Por José María Maruri, SJ
1.- Hace no muchos años de la muerte de Juan el Bautista, y de la muerte y resurrección de Jesús. Ambos han hecho un gran impacto en el pueblo, y no pocos de los judeo-cristianos de las primeras comunidades cristianas habían recibido el bautismo de Juan.
Era necesario aclarar ante estos judeo-cristianos las figuras de Juan y de Jesús. Y por ello los evangelistas narran estos recuerdos de los comienzos de la predicación de Jesús.
La figura señera de Juan, como el mayor entre los nacidos de mujer queda reconocida, pero al tiempo supeditada a la de Jesús. Juan es el que a su pesar bautiza a Jesús. ¿Tú vienes a que te bautice yo? Yo soy el que debe ser bautizado por ti”. Pero es el Padre el que envía su Espíritu sobre Jesús y le reconoce como hijo muy amado y elegido, a la manera del Mesías elegido y profetizado por Isaías. “Sobre él he puesto mi espíritu”.
2.- ¿Para qué misión ha enviado el padre al Espíritu sobre Jesús? Nos contesta Padre “paso haciendo el bien” y nos dice Isaías: para declarar el derecho, lo que es justo, recto y honrado a todo el mundo”.
Pero no con la espada en la mano, castigando al que se aparta del derecho, no viene a apagar la mecha que aún humea ni a pisar con furia la caña ya casi quebrada.
Viene con tal sencillez a anunciar la Buena Nueva, que al comienzo de esa predicación la llama Pedro sencillamente “la cosa” “la cosa comenzó en Galilea”, con la sencillez de los hechos humanos que no deslumbran, pero que al fin marcan un sendero de luz para los que tienen ojo para ver.
Ser hombre de bien, recto, justo y honrado, ser misericordioso con los que yerran, pasar por el mundo sin hacer ruido pero siendo luz pasando haciendo el bien.
Todo un programa para el Mesías y para cada uno de nosotros. Hemos sido bautizados, hemos recibido el espíritu de Dios en el bautismo y la confirmación, y hemos sido elegidos por Dios ¿para qué? ¿Para hacer grandes cosas? ¿para ser hombres de empresa? ¿grandes políticos? ¿conocidas celebridades? NO
.Sea nuestro campo el que sea a donde nos empuja el Espíritu es a pasar haciendo el bien en la pequeñez monótona de la vida de cada día.
3.- Y “hacer el bien” tiene un objeto de ese bien que se hace, ese objeto sin duda es el hombre, todo hombre, porque para Dios no hay acepción de personas.
Un mandamiento nuevo os doy que os améis como Yo os he amado. Mandamiento viejísimo como la misma humanidad, pero nos lo dio Jesús una vez más, por última vez en estos últimos tiempos y con el condicionamiento de que tiene que ser un amor como el suyo, es decir hasta la muerte.
Leed el evangelio de atrás para adelante o de adelante para atrás, y no vais a sacar otra conclusión que lo que Jesús vino a hacer al mundo movido por el Espíritu que el Padre derramó sobre El, es crear un pueblo, el pueblo de Dios, que debía ser un pueblo de hermanos.
4.- Van a conocer que sois mis discípulos si os amáis unos a otros, si os preocupáis unos por otros, Os señalarán con el dedo diciendo Ese es discípulo de Jesús, mira como se ocupa de los demás.
¿Lo hacen así conmigo? O más bien me señalan porque no pienso más que en vivir bien, en que no me molesten, en ganar siempre más. Que bonitas palabras para una esquela, para la piedra de una tumba, sin nombre siquiera solo “un hombre o una mujer que pasó haciendo el bien”
Qué luz dejaríamos en este mundo como la dejó Pedro Claver el apóstol de los esclavos, el Padre Damián apóstol de los leprosos, la Madre Teresa de Calcuta, o una luz, una estrella mucho más sencilla y humilde, como la madre de familia, estrella que se pierde en el cielo profundo y oscuro, pero añade su resplandor y hermosura a millones de otras estrellas que han pasado haciendo el bien por el mundo.
