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martes, 22 de febrero de 2011

El miedo a saber


Por Jaume Patuel
Publicado en Atrio

El miedo es aquella emoción primaria, por lo tanto, necesario para poder sobrevivir y vivir después. Así y todo, esa emoción es preciso saberla gestionar, no siempre es negativa.

Saber es conocer con la cabeza, el corazón y las manos. Lugares, personas, aspectos que son necesarios para poder vivir, crecer, madurar.

Pues bien, puede existir y así es, por otro lado, un miedo a este saber. Un miedo a crecer. Un miedo a querer contemplar tanto las partes maravillosas de la profundidad de todo ser humano, como la hondura reptiliana, emociones feroces que todo ser humano tiene, como depredador.

Saber en el sentido que uso aquí, es decir, un saber no sólo de información o conocimiento sino integrado en la estructura mental de toda persona. Un saber que puede comprender y ser comprendido de aquello que puede emerger en un momento dado. Y como indicaba antes, abrazando cabeza, corazón y manos.

Y el miedo a saber, a remover vivencias, a conocer la verdad del diagnóstico. Este miedo no favorece ni la curación ni el crecimiento ni la paz o tranquilidad interiores. Por eso podríamos decir, el saber del miedo. Y ver cómo el miedo contiene una sabiduría, una prudencia, un saber pero cuidadoso para poder asimilarlo.

Y así, nos encontramos hoy en día el miedo a saber de las autoridades correspondientes a ámbitos diferentes, pero en plena actividad. No es preciso qué clase de autoridad, sino toda clase de autoridad. La autoridad tiene miedo a saber que el pueblo, la gente, piensa. Que la gente quiere un cambio. Que la gente –como decía en el artículo anterior cuyo libro ha salido en castellano, publicado por Destino Planeta: Indignaos- está indignada. El miedo a saber las autoridades que no guían, sino que son guiados. El miedo a saber que la situación se les escapa de la mano. Y que es otra mano (digamos la financiera) que aplasta. O la mano de la poltrona que no permite levantarse. El miedo a saber la verdad, cuando la verdad hace libres, hace crecer, hace madurar. Lleva a la paz.

Por eso, la sociedad o los dirigentes quieren controlar los departamentos de enseñanza para programa lo que les interesa y no necesitan los otros. Enseñar pero en el sentido de domeñar, inculcar, imponer. Y a eso le llaman “educar”.

Y el miedo a saber es una reacción a superar. No la actitud de Adán y Eva en el paraíso saber para ser como dioses sino de la saber para conocer los propios límites y ser humanos.

Por eso, a más del miedo a saber, hay el anhelo de saber. Cuando la palabra anhelo quiere decir momento que un o arriesga permanecer sin respirar. Sin aliento. E inspira fuertemente. Este anhelo de respirar, de vivir, puede producir miedo y angustia ya que lleva a otros niveles de existencia, de conocimiento que probablemente el yo, débil y ansioso, no se atreve a comprender por la implicaciones que pueden comportar.

Y hoy, más que en otras épocas o tal vez como en todas las épocas, conviene pensar por uno mismo, La locura de la prensa puede convertirnos a todos en psicóticos o perversos o psicópatas. Porque neuróticos ya lo somos todos, en el sentido que tenemos que gestionar conflictos internos, queramos o no. Ver miedos donde no hay ¿sino qué misión tienen los leads o entradas de la prensa en las páginas, como un zoom? Ponen aspectos muy parciales. Los intereses ideológicos están en juego. Y cada día hacen crecer el miedo a saber. El miedo a caer las pensiones, a caer la seguridad, al terrorismo. Miedo a tantas cosas. I en verdad están, pero quieren hacerlas ver de forma total cuando sólo son parciales, vistas sólo con el zoom. No quieren ver el conjunto. La parte por el todo. Si el odio y el mal destruyen, el amor y la solidaridad construyen a pesar de todo, El odio se mira de forma zoòmica, de lo cual se habla, pero el amor es de mirada amplia y se hace silencio.

Pero para ser muy realistas, es preciso comenzar a perder el miedo a o de saber de nosotros mismos. Por aquí iba el oráculo de Delfos con Layo, el padre de Edipo como Freud en su interpretación del Complejo de Edipo, ambos se quedaron a medio camino. Los dos vivían el miedo saber más cosas de sus padres. La Humanidad, en mayúscula, avanza a pesar de todo. Muchos seres individuales, desgraciadamente, caen y se hunden, otros emergen. Pero todo avanza.

Concretaría este miedo a saber, como indicaba antes, en un aspecto muy peculiar: El miedo a saber por uno mismo de sí mismo. A pensar por uno mismo, A saber qué hay dentro de nosotros. Buscar, indagar por uno mismo. Las autoridades correspondientes dirán: No pienses porque dejarás de creer. Tú cree, calla, obedecí y serás feliz. Y algunos añadirían: Y Dios te amará. La pregunta emergente sería: ¿qué “dios”? O en otras creencias: “Confía en el partido y calla”.

Y cuando uno se encuentra solo y piensa por sí mismo, el miedo a volverse loco, a ver coses que cree locas, es un riesgo que hay que correr. Porque lo que hay no es locura sino clarividencia. Clarividencia de la locura de la prensa, de las autoridades, de los sistemas ideológicos, de unas creencias anacrónicas y sobre todo la clarividencia que el mal no lo hacen unos hombres o pocos sino que todos estamos implicados en el progreso de la Humanidad. Y en nuestro metro cuadrado donde vivimos, residimos, habitamos es el lugar para comenzar a no tener miedo a saber, para transformarlo y sobre todo amarlo por encima del odio o las propias emociones destructivas, las cuales son muy sibilinas, sofisticadas Nuestros mecanismos de defensa o obturación inconscientes son muy poderosos. Por eso la psicología académica o llamada científica no le interesa saber nada de la psicología de lo profundo porque no la puede cuantificar, medir y controlar sus variables. Hay miedo al no control. Sino ¿dónde permanece la ciencia sin el control?

Y el miedo a saber de dónde venimos, dónde vamos, qué hacemos. El miedo a saber de qué estamos hechos. A saber qué piensa el pueblo. A saber qué pienso yo. Y las neurociencias facilitan explicaciones de un buen control de las neuronas del cerebro, pero, ¿y la subjetividad del que indaga o explica? Una auténtica petitio principii o razonamiento circular.

Si queréis para acabar. El miedo a saber muchas cosas negativas, destructivas que hay fuera es un espejo de nuestra profundidad depredadora: envidia, celos, dominio, egonomia. Pero esto no se acepta en uno mismo, pero se padece. No se quiere saber, pero se sabe a otros niveles. Y como no se soporta, se descalifica, se hunde al enemigo. Si no lo conozco en mi y no lo acepto, ¿cómo lo anulo? Atacando al otro. El gran miedo a saber sobre uno mismo o la colectividad. Como también a contemplar lo maravilloso de la vida, del tiempo, de la naturaleza, de la bondad, el amor son espejo también de nuestro fontanar humano.

Y con Arturo Graf podemos decir: Tiene mejor conocimiento del mundo no el que más ha vivido, sino el que más ha observado.

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