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martes, 22 de febrero de 2011

Aquellos barrios


Por Enrique Pinti
Publicado en La Nación Revista

Años electorales! Volver a oír promesas de orden y progreso, del rol del Estado en las democracias, de la inclusión social, la pobreza, la educación, la seguridad, el campo, la ciudad, la salud, la ecología, la industria, el comercio, el narcotráfico y la integración. Volver a creer, a no creer, a recordar la conducta pública de funcionarios y políticos en un pasado reciente y comprobar, una vez más, la cantidad de panqueques que dan volteretas en el aire buscando caer parados y creyendo que el ciudadano votante es amnésico o estúpido. ¿Cómo creer que los que ya gobernaron y no pudieron hacer frente a los problemas arriba citados van a poder solucionarlos ahora que son mucho más complicados que años atrás? ¿Cómo puede uno olvidar corralitos, inestabilidades, retrocesos indisimulables en la educación, cierre de fábricas, privatizaciones desprolijas, crímenes de lesa humanidad, mentiras, informaciones falsas, corrupciones varias, incendios forestales, pérdida de mercados, burbujas inmobiliarias, inundaciones y derrumbes no por catástrofes naturales como en Chile, Brasil o Haití, sino por imprevisión, falta de emprendimientos, entubamientos prometidos y no cumplidos de arroyos subyacentes debajo de asfaltos provisorios que están ahí, debajo de nuestros pies, desde hace siglos? ¿Cómo creer en los retrocesos de la pobreza enfáticamente anunciados desafiando a una realidad que ve día a día el triste espectáculo de la mendicidad creciente, la ocupación de espacios públicos, edificios abandonados y predios deportivos por parte de multitud de desclasados? ¿A qué inclusión social se refieren los que hoy gobiernan y los que ayer nomás gobernaron y convivieron con la drogadicción, las mafias y los burdos remiendos que contribuyeron a hacer más ricos a los más inescrupulosos y más pobres a los que ya lo eran? ¿O acaso las villas de emergencia no estaban cuando peronistas, radicales, conservadores neoliberales o militares ejercieron el poder por voto popular o por prepotencia golpista?

¿Con qué cara enuncian plataformas donde hablan de dar oportunidades parejas a todo hijo de vecino los que colaboraron estrechamente con las administraciones anteriores?

Cuando los veteranos evocamos la tranquilidad de nuestros barrios de la infancia, esos lugares añorados de confianza en el vecino, de puertas sin cerrojo, de ventanas abiertas, coches sin seguro, reposeras con mate y cervecita en las tardes de verano con la protección del vigilante de la esquina -que era uno más en la familia- tenemos que ser más objetivos y menos nostálgicos a la violeta. Es preciso recordar que a muchos no nos gustaba el gobierno del momento, que protestábamos por nuestra falta de amor al trabajo, que abominábamos de costumbres nacionales como la chantada y la viveza criolla, que soñábamos con ser Estados Unidos o Europa y que nos avergonzaba nuestro subdesarrollo. Sin embargo, a la luz de lo que nos pasa hoy revaloramos aquellos tiempos cuando nada era perfecto, pero había vivienda, educación básica, alfabetización, trabajo no siempre bien remunerado pero trabajo al fin, una ocupación fija que permitía el aporte de changas que posibilitaban bienvenidos ingresos extras. Y si nos paramos a pensar un poquito nomás, podemos comprobar que aquel país imperfecto ofrecía posibilidades reales de mejorar, y esa era la luz de esperanza que aun en momentos bravos de falta de libertad con censuras y cercenamiento de derechos ciudadanos elementales, nos permitía arremeter contra la injusticia y el abuso.

Hoy podemos protestar y reclamar y eso es muy bueno y no hay que perderlo. Pero mientras no vuelva el trabajo, la oportunidad para todos y la real justicia social -que no es una limosna ni un trámite burocrático, sino un derecho inalienable- no volverá aquel barrio que era tranquilo pero no perfecto. Hoy los sacudones nos deben hacer madurar tanto como para recordar nombres y apellidos que por mala gestión, incapacidad, corrupción, panquequismo y falsedad, nos han llevado, sin prisa y sin pausa, a una situación complicada, pero no imposible de revertir. Serían buenas, nuevas caras y pasados limpios, en lugar de mascarones descascarados de malandrines conocidos.

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