libertad de Jesús
El contexto es el cobro del impuesto que todos los israelitas mayores de 20 años pagaban anualmente para el sostenimiento del templo (para entender mejor ver Éxodo 30,1-10 y Nehemías 10,33-34). Ante una pregunta en la calle, Pedro ha respondido apresuradamente que su maestro sí paga el impuesto (17,25ª). Cuando llega a casa Jesús se le anticipa y comienza a hablarle del tema.
¿Tiene alguna importancia el que Jesús pague o no los impuestos mencionados? El hecho que Jesús pague el impuesto del templo supondría su aceptación de la institución cultual vigente y suscitaría el interrogante sobre dónde está la novedad del Reino.
Al respecto, en su diálogo con Pedro, Jesús aborda tres puntos:
(1) La pregunta que Jesús le hace a Pedro (“los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?”, 17,25), está basada en el habitual y conocido comportamiento de los reyes de la tierra, quienes eran despiadados con sus súbditos, y los confronta con el comportamiento de Dios, quien es amoroso y generoso con sus hijos. Este es un primer punto que debe quedar claro: en Dios no hay sometimiento sino relación amorosa.
(2) Cuando Pedro responde, Jesús mismo infiere: “Por tanto, libres están los hijos” (17,26). Aparece el tema de la libertad. La libertad constituye el vértice de la predicación de todo el Nuevo Testamento (ver por ejemplo: Gálatas 5,1: “Para ser libres nos libertó Cristo”). Según nuestro pasaje, la relación con Dios es como un vivir en casa con él, o sea, en un amplio margen de libertad (por ejemplo: uno no paga alquiler en la propia casa). De ahí que Jesús no se considere obligado a pagar el impuesto.
(3) En este pasaje vemos aparece una visión con relación al Templo de Israel. La comunidad cristiana tiene una nueva relación con Dios que se establece, no por medio del Templo, sino de la persona de Jesús.
Un bello gesto de comunión entre el Maestro y el discípulo
En el milagro del pez, dentro del cual se encuentra la cantidad exacta de la tasa del impuesto de dos personas, se pone de manifiesto la preciosa comunión que el Maestro está tejiendo con su discípulo: “págalo por ti y por mí” (17,27b). Esta moneda aparece como signo del profundo afecto que los une, de la unidad hacia la que apunta su relación.
Por otra parte al decidir llevar a cabo el pago del impuesto Jesús argumenta: “para que no les sirvamos de escándalo” (17,27a).
Jesús es libre y, como vimos, la libertad del discípulo se apoya en su relación con Jesús. Pero no es una libertad sin límites. La frase sobre el escándalo podría también leerse positivamente: si bien por dentro es completamente libre, hacia fuera él se permite asumir compromisos, esto es, sin perder su espíritu crítico con la sociedad, ni domesticar sus opiniones; es así como un discípulo no deja de comprometerse con lo que contribuye al bien común.
La fe tiene una dimensión social que podríamos llamar, incluso, política, en el buen sentido del término: constructora de sociedad.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Tengo conciencia de que soy “hijo de un Rey” y por lo tanto libre? ¿Cómo se manifiesta mi libertad en Cristo?
2. ¿Qué relación hay entre el anuncio de la Pasión y el relato del pago del impuesto? ¿Por qué es importante la comunión con Jesús en todos los aspectos?
3. ¿Qué formas de compromiso estoy llamado a asumir con mi sociedad, sin por ello perder la libertad de mi corazón?
Palabras de una persona que, en vísperas del martirio, fue compañera de prisión de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, mejor conocida en el mundo como la filósofa Edith Stein:
“Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo ella: ‘El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?’”. (Campo de concentración de Auschwitz, 1942)
“Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da fruto porque forma parte de la gran obra de redención”. (Edith Stein)
Al llegar a Cafarnaúm, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?» «Sí, lo paga», respondió.
Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?» Y como Pedro respondió: «De los extraños», Jesús le dijo: «Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti».
Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL
Los hijos son libres
“Tómalo y dáselo por mí y por ti”
Por CELAM - CEBIPAL
Los hijos son libres
“Tómalo y dáselo por mí y por ti”
Nuestro texto de hoy comienza con el segundo anuncio que Jesús hace su pasión, muerte y resurrección (17,22-23ª). Frente al anuncio los discípulos “se entristecieron mucho” (17,23b). De esta forma, el evangelio coloca en primer plano la divergencia entre el camino del Hijo del Hombre que viene proponiendo Jesús y la actitud negativa de los discípulos. A los discípulos les cuesta “conectarse” con el camino de Jesús.
