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martes, 21 de septiembre de 2010

Emociones


Publicado por Pastoral sj

A veces lleno la vida de argumentos, palabras, teorías, doctrinas, ideas… sobre todo. Sobre Dios, sobre mí, sobre lo que hago o lo que quiero hacer, sobre mis gentes…

Pero cuando dejo el corazón desnudo, allá donde las palabras ya no saben pronunciarse, allí siguen latiendo el calor, la pasión, el desasosiego, el miedo, la dicha, el temblor… Y tú me hablas también en ese lenguaje.


1. Sentir…

“Volvieron los setenta y dos muy contentos y dijeron: Señor, en tu nombre hasta los demonios se nos sometían”. (Lc 10, 17)

No quisiera quedarme apático, indiferente a todo, frío, ajeno a Ti, a los otros y a mis propias fuerzas. ¿Qué sería una vida así? Sin tormentas ni remansos de paz. Sin cuestas de enero, en las que parece que el mundo da vértigo, o sin momentos de quietud en los que todo vuelve a su sitio.

¿Qué sería mi vida si no hubiese en ella ilusiones, zozobra, instantes de dicha y otros de desasosiego? ¿Qué sería mi historia sin lágrimas ni risas? ¿Qué sería cada día sin amor o desamor? Gracias por crearme así, sensible, sentimental (que quiere decir capaz de sentir –ojalá mucho-) capaz de vibrar, temblar, volverme loco a ratos...

¿Cuáles son mis sentimientos frecuentes en esta última temporada?



NO OS OLVIDÉIS DE LA VIDA

Cuando vengáis, no os olvidéis la vida,
mantenida caliente entre los brazos.
No seáis espectadores. A retazos
no la desparraméis por la avenida.

Traedla tal cual es, vida vivida:
doblegada de viento y de zarpazos
arañada; tiesa también con lazos
de paz, de amor, de júbilo prendida.

Venid sin maquillar. Portad la duda,
el desencanto, el grito de protesta.
Vestíos de todo aquello que hoy se lleva.

Pero llegue vuestra alma bien desnuda,
con hambre de banquete, ansia de fiesta,
de par en par abierta a vida nueva.

Jorge Blajot



2. Gracias por la tormenta

“No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada”. (Mt 10, 34)

La tormenta asusta. En esos momentos creo que me voy a hundir. Y me desinstala. Pero también me despierta. Me hace vivir, luchar, revolverme si algo no me gusta o me duele. Me hace levantar la cabeza, el corazón, los brazos, preparado para defenderme de lo que amenaza, o para afrontar lo difícil.

La tormenta es el mal de amores, las relaciones complicadas, las discusiones familiares, el agobio de los estudios, la incertidumbre sobre mi vida o mi futuro y tu evangelio cuando se me vuelve espinoso. Todo eso es la tormenta…
… Pero en ella no estoy solo, porque Tú estás conmigo.

¿Qué me hace vibrar, pelear?
¿Qué me sacude, me remueve, me despierta?
¿El evangelio me provoca algunas veces?



SENTENCIA DE DIOS

Sentencia de Dios al hombre
antes que el día comience:
Que el pan no venga a tu boca
sin que lo sude tu frente.

Ni el sol se te da de balde,
ni el aire por ser quien eres;
las cosas son herramientas
y buscan quien las maneje.
El mar no es lujo de espumas,
sino paridor de peces.
El hondo sol campesino
trabaja a fuego las mieses.

La piedra, con ser la piedra,
guarda una chispa caliente
y en el rumor de la nube
combate el rayo y la nieve.
A ti te inventé las manos
y un corazón que no duerme;
puse en tu boca palabras
y pensamiento en tu frente.

No basta con dar las gracias
sin dar lo que las merece;
a fuerza de gratitudes
se vuelve la tierra estéril

José Luis Blanco Vega



3. Gracias por la calma

“… aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y os sentiréis aliviados. Porque mi yugo es llevadero y mi carga es ligera” (Mt 11, 29-30)

La calma son esos momentos en que el sentimiento es más cálido. Es el abrazo anhelado que se recibe y se convierte en bálsamo que aquieta y sosiega. Es la palabra que acuna, arropa e ilusiona. Es la alegría tranquila cuando parezco encontrar respuestas.

Es el momento de perdón tras una discusión (cuando vuelvo a encontrarme con la mirada que necesitaba). Es el silencio cargado de música. Es la satisfacción por la tarea terminada. Y es tu evangelio cuando me llena de coraje, de empuje, de sentido…
… Y en la calma no estoy solo, porque Tú estás conmigo.

¿Dónde encuentro la paz?
¿El evangelio es fuente de tranquilidad?¿Cuándo?
¿Qué palabras me serenan?


TU CARTA PARIDORA

Tu carta daba luz a mi sonrisa.
(No en vano desgasté mis dedos
acariciando la esperanza.)
El recuerdo resucitó al tercer párrafo.

Y no me importa, no, haber olvidado.
¿O es que quise olvidar? Ya no me acuerdo.
El caso es que en mi alcoba ya sin flores,
hay perfume de
resucitado idilio;
de tu carta saco punta a una frase ya mi lápiz,
vuelve a oler mi cuaderno a lapicero,
vuelvo a escribir,
a contestar tu carta,
-aunque sé que me saldrá
un poema nuevo-

A lo mejor quererte es mi destino,
yo que alegría galopante tuve,
que me llevó a un contento repentino.
Tu carta daba luz a mi sonrisa,
todo así de sencillo.

Gloria Fuertes

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