Publicado por De Todos los Días
Bautismo del Señor
Para el día de hoy (09/01/11):
Evangelio según San Mateo 3, 13-17
Bautismo del Señor
Para el día de hoy (09/01/11):
Evangelio según San Mateo 3, 13-17
(Jesús está allí, anónimo entre esa multitud que buscaba recibir el bautismo por parte de Juan.
Es el Salvador del mundo, y sin embargo está allí, esperando pacientemente su turno a orillas del río, junto a todos aquellos que esperaban ser bautizados y el perdón de sus pecados y miserias.
Es claro, Él no lo necesita, pero persiste en estar entre esas gentes dolidas y lastimadas.
Jesús comienza su misión, trayendo una vida nueva para toda la humanidad en el silencio humilde del hacerse uno más entre los hombres.
La mirada profunda del Bautista -ojos de hombre de fé- lo descubre, y Juan, el más grande entre los nacidos de mujer, está visiblemente incómodo.
No debe él bautizar a Jesús, por el contrario es el mismo Juan el que ansía ser bautizado por Jesús.
Con los mismos ojos capaces de descubrir al Salvador por entre la multitud, Juan se descubre a su vez pequeño y totalmente inferior a ese galileo que es su Dios y Señor. La entereza del Bautista se funda en el Espíritu y se expresa en su humildad.
Han pasado treinta años de vida oculta a la vista de todos, de existencia silente y por demás elocuente. El Maestro comienza a recorrer la huella de su misión de salvación, y en el Evangelio de San Mateo las primeras palabras que pronuncia se refieren a la justicia, al proyecto de su Padre, a la vida plena y abundante, sinfonía de las almas que cantan la voluntad del Dios de la Vida. Justicia de los que reniegan de todo interés mezquino, que abdican de todo protagonismo, que destierran cualquier formalismo que cercena el centro de la existencia humana: es la justicia que se expresa en solidaridad y misericordia.
Un cielo se abre, y es signo cierto de que ese galileo es de Dios y es Dios, y que lo divino y lo humano, por Él, comienzan juntos a tejer la historia.
En la celebración del Bautismo del Señor está declarada sin ambages toda nuestra misión y, por ello mismo, toda nuestra existencia.
Dios está entre nosotros, allí mismo, entre la multitud que nos encontramos a diario, uno más entre nosotros, adentrándose en nuestros dolores y asumiendo nuestras miserias.
Por ello mismo su misión también es la nuestra, misión de justicia, compromiso santo de asumir el sufrimiento y la marginalidad de tantos para que se cumpla el proyecto del Abbá, eso que llamamos Reino y que suplicamos a diario.
No hay resquicio para la rutina ni posibilidad para el desánimo: nos basta con sabernos queridos, amados, elegidos especialmente todos y cada uno de nosotros, muriendo a todo egoísmo y emergiendo nuevos desde las aguas purificadoras del servicio y la entrega, anticipo seguro de la Resurrección definitiva)
Paz y Bien
Es el Salvador del mundo, y sin embargo está allí, esperando pacientemente su turno a orillas del río, junto a todos aquellos que esperaban ser bautizados y el perdón de sus pecados y miserias.
Es claro, Él no lo necesita, pero persiste en estar entre esas gentes dolidas y lastimadas.
Jesús comienza su misión, trayendo una vida nueva para toda la humanidad en el silencio humilde del hacerse uno más entre los hombres.
La mirada profunda del Bautista -ojos de hombre de fé- lo descubre, y Juan, el más grande entre los nacidos de mujer, está visiblemente incómodo.
No debe él bautizar a Jesús, por el contrario es el mismo Juan el que ansía ser bautizado por Jesús.
Con los mismos ojos capaces de descubrir al Salvador por entre la multitud, Juan se descubre a su vez pequeño y totalmente inferior a ese galileo que es su Dios y Señor. La entereza del Bautista se funda en el Espíritu y se expresa en su humildad.
Han pasado treinta años de vida oculta a la vista de todos, de existencia silente y por demás elocuente. El Maestro comienza a recorrer la huella de su misión de salvación, y en el Evangelio de San Mateo las primeras palabras que pronuncia se refieren a la justicia, al proyecto de su Padre, a la vida plena y abundante, sinfonía de las almas que cantan la voluntad del Dios de la Vida. Justicia de los que reniegan de todo interés mezquino, que abdican de todo protagonismo, que destierran cualquier formalismo que cercena el centro de la existencia humana: es la justicia que se expresa en solidaridad y misericordia.
Un cielo se abre, y es signo cierto de que ese galileo es de Dios y es Dios, y que lo divino y lo humano, por Él, comienzan juntos a tejer la historia.
En la celebración del Bautismo del Señor está declarada sin ambages toda nuestra misión y, por ello mismo, toda nuestra existencia.
Dios está entre nosotros, allí mismo, entre la multitud que nos encontramos a diario, uno más entre nosotros, adentrándose en nuestros dolores y asumiendo nuestras miserias.
Por ello mismo su misión también es la nuestra, misión de justicia, compromiso santo de asumir el sufrimiento y la marginalidad de tantos para que se cumpla el proyecto del Abbá, eso que llamamos Reino y que suplicamos a diario.
No hay resquicio para la rutina ni posibilidad para el desánimo: nos basta con sabernos queridos, amados, elegidos especialmente todos y cada uno de nosotros, muriendo a todo egoísmo y emergiendo nuevos desde las aguas purificadoras del servicio y la entrega, anticipo seguro de la Resurrección definitiva)
Paz y Bien
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