Se nos ha ido Raimon Panikkar de esta dimensión. Su luz no se ha apagado, ha cambiado de manifestación. Ha sido un hombre puente. Dejó el Opus. Luego vivió por libre, enlazó culturas, despertó por dentro. Nunca renunció a su raíz cristiana ni a su sacerdocio, aunque a su manera. Es de agradecer que el obispo de Vic haya oficiado su funeral. Indica una visión amplia y profunda. Muchos se han pronunciado ya sobre su vida y pensamiento. Creo que su máxima aportación es una purificación del concepto de Dios, gracias a su síntesis de Oriente y Occidente.
Su transición me cogió durante un viaje. Recordé las palabras de elogio que me dedicó a mi primera novela, Esto es mi cuerpo, la crisis y martirio de un sacerdote español, teólogo de la liberación, a quien le matan una joven catequista, de la que estaba enamorado. La gustaba mi tesis de que el amor es uno. Gracias, Raimon, y sigue desde el Uno como canal de luz.
Mejor que muchos elogios es reproducir esta plegaria que, en mi opinión, lo dice todo:
Su transición me cogió durante un viaje. Recordé las palabras de elogio que me dedicó a mi primera novela, Esto es mi cuerpo, la crisis y martirio de un sacerdote español, teólogo de la liberación, a quien le matan una joven catequista, de la que estaba enamorado. La gustaba mi tesis de que el amor es uno. Gracias, Raimon, y sigue desde el Uno como canal de luz.
Mejor que muchos elogios es reproducir esta plegaria que, en mi opinión, lo dice todo:
Mi oración
Es un grito
que a otro no se dirige
-puesto que un Otro no existe.
Es un gemido
que no lleva más allá
-del dolor su propio sentido.
Es una petición
que no pide
-que el universo la escuche.
Es un gozo
que no se cree
-alegría universal.
Es un canto
que no se canta
-para acabar en sí mismo.
Es un respiro
que del alma brota
-como si fuese un suspiro.
Es un llanto
que el cuerpo desgarra
y no se puede esconder.
Es un plegaria
que en mí nace
-por lo que no sé pedir.
Es un sobresalto
que mi corazón siente
-por no estar de nada ausente.
Es un beso
de mis labios
que no saben decir más.
Es un amor
que se atreve
-a no creerse que es.
***
Mi oración pide perdón
para poder empezar
pues sin purificación
no se atrevería a amar.
Pero sufre en no saber
a quién se lo pedirá.
Encuentra entonces un Don
al que llaman el Ungido
de Dios y del hombre a la par.
Hijo del hombre es su nombre;
está dentro y está fuera.
Con él se puede llorar,
pero también exultar.
***
Mi oración es la alegría
que no espera nada más,
porque descubre lo ausente
en el momento presente.
Mi oración es escuchar
la música de las esferas
y sus ruidos también.
Muda es mi oración
que no sabe decir lo que siente
y al mismo tiempo presiente
que en la oración no hay ausente.
¿A qué Dios, pues, se dirige
si Dios en todo ya está?
¿De qué demonio se escapa
si el huir ya es demoníaco?
¿A qué ángel se encomienda
si por mí el ángel ya vela?
Mi oración es el gozo
que no espera en nada más
porque todo más es menos
cuando no hay más que esperar.
Mi oración es de esperanza,
aquella que sí se alcanza
cuando no se espera más.
Mi oración es la alegría
de saberse sin igual
porque cada ser es único
y no hay modelo ideal.
No es un diálogo,
no somos dos:
no es un monólogo,
no somos uno.
La oración no es el silencio,
pues ella misma es Palabra.
Mi oración es oración
cuando no se sabe más;
cuando es el respirar
de la misma creación.
Mi oración no es sólo mía,
es la de la humanidad,
la de la creación entera
en su parto con dolor,
aunque sea por amor.
Se renueva la aurora cada día,
y el crepúsculo también.
Entre los dos hay la Vida,
que no se mide en el tiempo,
sino en la tempiternidad,
en constante novedad.
La oración se va hacia el Padre
que es la Fuente misteriosa;
es la oración que el Espíritu
en su constante fluir,
hace brotar en el Hijo,
que no cesa de nacer.
Mi oración es sin vocablos,
pero en palabras está.
