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viernes, 26 de noviembre de 2010

Adviento: Abrirnos a la esperanza



Todo comienzo es la semilla de una esperanza. Comenzamos el Adviento que es precisamente tiempo de espera y de esperanza. Pero la esperanza no se construye en el vacío, ni el futuro se puede esperar sentado.

San Pablo es claro: “Daos cuenta del momento que vivís”. Porque es en el hoy y desde el hoy que podemos mirar hacia el futuro. Pero el futuro se construye desde la conciencia y desde las semillas sembradas hoy. El hoy nos hace abrirnos a la esperanza. Pero es la esperanza la que nos hace vivir con gozo el presente. Un hoy sin mañana no tiene futuro.
Un futuro sin hoy carece de raíces.
Ver los problemas de hoy con esperanza, aunque sean grandes.
Ver las dificultades de hoy con esperanza, aunque sean muchas.
Ver el matrimonio con esperanza, aunque lo vean en crisis.
Ver a los jóvenes con esperanza, aunque muchos piensen que andan perdidos.
La esperanza no nace cerrando los ojos al presente, sino abriéndolos y tomando conciencia de ellos, pero abriéndolos luego a la novedad que está llegando.

Benedicto XVI en su Encíclica Spe Salvi nos dice claramente: “… una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esa meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino”. (SS n.1) “Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente”. (SS 2)
Sin esperanza la vida carece de sentido. “No os aflijáis como los hombres sin esperanza” (1Ts 4,13) “La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una nueva vida” (SS 2)

Comenzamos en largo camino de esperanza y de esperanzas.
De esperanza porque comenzamos el camino del que espera la gran esperanza prometida por Dios a los hombres: La Navidad.
De esperanzas, porque a lo largo del año habrá noches sin luz y momentos difíciles en los que será preciso avivar en nosotros la esperanza para no ahogarnos en nuestros propios problemas. Y de esperanzas porque cada día Dios se hace esperanza en nuestras vidas.

Hoy hablamos mucho de “crisis de fe”, sin embargo, tendríamos que hablar también de “crisis de esperanza”. Las situaciones personales, familiares, sociales, políticas, económicas de cada día tratan de oscurecer nuestras vidas. Pero Pablo que es hombre de esperanza nos dice hoy: “La noche va avanzada, el día se echa encima; dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz”.

Prepararnos para la Navidad requiere de nosotros una gran dosis de fe.
Prepararnos para la Navidad requiere de nosotros de una gran esperanza.
Dios no nos invita a quedarnos dormidos en la “noche avanzada”.
Dios nos invita a mirar al amanecer aunque todavía no veamos sus luces.
El Adviento es Dios que quiere despertar en nosotros esas primeras luces que iluminarán nuestras vidas con el nacimiento de Jesús. Será el amanecer en plena meda noche.

Vivir el Adviento es vivir de la esperar.
Porque es esperar la razón de todas las esperanzas.
Vivir el Adviento no es encerrarnos en nuestras oscuridades.
Es saber ver en la oscuridad la nueva luz que está para despertarse.
Que en el mundo hay demasiadas razones para apagar nuestras esperanzas, también para Dios había demasiadas razones para no encarnarse y no nacer. Y sin embargo Dios se arriesgó a nacer entre nosotros. No importa si viene a los suyos y “los suyos no le conocieron”. No importa si “vino a su casa y no le recibieron”. Dios ilumina siempre en la noche. Y esa es la razón de nuestra esperanza. Que alumbre no cuando el sol lo ilumina todo, sino cuando las tinieblas parecen apagarlo.

Seguiremos teniendo problemas. Pero nuestra esperanza es más que nuestros problemas. Seguiremos teniendo dificultades. Pero nuestra esperanza es más que nuestras dificultades. Seguiremos teniendo días de oscuridad. Pero nuestra esperanza no hará ver que el otro lado está ya amaneciendo el sol.
La esperanza es la fuerza que nos mantiene con ilusión aún allí donde todo parece fracaso. La esperanza es la que nos hace vivir los problemas de hoy con la ilusión de que mañana será otro día.

La Navidad ha sido la esperanza de Dios durante siglos de promesas.
La Navidad tiene que ser para nosotros la esperanza que nos hace mirar con gozo el futuro.
Me gusta el Adviento, porque es tiempo de esperanza, de lo que está por venir pero está a punto de venir. El Adviento está siendo esperanza en el seno virginal de María. Por eso también ella es la “mujer del Adviento”, como luego será “la mujer de la Navidad”. Sembremos esperanza en un mundo sin esperanza.


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