Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
“Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.
Un diplomático, en su visita al Vaticano, vio en la mesa del Papa un teléfono de oro, línea directa para hablar con Dios.
¿Cuánto cuesta la llamada? Preguntó curioso.
“Medio millón de euros”, le contestaron.
Desanimado y triste renunció a la conversación con el Altísimo.
Semanas más tarde ya en su país fue a visitar a su párroco y vio en la mesa otro teléfono de oro.
¿Cuánto cuesta la llamada a Dios desde este teléfono? Preguntó sorprendido
“15 céntimos” le contestó el párroco entre risas.
¿Y cómo es que en el Vaticano cuesta medio millón de dólares?
El párroco le dijo: “es que desde aquí es una llamada local mientras que desde el Vaticano es una llamada al extranjero”.
Tiempo de vacaciones, tiempo de olvidos y de disfraces.
No es tiempo de echar monedas en la hucha sino de gastarlas.
No es tiempo de pensar ni de hacerse preguntas serias.
Es tiempo de vivir el presente, huir de la rutina y gozar el presente. No más preocupaciones.
¿Cómo llamar a Dios desde un extranjero vacacional?
¿Cómo pensar en un más allá imaginario?
¿Cómo esperar a un dios a quien nadie ha visto?
¿Cómo dar limosna en tiempos de crisis?
¿Cómo tener miedo cuando todo lo tenemos asegurado?
Preguntas incómodas que ya casi nadie se hace.
Los que venimos a la iglesia a celebrar la continua presencia del Dios que camina con nosotros nos fiamos de su Palabra y no tenemos miedo.
“Somos el pequeño rebaño” cada día más pequeño en número y en poder, pero estamos convencidos de que el Señor viene a cualquier hora y que nos habla de maneras inesperadas.
Las emisoras de radio emiten sus mensajes las 24 horas del día, pero hay que sintonizarlas para recibir el mensaje.
Dios también habla en la meditación del evangelio, en la belleza de la naturaleza, en la alegría de la asamblea litúrgica, en el silencio de la noche, en la espera confiada, en el desprendimiento de lo superfluo, en la búsqueda del tesoro escondido, en la fidelidad a la tarea encomendada…llamadas gratis, 24/7.
Hay que tener canas y el pie en el estribo para empezar a poner las prioridades de la vida en orden. Empezar antes es perderse lo mejor de la vida.
Cuando uno es joven piensa en la carrera, el trabajo, la familia, la casa, el coche, los hijos, las vacaciones…, instalados en el presente nadie piensa en eso tan etéreo que llaman más allá.
Que viene el lobo gritan los curas en el desierto. A mí que no me despierten. La muerte no la mencione.
“A pesar de las fatigas, perpetuas y gigantescas, los hombres ponen mucho cuidado en morir lo más tarde posible. ¡Cuánto mayor no debe ser el esmero para no morir nunca! Mas en esto nadie quiere pensar”. San Agustín
Sin embargo en la iglesia tenemos que recordarnos que somos mortales aún en tiempo de vacaciones.
No para amargarnos la vida sino para vivirla con más sentido y una gran alegría.
El Señor que nos quiere más que nadie nos invita hoy a vigilar, a estar atentos a la presencia de Dios para que acojamos día tras días sus dones.
El Señor que nos habla de mil maneras nos invita a esperar sin miedo y a trabajar como administradores fieles en esta tensión de la presencia-ausencia del dueño de todo y del novio que nos quiere desposar.
El Señor, el Amén de Dios, el muerto que vive, el hermano que nos hace herederos, nos invita a confiar en su Palabra y a tener la seguridad de que heredaremos los nuevos cielos y la nueva tierra.
Hermanos, ninguno de los que a lo largo de la historia se han acercado a Jesús se han marchado tristes o con miedo de su presencia.
Espero que ustedes se acerquen a Jesús y recuperen la alegría y la valentía que Él da a sus seguidores.
