Por José María Maruri, SJ
1.- Bienaventurado el que tiene mucho dinero o al que de repente le cae la lotería.
--Bienaventurado el que lo pasa bien y se divierte en grande
--Bienaventurado el que tiene poder, influencia y es famoso
--Bienaventurado el que no tiene preocupaciones ni propias no ajenas… y no se complica la vida.
Estas son las bienaventuranzas no del mundo, dicho despreciativamente, son las mías y las vuestras de una manera o de otra.
Y son bienaventuranzas que chocan frontalmente con las Jesús nos dice hoy como señales de que el Reino de Dios está entre nosotros, y como actitudes de los que pertenecen al Reino.
2.- ¿Entonces nuestras bienaventuranzas son malas? ¿Es malo tener dinero, pasarlo bien, tener influencia, no tener problemas? No. Eso no lo dice Jesús. Sólo que el modo de conseguir esos bienes y el uso sea bueno.
Lo que nos dice el Señor el Señor es que hay otra felicidad propia del Reino de Dios en esta vida y que esa felicidad humana, la de nuestras bienaventuranzas, tiene mucho de infantil.
--Es propia del que no quiere reconocer su pequeñez humana y quiere suplir lo que falta de altura por unos buenos zancos.
--Es jugar a Gigantes y Cabezudos, es el hincharse de la rana llenándose de aire hasta, tal vez, reventar en el deseo de aparentar más y más.
--Que cuanto más nos apoyamos en cosas externas, nuestro interior está más vacío y acabamos siendo pisos desalquilados y abandonados.
3.- Las bienaventuranzas del Reino se reducen no a tener, a saber ser, a saber amar.
a).- Saber ser lo que uno es en verdad, saberse pobres ante Dios y ante los demás. Saber que nuestra postura ante Dios es la de la mano tendida, pidiendo constantemente su ayuda y amor. Y que aun ante los demás nuestra postura es la de saber que cada uno de nosotros tenemos mucho que aprender de los demás. El que se sabe pobre y echa raíces profundas en esa aceptación de nuestra pequeñez humana, ese está seguro contra pena y adversidad. Por mucho viento adverso que sople sus hondas raíces le mantendrán firme en Dios. Pero el que se apoya en andamios externos de dinero, de poder, del que dirán, cuando el andamio se caiga, él mismo se queda sin apoyo ninguno.
b).- Y saber amar… No encerrarse en su propio egoísmo, sino mantener los ojos abiertos a los que sufren al nuestro alrededor y saber llorar con el que llora, saber tener misericordia con el que la necesita, saber interpretar bien las cosas de los demás, teniendo los ojos del corazón limpios, como es el amor que San Pablo proclama, que disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites
4.- Yo os pido que creáis esto que os digo de que hay una nueva felicidad propia del Reino de Dios en la tierra. Apelo a vuestra propia experiencia.
--Mirad si no habéis sido más felices dando de lo vuestro al que no necesitaba que tratando de tener más y mas.
--Si no os habéis sentido mejor perdonando de corazón que tomando la revancha de una injusticia.
--Si no os sentís más vosotros mismos aceptando a los demás con misericordia que echándolos a patadas.
--Si no os dado mayor alegría tratando de mantener la paz entre personas que echando leña al fuego.
--Bienaventurado el que lo pasa bien y se divierte en grande
--Bienaventurado el que tiene poder, influencia y es famoso
--Bienaventurado el que no tiene preocupaciones ni propias no ajenas… y no se complica la vida.
Estas son las bienaventuranzas no del mundo, dicho despreciativamente, son las mías y las vuestras de una manera o de otra.
Y son bienaventuranzas que chocan frontalmente con las Jesús nos dice hoy como señales de que el Reino de Dios está entre nosotros, y como actitudes de los que pertenecen al Reino.
2.- ¿Entonces nuestras bienaventuranzas son malas? ¿Es malo tener dinero, pasarlo bien, tener influencia, no tener problemas? No. Eso no lo dice Jesús. Sólo que el modo de conseguir esos bienes y el uso sea bueno.
Lo que nos dice el Señor el Señor es que hay otra felicidad propia del Reino de Dios en esta vida y que esa felicidad humana, la de nuestras bienaventuranzas, tiene mucho de infantil.
--Es propia del que no quiere reconocer su pequeñez humana y quiere suplir lo que falta de altura por unos buenos zancos.
--Es jugar a Gigantes y Cabezudos, es el hincharse de la rana llenándose de aire hasta, tal vez, reventar en el deseo de aparentar más y más.
--Que cuanto más nos apoyamos en cosas externas, nuestro interior está más vacío y acabamos siendo pisos desalquilados y abandonados.
3.- Las bienaventuranzas del Reino se reducen no a tener, a saber ser, a saber amar.
a).- Saber ser lo que uno es en verdad, saberse pobres ante Dios y ante los demás. Saber que nuestra postura ante Dios es la de la mano tendida, pidiendo constantemente su ayuda y amor. Y que aun ante los demás nuestra postura es la de saber que cada uno de nosotros tenemos mucho que aprender de los demás. El que se sabe pobre y echa raíces profundas en esa aceptación de nuestra pequeñez humana, ese está seguro contra pena y adversidad. Por mucho viento adverso que sople sus hondas raíces le mantendrán firme en Dios. Pero el que se apoya en andamios externos de dinero, de poder, del que dirán, cuando el andamio se caiga, él mismo se queda sin apoyo ninguno.
b).- Y saber amar… No encerrarse en su propio egoísmo, sino mantener los ojos abiertos a los que sufren al nuestro alrededor y saber llorar con el que llora, saber tener misericordia con el que la necesita, saber interpretar bien las cosas de los demás, teniendo los ojos del corazón limpios, como es el amor que San Pablo proclama, que disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites
4.- Yo os pido que creáis esto que os digo de que hay una nueva felicidad propia del Reino de Dios en la tierra. Apelo a vuestra propia experiencia.
--Mirad si no habéis sido más felices dando de lo vuestro al que no necesitaba que tratando de tener más y mas.
--Si no os habéis sentido mejor perdonando de corazón que tomando la revancha de una injusticia.
--Si no os sentís más vosotros mismos aceptando a los demás con misericordia que echándolos a patadas.
--Si no os dado mayor alegría tratando de mantener la paz entre personas que echando leña al fuego.
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