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domingo, 7 de noviembre de 2010

Venganza/perdón


Por Jaume Patuel
Publicado por Atrio

La venganza es una emoción muy primaria. Visceral. Pasional. De reacción inmediata ante una ofensa real o imaginaria. La venganza es justicia salvaje. No tiene límites. Por otra parte debajo la venganza hay el odio que nunca tiene suficiente. Pero muchas veces se esconde bajo la ley, bajo la bondad, bajo la autoridad.

Hay un criterio pedagógico que puede clarificarnos: Todo educador debe de tener en cuenta que cuando castiga, el castigo sea proporcional a la falta cometida y no proporcional a su orgullo o narcisismo dignatario. Dicho de otra forma, muchas veces el castigo es directamente proporcional al orgullo del ofendido que no a la ofensa cometida. La relación ofensor/ofendido es muy ambivalente y ambigua. Una relación muy emocional, primaria y con mucho material inconsciente.

Es muy cierto que el ejercicio de la venganza ha ido civilizándose. Si en un primer momento la venganza era totalmente desproporcionada a la ofensa: Tú me has matado uno, yo te mato cien….fue superada por la ley del talión del código de Hammurabi del 1730 antes de Cristo. Ojo por ojo, diente por diente. Dicho de otra forma, se ponía un límite a la venganza. Y después la justicia racional. Más a distancia de un mundo emocional desproporcionado. Así y todo, las leyes pueden en su aplicación contener mucho odio y venganza. Es preciso ver las interpretaciones como las aplicaciones. Pero este punto pertenece al Derecho, a la Historia. Sin olvidar nunca que máximum jus, maxima iniuria, es decir, la gran y máxima justicia, es una gran injuria. La ley al pie de la letra sin considerar caso por caso es muchas veces una injusticia.

A la reflexión del artículo de este mes, no me ha llevado las grandes venganzas o injusticias contra la Humanidad sino estas venganzas y odios en el ámbito familiar, amical, escolar, vecinal. Cómo se denuncia por venganza con un montón de calumnias que la ley, a veces, no puede percibir. La venganza en pequeños detalles de la relación humana por odio, por castigar una ofensa que no se ha considerado la causa, las motivaciones. Me recuerda aquella frase: Quien me la hace, la paga.

Venganza por odio, por envidia… Hoy está muy al orden del día, pero de forma educada, legal por no decir sibilina, cínica. Se puede ver en ciertas separaciones. Uno de los progenitores es muy consciente de la manipulación que hace de los hijos sin preocuparse de los traumas o heridas emocionales que pueden producirles. Y la gran dificultad en defenderse la otra parta. No se deja hablar o no se escucha. El ambiente social no lo permite. En dicho ambiente hay una cierta regresión hacia una venganza más primaria, pero legalizada. La envidia y el odio impregnan la relación. También existe la venganza en otros niveles de familia, amigos y entorno profesional.

Con todo, no podemos olvidar que la venganza genera un placer interior y de satisfacción aunque a la larga genera más enemistades. La venganza es placentera, grata. Cuántas heridas abiertas deja casi siempre la venganza en disfrute del vengador. Difíciles de cerrar por no decir imposible. Pero hay placer en la venganza. .

Hay un proverbio africano que nos permite conectar con la otra parte del artículo o con la otra pasión: el perdón. Dice así: La venganza produce un placer pero que no es tan fuerte ni bueno como el que produce el perdón

Hoy en día también se habla mucho del perdón. Y con mucha razón. Pero un perdón auténtico, sincero. No es preciso olvidar para perdonar. El perdón no está reñido con la justicia adecuada.

En nuestra cultura nos queda mucho para concebir el perdón tanto personal como colectivo como un recurso básico para la convivencia y superar venganzas escondidas. Tanto a nivel eclesiástico como a nivel político. Esto no quita que a otro nivel, el familiar o social se precisa toda una educación en concebir el perdón de forma nueva, pero perdón.

No en vano, la psicología profunda reclama el perdón como terapia y forma de madurar, de crecer. Así y todo, un psicoterapeuta y teólogo alemán, Eugen Drewermann, buen conocedor de la materia afirma: No perdona quien quiere sino quien puede. O el diálogo entre Paul Ricoeur y Jacques Derrida afirmando el primero que el perdón es difícil y el segundo imposible Pero es preciso realizar todos los intentos como hicieron Nelson Mandela o Desmond Tutu, entre otros. O como aquel padre o aquella madre, aquella hija o aquel hijo, aquel alumno o aquel profesor que saben perdonar amorosamente, sinceramente.

Y muchas veces, el malestar personal interior no es por la dificultad o de perdonar o ser perdonado, que puede ser alguna vez ambivalente o caer en el narcisismo o masoquismo, sino el malestar está en la gran dificultad de saber perdonarse. Es decir,

la capacidad de saber perdonarse a uno mismo que es todo un esfuerzo de sinceridad, humildad y veracidad. Un conocimiento propio a fondo. Todo un esfuerzo de comprensión de la interioridad, que es más que la introspección, la cual queda reducida a la racionalidad, pero por encima hay la razonabilidad o la subjetividad.

Venganza y perdón son dos pasiones actuales que es preciso elaborar. Las dos producen placer pero el del perdón es más sabroso que el de la venganza, como decía al principio recordando un proverbio africano.

Las dos pasiones están en el corazón de toda persona, pertenecen al interior de todo ser humano. La venganza es primaria y no tiene límites para satisfacer el odio y la envida. El perdón es fruto de la estimación, del amor, de la generosidad y tampoco tiene límites. Así nos lo enseña la historia.

O como dice un pensador: El perdonar nos hace ser libres de espíritu. O la frase de William Shakespeare: El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe”.

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