Un diplomático, en su visita al Vaticano, vio en la mesa del Papa un teléfono de oro, línea directa para hablar con Dios.
¿Cuánto cuesta la llamada? Preguntó curioso.
“Medio millón de euros”, le contestaron.
Desanimado y triste renunció a la conversación con el Altísimo.
Semanas más tarde ya en su país fue a visitar a su párroco y vio en la mesa otro teléfono de oro.
¿Cuánto cuesta la llamada a Dios desde este teléfono? Preguntó sorprendido
“15 céntimos” le contestó el párroco entre risas.
¿Y cómo es que en el Vaticano cuesta medio millón de dólares?
El párroco le dijo: “es que desde aquí es una llamada local mientras que desde el Vaticano es una llamada al extranjero”.
Tiempo de vacaciones, tiempo de olvidos y de disfraces.
No es tiempo de echar monedas en la hucha sino de gastarlas.
No es tiempo de pensar ni de hacerse preguntas serias.
Es tiempo de vivir el presente, huir de la rutina y gozar el presente. No más preocupaciones.
¿Cómo llamar a Dios desde un extranjero vacacional?
¿Cómo pensar en un más allá imaginario?
¿Cómo esperar a un dios a quien nadie ha visto?
¿Cómo dar limosna en tiempos de crisis?
¿Cómo tener miedo cuando todo lo tenemos asegurado?
Preguntas incómodas que ya casi nadie se hace.
Los que venimos a la iglesia a celebrar la continua presencia del Dios que camina con nosotros nos fiamos de su Palabra y no tenemos miedo.
“Somos el pequeño rebaño” cada día más pequeño en número y en poder, pero estamos convencidos de que el Señor viene a cualquier hora y que nos habla de maneras inesperadas.
Las emisoras de radio emiten sus mensajes las 24 horas del día, pero hay que sintonizarlas para recibir el mensaje.
Dios también habla en la meditación del evangelio, en la belleza de la naturaleza, en la alegría de la asamblea litúrgica, en el silencio de la noche, en la espera confiada, en el desprendimiento de lo superfluo, en la búsqueda del tesoro escondido, en la fidelidad a la tarea encomendada…llamadas gratis, 24/7.
Hay que tener canas y el pie en el estribo para empezar a poner las prioridades de la vida en orden. Empezar antes es perderse lo mejor de la vida.
Cuando uno es joven piensa en la carrera, el trabajo, la familia, la casa, el coche, los hijos, las vacaciones…, instalados en el presente nadie piensa en eso tan etéreo que llaman más allá.
Que viene el lobo gritan los curas en el desierto. A mí que no me despierten. La muerte no la mencione.
“A pesar de las fatigas, perpetuas y gigantescas, los hombres ponen mucho cuidado en morir lo más tarde posible. ¡Cuánto mayor no debe ser el esmero para no morir nunca! Mas en esto nadie quiere pensar”. San Agustín
Sin embargo en la iglesia tenemos que recordarnos que somos mortales aún en tiempo de vacaciones.
No para amargarnos la vida sino para vivirla con más sentido y una gran alegría.
El Señor que nos quiere más que nadie nos invita hoy a vigilar, a estar atentos a la presencia de Dios para que acojamos día tras días sus dones.
El Señor que nos habla de mil maneras nos invita a esperar sin miedo y a trabajar como administradores fieles en esta tensión de la presencia-ausencia del dueño de todo y del novio que nos quiere desposar.
El Señor, el Amén de Dios, el muerto que vive, el hermano que nos hace herederos, nos invita a confiar en su Palabra y a tener la seguridad de que heredaremos los nuevos cielos y la nueva tierra.
Hermanos, ninguno de los que a lo largo de la historia se han acercado a Jesús se han marchado tristes o con miedo de su presencia.
Espero que ustedes se acerquen a Jesús y recuperen la alegría y la valentía que Él da a sus seguidores.
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