Las monjas de Lerma ya no son lo que eran. 'L Osservatore Romano', periódico oficial del Vaticano, las llama «las religiosas en jeans» y en los círculos católicos causan sensación. En esos mundos de Dios últimamente sólo se habla de ellas. Tienen muchos ingredientes para haberse convertido en noticia. En tiempos en que las vocaciones parecen haber pasado a la historia, ellas son cada día más, casi doscientas, y tienen -léanlo despacio- entre 18 y 35 años.
Comenzaron como monjas de clausura y ahora van por el convento con pañoleta azul y en vaqueros. Bueno, en realidad con un hábito confeccionado con tela vaquera. Lo cuenta Fermín Apezteguía en Diario Montañés.
Las llaman también las veroniquesas, porque el instituto al que pertenecen, reconocido por el Vaticano a finales del año pasado, fue fundado por la abadesa Verónica María, bautizada originalmente como María José Berzosa (Aranda de Duero, Burgos, 1965). La niña fue la menor de cinco hermanos y la única niña entre todos ellos, entre los que también figura otro alto cargo de la Iglesia española: Raúl Berzosa, recientemente nombrado obispo de Ciudad Rodrigo.
Un día María José sintió la llamada de Dios y dejó atrás su carrera de Medicina y a un novio que la adoraba para abrazar las leyes del convento de Lerma y una nueva identidad: sor Verónica. Las puertas del monasterio no habían visto cruzar a novicia alguna en 23 años, que ya es; pero allí estaba ella, guapísima -porque merecida fama tiene de ello, con sus ojos verdes- y destinada, seguramente sin saberlo, a cambiar de manera radical los designios de la orden.
La fuerte personalidad de sor Verónica fue atrayendo hacia el convento cada vez a más jóvenes mujeres. De forma paralela, el día a día de las clarisas fue convirtiéndose en una vida «más activa que contemplativa», según dicen las crónicas de las publicaciones religiosas en las que se da cuenta del 'milagro de Lerma'. En la web de 'religiónconfidencial' se cuenta de ellas que, a diferencia de la orden tradicional, realizan labores de apostolado mediante «encuentros con personas de toda condición, en grupos pequeños o numerosos, acogidos por la comunidad en los locutorios y en la iglesia».
Total, que el pasado diciembre, El Vaticano transformó el viejo monasterio en un nuevo instituto bautizado como Iesu Communio, Comunión de Dios; y el pasado 12 de febrero, en la catedral de Burgos, las hermanas veroniquesas hicieron su puesta de largo ante la sociedad castellana, mostrando sus nuevos hábitos y costumbres. Sorprendentemente modernas: hábito de tela vaquera con un cordón blanco y pañoleta azul; incluso muchas, las más jóvenes, con el pelo suelto. La catedral se abarrotó. Hasta el nuncio de Su Santidad, Renzo Fratini, acudió a la consagración. El Vaticano empieza a creer que comienza la Reconquista.
Comenzaron como monjas de clausura y ahora van por el convento con pañoleta azul y en vaqueros. Bueno, en realidad con un hábito confeccionado con tela vaquera. Lo cuenta Fermín Apezteguía en Diario Montañés.
Las llaman también las veroniquesas, porque el instituto al que pertenecen, reconocido por el Vaticano a finales del año pasado, fue fundado por la abadesa Verónica María, bautizada originalmente como María José Berzosa (Aranda de Duero, Burgos, 1965). La niña fue la menor de cinco hermanos y la única niña entre todos ellos, entre los que también figura otro alto cargo de la Iglesia española: Raúl Berzosa, recientemente nombrado obispo de Ciudad Rodrigo.
Un día María José sintió la llamada de Dios y dejó atrás su carrera de Medicina y a un novio que la adoraba para abrazar las leyes del convento de Lerma y una nueva identidad: sor Verónica. Las puertas del monasterio no habían visto cruzar a novicia alguna en 23 años, que ya es; pero allí estaba ella, guapísima -porque merecida fama tiene de ello, con sus ojos verdes- y destinada, seguramente sin saberlo, a cambiar de manera radical los designios de la orden.
La fuerte personalidad de sor Verónica fue atrayendo hacia el convento cada vez a más jóvenes mujeres. De forma paralela, el día a día de las clarisas fue convirtiéndose en una vida «más activa que contemplativa», según dicen las crónicas de las publicaciones religiosas en las que se da cuenta del 'milagro de Lerma'. En la web de 'religiónconfidencial' se cuenta de ellas que, a diferencia de la orden tradicional, realizan labores de apostolado mediante «encuentros con personas de toda condición, en grupos pequeños o numerosos, acogidos por la comunidad en los locutorios y en la iglesia».
Total, que el pasado diciembre, El Vaticano transformó el viejo monasterio en un nuevo instituto bautizado como Iesu Communio, Comunión de Dios; y el pasado 12 de febrero, en la catedral de Burgos, las hermanas veroniquesas hicieron su puesta de largo ante la sociedad castellana, mostrando sus nuevos hábitos y costumbres. Sorprendentemente modernas: hábito de tela vaquera con un cordón blanco y pañoleta azul; incluso muchas, las más jóvenes, con el pelo suelto. La catedral se abarrotó. Hasta el nuncio de Su Santidad, Renzo Fratini, acudió a la consagración. El Vaticano empieza a creer que comienza la Reconquista.
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