En la primera parte (vv. 25-35), Jesús invita a las multitudes por triplicado a la renuncia total (vv. 26b.27a.33a) y al seguimiento (vv. 26a.27b), de otro modo no podrán llegar a ser discípulos suyos (vv. 26c.27c.33b). La primera condición dice así: «Si uno quiere venirse conmigo y no me prefiere a su padre y a su madre... y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío» (14,26). Se trata de hacer una opción radical por la persona de Jesús y por la nueva escala de valores que él propone. (La antigua, personificada por las relaciones familiares a la que es necesario renunciar, es común a toda sociedad humana.) Los valores del reino deben estar por encima de todo. Quien no hace opción por la Vida que él personifica, tendrá que contentarse con una vida raquítica y no conseguirá superar jamás los problemas que plantean las relaciones humanas.
La segunda condición es consecuencia de la anterior: «Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío» (14,27). A imitación de Jesús, el discípulo tiene que estar preparado para afrontar el rechazo de la sociedad que tan segura se muestra de sí misma, si bien tiene los pies de barro como la estatua de Nabucodonosor. Quien no esté dispuesto a aceptar el fracaso a los ojos de los hombres, viene a decir, que no se apunte. Uno debe ir por el mundo sin seguridades de ninguna clase, llevando a cuestas como Jesús la suerte de los marginados y asociales.
La tercera condición es reasuntiva: «Esto supuesto, todo aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío» (14,33).
Después se formula una pregunta doble, donde se insiste en la absoluta necesidad de calcular/deliberar antes de tomar una decisión tan importante: «¿Quién de vosotros, en efecto, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos...? Y ¿qué rey, si quiere presentar batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si le bastarán diez mil hombres para hacer frente...?» (14,28-32). Los dos ejemplos propuestos sirven para demostrar que la decisión no puede hacerse a la ligera. Los medios humanos con que se puede contar son del todo insuficientes para acometer la construcción del reino de Dios y para afrontar las dificultades humanamente insuperables que se derivan de ello. La única escapatoria inteligente de este callejón sin salida es sopesar la gravedad de la situación, renun ciando a contar exclusivamente con los propios medios. Sola mente así se podrá hacer la experiencia del Espíritu, la fuerza de que Dios dispone para la construcción del reino.
La segunda condición es consecuencia de la anterior: «Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío» (14,27). A imitación de Jesús, el discípulo tiene que estar preparado para afrontar el rechazo de la sociedad que tan segura se muestra de sí misma, si bien tiene los pies de barro como la estatua de Nabucodonosor. Quien no esté dispuesto a aceptar el fracaso a los ojos de los hombres, viene a decir, que no se apunte. Uno debe ir por el mundo sin seguridades de ninguna clase, llevando a cuestas como Jesús la suerte de los marginados y asociales.
La tercera condición es reasuntiva: «Esto supuesto, todo aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío» (14,33).
Después se formula una pregunta doble, donde se insiste en la absoluta necesidad de calcular/deliberar antes de tomar una decisión tan importante: «¿Quién de vosotros, en efecto, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos...? Y ¿qué rey, si quiere presentar batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si le bastarán diez mil hombres para hacer frente...?» (14,28-32). Los dos ejemplos propuestos sirven para demostrar que la decisión no puede hacerse a la ligera. Los medios humanos con que se puede contar son del todo insuficientes para acometer la construcción del reino de Dios y para afrontar las dificultades humanamente insuperables que se derivan de ello. La única escapatoria inteligente de este callejón sin salida es sopesar la gravedad de la situación, renun ciando a contar exclusivamente con los propios medios. Sola mente así se podrá hacer la experiencia del Espíritu, la fuerza de que Dios dispone para la construcción del reino.
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