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miércoles, 5 de enero de 2011

Epifanía del Señor (Mt 2, 1-12) - Ciclo A: Dudas en el camino


Los Magos descubrieron la estrella que les señalaba el camino del encuentro con Dios. Pero no siempre el camino está iluminado. Hay momentos en los que las sombras de la duda borra los caminos y no sabemos por donde ir. Muchos se echan atrás, otros se quedan a medio camino. Otros preguntan y clarifican sus dudas y vuelven al camino.

Esa fue la historia de estos tres personajes. Y esta es también la historia de cada uno de nosotros. Comenzamos con ilusión camino de una meta final. Pero en el camino nos vienen dudas, surgen los miedos o incluso el pasado nos impide avanzar.

Miedo a perder lo que logramos en el pasado.

Miedo a no llegar a conseguir lo que buscamos.

Miedo a las dificultades del camino.

Me van a perdonar que vuelva a citar a Paulo Coelho en El Alquimista. Santiago comenzó con mucha ilusión el camino del desierto en busca de su ansiado tesoro. Pero llegó un momento en el que su corazón se vio presionada por los recuerdos del pasado, sobre todo Fatima, la chica de sus amores. Le atraía el tesoro, pero Fátima pesaba amucho en su corazón. No sabe si regresar atrás y renunciar al tesoro o simplemente arriesgarse a seguir adelante. “Mi corazón es traicionero. No quiere que yo siga adelante”. El Alquimista le anima: “Eso es buena señal. Prueba que tu corazón está vivo. Es natural que se tenga miedo de cambiar por un sueño de todo aquello que ya se consiguió. Entonces ¿para qué debo escuchar a mi corazón? Poque no conseguirás jamás mantenerlo callado. Nadie consigue huir de su corazón. Por eso es mejor escuchar lo que te dice”. Santiago insiste “Mi corazón tiene miedo a sufrir. Explícale que el miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento”, le responde el Alquimista. “Mientras busqué mi tesoro, todos mis días fueron luminosos, porque sabía que cada momento formaba parte del sueño de encontrar. Mientras busqué este tesoro mío, descubrí por el camino cosas que jamás habría soñado encontrar, si no hubiese tenido el valor de intentar cosas imposibles para los pastores”.

La historia de Santiago se repite en cada uno de nosotros. Cuando tenemos un ideal, una meta a la que llegar, el corazón va feliz pese al cansancio. Cuando sentimos que estamos llamados a algo grande, el alma no siente el cansancio de los pies. Cuando sentimos que queremos algo grande o que queremos encontrar el tesoro de nuestras vidas, los caminos se llenan de luz.

Pero, cuando el corazón comienza a mirar hacia atrás, a lo que dejó es como el que camina por la calla de espaldas. Termina por tropezar con sus propios miedos. Y pierde el horizonte que tanto le ilusionaba.

Cuando, en vez de mirar a la meta y al ideal de nuestras vidas, volvemos a recordar a nuestra Fátima perdida en el desierto, la vida comienza a hacérsenos pesada y las dudas invaden nuestro corazón.

Los casados comienzan a dudar de si realmente se aman o si no hubiera sido mejor no casarse.

Los sacerdotes comienza a dudar del sentido de su vocación que con tanto ilusión aceptaron un día en su camino.

Los religiosos comienzan a dudar de si tiene sentido su vida y no sería mejor recuperar su propia libertad.

En realidad, comenzamos a escuchar nuestro corazón. Y sentimos que tiene miedo. Pero es también señal de que está vivo. Porque lo que está muerto no siente nada.

Los Magos se pasaron unos días muy malos cuando perdieron de vista la estrella que guiaba sus pasos. Ya no sabían dónde estaba el “rey que buscaban”. Cuando alguien les señaló de nuevo la meta, recién se hizo luz y alegría en sus corazones.

Cuando uno decide ser alguien no puede enredarse en las telarañas de sus recuerdos, ni de lo que dejó en su camino. Por eso es tan importante que nuestro ideal, nuestra meta sea luminosa y sea el centro que nos hace olvidar lo que queda atrás. Sólo así seremos capaces llegar hasta el final.

No nos engañemos. La felicidad no queda atrás, en lo que dejamos, en lo que fuimos o hicimos. La verdadera felicidad está siempre por delante, en lo que podemos ser y hacer. Puede haber momentos de duda, pero es señal de que nuestro corazón está vivo. Y mientras tengamos vivo el corazón podremos avanzar por el camino. “Si buscas, decía Pascal, es que ya lo tienes”.


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