Era necesario aclarar ante estos judeo-cristianos las figuras de Juan y de Jesús. Y por ello los evangelistas narran estos recuerdos de los comienzos de la predicación de Jesús.
La figura señera de Juan, como el mayor entre los nacidos de mujer queda reconocida, pero al tiempo supeditada a la de Jesús. Juan es el que a su pesar bautiza a Jesús. ¿Tú vienes a que te bautice yo? Yo soy el que debe ser bautizado por ti”. Pero es el Padre el que envía su Espíritu sobre Jesús y le reconoce como hijo muy amado y elegido, a la manera del Mesías elegido y profetizado por Isaías. “Sobre él he puesto mi espíritu”.
2.- ¿Para qué misión ha enviado el padre al Espíritu sobre Jesús? Nos contesta Padre “paso haciendo el bien” y nos dice Isaías: para declarar el derecho, lo que es justo, recto y honrado a todo el mundo”.
Pero no con la espada en la mano, castigando al que se aparta del derecho, no viene a apagar la mecha que aún humea ni a pisar con furia la caña ya casi quebrada.
Viene con tal sencillez a anunciar la Buena Nueva, que al comienzo de esa predicación la llama Pedro sencillamente “la cosa” “la cosa comenzó en Galilea”, con la sencillez de los hechos humanos que no deslumbran, pero que al fin marcan un sendero de luz para los que tienen ojo para ver.
Ser hombre de bien, recto, justo y honrado, ser misericordioso con los que yerran, pasar por el mundo sin hacer ruido pero siendo luz pasando haciendo el bien.
Todo un programa para el Mesías y para cada uno de nosotros. Hemos sido bautizados, hemos recibido el espíritu de Dios en el bautismo y la confirmación, y hemos sido elegidos por Dios ¿para qué? ¿Para hacer grandes cosas? ¿para ser hombres de empresa? ¿grandes políticos? ¿conocidas celebridades? NO
.Sea nuestro campo el que sea a donde nos empuja el Espíritu es a pasar haciendo el bien en la pequeñez monótona de la vida de cada día.
3.- Y “hacer el bien” tiene un objeto de ese bien que se hace, ese objeto sin duda es el hombre, todo hombre, porque para Dios no hay acepción de personas.
Un mandamiento nuevo os doy que os améis como Yo os he amado. Mandamiento viejísimo como la misma humanidad, pero nos lo dio Jesús una vez más, por última vez en estos últimos tiempos y con el condicionamiento de que tiene que ser un amor como el suyo, es decir hasta la muerte.
Leed el evangelio de atrás para adelante o de adelante para atrás, y no vais a sacar otra conclusión que lo que Jesús vino a hacer al mundo movido por el Espíritu que el Padre derramó sobre El, es crear un pueblo, el pueblo de Dios, que debía ser un pueblo de hermanos.
4.- Van a conocer que sois mis discípulos si os amáis unos a otros, si os preocupáis unos por otros, Os señalarán con el dedo diciendo Ese es discípulo de Jesús, mira como se ocupa de los demás.
¿Lo hacen así conmigo? O más bien me señalan porque no pienso más que en vivir bien, en que no me molesten, en ganar siempre más. Que bonitas palabras para una esquela, para la piedra de una tumba, sin nombre siquiera solo “un hombre o una mujer que pasó haciendo el bien”
Qué luz dejaríamos en este mundo como la dejó Pedro Claver el apóstol de los esclavos, el Padre Damián apóstol de los leprosos, la Madre Teresa de Calcuta, o una luz, una estrella mucho más sencilla y humilde, como la madre de familia, estrella que se pierde en el cielo profundo y oscuro, pero añade su resplandor y hermosura a millones de otras estrellas que han pasado haciendo el bien por el mundo.
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