Por José María Maruri SJ
1.- En el primer capítulo del Evangelio de San Mateo nos habla de una cosa tan desagradable como es el pecado. Y lo pone en definición de ese Niño que viene y que vamos a adorar en los brazos de una madre.
Y la Iglesia nos habla de ellos a muy pocos días de distancia de que todos nos reunamos alegres a cantar ante el Niño. ¡Qué mal gusto! No nos gusta esa palabra, pecado, está en desuso, como el Vuesa Merced del castellano antiguo. Como hemos quitado tantos santos de los altares y los tenemos por los rincones de los desvanes. Tal vez por allá ande también en algún rincón esa palabreja que no nos gusta a nadie y que sin embargo va imbuida en el nombre de ese Niño Dios que se llama Jesús, salvador de los pecados de su pueblo.
2.- La palabra pecado lo primero que nos trae a la memoria son las largas listas de pecados de los devocionarios para la preparación de la confesión. Eso son las transgresiones de una serie de NOES, de una serie de señalizaciones prohibitivas de la carretera que cuando se amontonan ante nosotros nos crean un complejo de culpabilidad y nos hacen molesto el camino de la vida.
Cuando en realidad en el camino hacia Dios no hay más que una prohibición taxativa y es: PROHIBIDO NO AMAR. Y un solo mandato positivo: Ama a los demás y amarás a Dios.
3.- Y pecado es correr en sentido contrario del amos
-- es tirar la flecha y no dar en el blanco.
-- es no tener buen tino en la elección del centro de la vida.
-- es despilfarrar los dones que nos dieron
-- es empobrecernos y empobrecer a nuestra familia humana jugándonos toda nuestra herencia en el Casino
-- es vestirnos de máscaras empeñados en no vivir según nuestra identidad y según lo que en realidad somos. Es falsía.
-- es repudiar a nuestra propia familia divina y hacer una opción por amigos indeseables. Es locura.
-- es convertir nuestra realidad en una payasada de gigantes y cabezudos en que nadie es lo que es. Es vana soberbia.
-- es convertir la mentira en verdad. Es engañarse a si mismo.
En resumen, pecado es soledad de Dios y soledad de los hombres.
4.- Y Jesús, que viene a salvar al pueblo de los pecados, viene a devolvernos la compañía de Dios y la compañía de nuestros hermanos los hombres. Por eso se llama Emmanuel: Dios con vosotros.
Viene a hacernos hijos de Dios, Viene a sacarnos de nuestra orfandad. Y viene a hacernos hermanos de los hombres. Dios con todos nosotros y todos nosotros con Dios.
5.- No debemos gloriarnos de ser pecadores. Pero sin complejos y con sencillez debemos reconocer que nuestra situación de pecadores es privilegiada, porque Jesús ha venido a buscar a los pecadores, no a los justos.
Por eso en estas fiestas del Niño Jesús no tiene cabida ante el belén los que se sientan justos. Para ellos no ha nacido el Niño Dios. El Niño Dios nace para emprender la búsqueda infatigable de los que hemos pecado, porque para eso ha venido.
Para Dios nada hay imposible. El pecado fue la nota discordante en el gran concierto de la naturaleza al creador y se convierte en el acorde final maravilloso con que se cierra la sinfonía del amor de Dios a los hombres.
Y la Iglesia nos habla de ellos a muy pocos días de distancia de que todos nos reunamos alegres a cantar ante el Niño. ¡Qué mal gusto! No nos gusta esa palabra, pecado, está en desuso, como el Vuesa Merced del castellano antiguo. Como hemos quitado tantos santos de los altares y los tenemos por los rincones de los desvanes. Tal vez por allá ande también en algún rincón esa palabreja que no nos gusta a nadie y que sin embargo va imbuida en el nombre de ese Niño Dios que se llama Jesús, salvador de los pecados de su pueblo.
2.- La palabra pecado lo primero que nos trae a la memoria son las largas listas de pecados de los devocionarios para la preparación de la confesión. Eso son las transgresiones de una serie de NOES, de una serie de señalizaciones prohibitivas de la carretera que cuando se amontonan ante nosotros nos crean un complejo de culpabilidad y nos hacen molesto el camino de la vida.
Cuando en realidad en el camino hacia Dios no hay más que una prohibición taxativa y es: PROHIBIDO NO AMAR. Y un solo mandato positivo: Ama a los demás y amarás a Dios.
3.- Y pecado es correr en sentido contrario del amos
-- es tirar la flecha y no dar en el blanco.
-- es no tener buen tino en la elección del centro de la vida.
-- es despilfarrar los dones que nos dieron
-- es empobrecernos y empobrecer a nuestra familia humana jugándonos toda nuestra herencia en el Casino
-- es vestirnos de máscaras empeñados en no vivir según nuestra identidad y según lo que en realidad somos. Es falsía.
-- es repudiar a nuestra propia familia divina y hacer una opción por amigos indeseables. Es locura.
-- es convertir nuestra realidad en una payasada de gigantes y cabezudos en que nadie es lo que es. Es vana soberbia.
-- es convertir la mentira en verdad. Es engañarse a si mismo.
En resumen, pecado es soledad de Dios y soledad de los hombres.
4.- Y Jesús, que viene a salvar al pueblo de los pecados, viene a devolvernos la compañía de Dios y la compañía de nuestros hermanos los hombres. Por eso se llama Emmanuel: Dios con vosotros.
Viene a hacernos hijos de Dios, Viene a sacarnos de nuestra orfandad. Y viene a hacernos hermanos de los hombres. Dios con todos nosotros y todos nosotros con Dios.
5.- No debemos gloriarnos de ser pecadores. Pero sin complejos y con sencillez debemos reconocer que nuestra situación de pecadores es privilegiada, porque Jesús ha venido a buscar a los pecadores, no a los justos.
Por eso en estas fiestas del Niño Jesús no tiene cabida ante el belén los que se sientan justos. Para ellos no ha nacido el Niño Dios. El Niño Dios nace para emprender la búsqueda infatigable de los que hemos pecado, porque para eso ha venido.
Para Dios nada hay imposible. El pecado fue la nota discordante en el gran concierto de la naturaleza al creador y se convierte en el acorde final maravilloso con que se cierra la sinfonía del amor de Dios a los hombres.
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