He dicho Padre y no Madre,
Hijo y no Hija también
por seguir la tradición;
pero sólo voces son
todas sin separación.
He dicho también “oración”
por no romper la costumbre,
puesto que de la boca sale,
aunque del corazón procede.
Pero tampoco es así,
pues no sabe que decir.
Yo no soy un espectador
de este reflujo divino
cuyo nombre es Amor.
En él me siento perdido
y no me quiero encontrar
porque ya no busco nada,
que la vida Vida es.
¿No será, pues, la oración
sino el vivir muy despiertos,
al hábito de la Vida
que palpita por doquier?
y al vivirla transformarla
y así bella y buena es.
¿No es la oración inocencia
que sólo desea amar?
Aum-Amen-Alleluya
Raimon Panikkar
La nova inocència
Es un grito
que a otro no se dirige
-puesto que un Otro no existe.
Es un gemido
que no lleva más allá
-del dolor su propio sentido.
Es una petición
que no pide
-que el universo la escuche.
Es un gozo
que no se cree
-alegría universal.
Es un canto
que no se canta
-para acabar en sí mismo.
Es un respiro
que del alma brota
-como si fuese un suspiro.
Es un llanto
que el cuerpo desgarra
y no se puede esconder.
Es un plegaria
que en mí nace
-por lo que no sé pedir.
Es un sobresalto
que mi corazón siente
-por no estar de nada ausente.
Es un beso
de mis labios
que no saben decir más.
Es un amor
que se atreve
-a no creerse que es.
***
Mi oración pide perdón
para poder empezar
pues sin purificación
no se atrevería a amar.
Pero sufre en no saber
a quién se lo pedirá.
Encuentra entonces un Don
al que llaman el Ungido
de Dios y del hombre a la par.
Hijo del hombre es su nombre;
está dentro y está fuera.
Con él se puede llorar,
pero también exultar.
***
Mi oración es la alegría
que no espera nada más,
porque descubre lo ausente
en el momento presente.
Mi oración es escuchar
la música de las esferas
y sus ruidos también.
Muda es mi oración
que no sabe decir lo que siente
y al mismo tiempo presiente
que en la oración no hay ausente.
¿A qué Dios, pues, se dirige
si Dios en todo ya está?
¿De qué demonio se escapa
si el huir ya es demoníaco?
¿A qué ángel se encomienda
si por mí el ángel ya vela?
Mi oración es el gozo
que no espera en nada más
porque todo más es menos
cuando no hay más que esperar.
Mi oración es de esperanza,
aquella que sí se alcanza
cuando no se espera más.
Mi oración es la alegría
de saberse sin igual
porque cada ser es único
y no hay modelo ideal.
No es un diálogo,
no somos dos:
no es un monólogo,
no somos uno.
La oración no es el silencio,
pues ella misma es Palabra.
Mi oración es oración
cuando no se sabe más;
cuando es el respirar
de la misma creación.
Mi oración no es sólo mía,
es la de la humanidad,
la de la creación entera
en su parto con dolor,
aunque sea por amor.
Se renueva la aurora cada día,
y el crepúsculo también.
Entre los dos hay la Vida,
que no se mide en el tiempo,
sino en la tempiternidad,
en constante novedad.
La oración se va hacia el Padre
que es la Fuente misteriosa;
es la oración que el Espíritu
en su constante fluir,
hace brotar en el Hijo,
que no cesa de nacer.
Mi oración es sin vocablos,
pero en palabras está.
He dicho Padre y no Madre,
Hijo y no Hija también
por seguir la tradición;
pero sólo voces son
todas sin separación.
He dicho también “oración”
por no romper la costumbre,
puesto que de la boca sale,
aunque del corazón procede.
Pero tampoco es así,
pues no sabe que decir.
Yo no soy un espectador
de este reflujo divino
cuyo nombre es Amor.
En él me siento perdido
y no me quiero encontrar
porque ya no busco nada,
que la vida Vida es.
¿No será, pues, la oración
sino el vivir muy despiertos,
al hábito de la Vida
que palpita por doquier?
y al vivirla transformarla
y así bella y buena es.
¿No es la oración inocencia
que sólo desea amar?
Aum-Amen-Alleluya
Raimon Panikkar
La nova inocència
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