Con este trasfondo Mateo nos presenta una escena espléndida en la que se destaca la libertad de Jesús y se hace un bonito gesto de comunión entre el Maestro y el discípulo.
Una catequesis sobre la libertad de Jesús
El contexto es el cobro del impuesto que todos los israelitas mayores de 20 años pagaban anualmente para el sostenimiento del templo (para entender mejor ver Éxodo 30,1-10 y Nehemías 10,33-34). Ante una pregunta en la calle, Pedro ha respondido apresuradamente que su maestro sí paga el impuesto (17,25ª). Cuando llega a casa Jesús se le anticipa y comienza a hablarle del tema.
¿Tiene alguna importancia el que Jesús pague o no los impuestos mencionados? El hecho que Jesús pague el impuesto del templo supondría su aceptación de la institución cultual vigente y suscitaría el interrogante sobre dónde está la novedad del Reino.
Al respecto, en su diálogo con Pedro, Jesús aborda tres puntos:
(1) La pregunta que Jesús le hace a Pedro (“los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?”, 17,25), está basada en el habitual y conocido comportamiento de los reyes de la tierra, quienes eran despiadados con sus súbditos, y los confronta con el comportamiento de Dios, quien es amoroso y generoso con sus hijos. Este es un primer punto que debe quedar claro: en Dios no hay sometimiento sino relación amorosa.
(2) Cuando Pedro responde, Jesús mismo infiere: “Por tanto, libres están los hijos” (17,26). Aparece el tema de la libertad. La libertad constituye el vértice de la predicación de todo el Nuevo Testamento (ver por ejemplo: Gálatas 5,1: “Para ser libres nos libertó Cristo”). Según nuestro pasaje, la relación con Dios es como un vivir en casa con él, o sea, en un amplio margen de libertad (por ejemplo: uno no paga alquiler en la propia casa). De ahí que Jesús no se considere obligado a pagar el impuesto.
(3) En este pasaje vemos aparece una visión con relación al Templo de Israel. La comunidad cristiana tiene una nueva relación con Dios que se establece, no por medio del Templo, sino de la persona de Jesús.
Un bello gesto de comunión entre el Maestro y el discípulo
En el milagro del pez, dentro del cual se encuentra la cantidad exacta de la tasa del impuesto de dos personas, se pone de manifiesto la preciosa comunión que el Maestro está tejiendo con su discípulo: “págalo por ti y por mí” (17,27b). Esta moneda aparece como signo del profundo afecto que los une, de la unidad hacia la que apunta su relación.
Por otra parte al decidir llevar a cabo el pago del impuesto Jesús argumenta: “para que no les sirvamos de escándalo” (17,27a).
Jesús es libre y, como vimos, la libertad del discípulo se apoya en su relación con Jesús. Pero no es una libertad sin límites. La frase sobre el escándalo podría también leerse positivamente: si bien por dentro es completamente libre, hacia fuera él se permite asumir compromisos, esto es, sin perder su espíritu crítico con la sociedad, ni domesticar sus opiniones; es así como un discípulo no deja de comprometerse con lo que contribuye al bien común.
La fe tiene una dimensión social que podríamos llamar, incluso, política, en el buen sentido del término: constructora de sociedad.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Tengo conciencia de que soy “hijo de un Rey” y por lo tanto libre? ¿Cómo se manifiesta mi libertad en Cristo?
2. ¿Qué relación hay entre el anuncio de la Pasión y el relato del pago del impuesto? ¿Por qué es importante la comunión con Jesús en todos los aspectos?
3. ¿Qué formas de compromiso estoy llamado a asumir con mi sociedad, sin por ello perder la libertad de mi corazón?
Palabras de una persona que, en vísperas del martirio, fue compañera de prisión de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, mejor conocida en el mundo como la filósofa Edith Stein:
“Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo ella: ‘El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?’”. (Campo de concentración de Auschwitz, 1942)
“Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da fruto porque forma parte de la gran obra de redención”. (Edith Stein)
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