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miércoles, 2 de marzo de 2011

Carta abierta a «Caridad»


Comentando mi reflexión: “Dios nos reclamará la vida de su Hijo”, usted escribió: “Como pájaro de mal agüero, este obispo nunca anuncia buenas noticias, y cuando lo hace es para recordarnos qué bueno es Dios y qué malos somos todos nosotros. ¿Qué quiere, que a estos emigrantes los acojamos en España donde no tenemos ya ni para pan? ¿Por qué no le escribe una carta a su Majestad Mohamed VI exigiéndole que respete los derechos humanos? Porque es muy fácil hacerse el valiente en Religión digital, pero vivir como un cagao en Marruecos”.
Mi primera impresión, al leer el comentario, fue que estaba usted enfadado conmigo por lo que yo decía, y que se había quedado a gusto señalándome como pájaro de mal agüero y ‘cagao’.
Pero alguien me hizo notar que lo importante de su comentario no estaba tan a la vista sino entre líneas. Según mi amigo, usted me ladra a mí, pero a quien quiere morder es a Dios, a una España sin pan, y a un rey, el de Marruecos, del que usted supone que no respeta los derechos humanos.
Que se desahogue conmigo me parece hasta hermoso: me deja con la ilusión de que lee lo que escribo. No echaré en saco roto la advertencia que me hace sobre lo que no debo decir. El Señor me envió a dar buenas noticias, y resulta que usted, por experiencia personal, afirma que nunca las llevo conmigo, y eso me obliga a pensar.
Pero el motivo principal de esta carta son las ganas que usted le tiene al buen Dios. Usted, que se apoda «Caridad», no cree que el apodo le convenga al Dios del que yo hablo.
Y yo estoy de acuerdo con usted. A los sesenta abandonados en el desierto, en zona minada, aterrorizados por el miedo a la muerte, yo no podría decirles “Dios es bueno”, porque no lo entenderían, y porque no es lo que necesitan oír de mí en medio de su angustia. A los que cada día mueren de hambre en el mundo yo no puedo decirles “Dios es bueno”, porque eso no les da pan. A Jeremy, que no se priva de nada –tiene tuberculosis, tiene SIDA, tiene hambre, tiene fiebre-, yo no puedo decirle “Dios es bueno”, porque eso no equivale a ofrecerle un lugar en el que curarse.
Eso sí, yo espero que Jeremy pueda decir “Dios es bueno”, porque alguien anduvo con él de hospital en hospital hasta que encontraron para él habitación y cuidados. Espero que los hijos del hambre puedan decir un día “Dios es bueno”, porque hombres y mujeres de pan escaso compartieron con el hambriento lo que había. Espero que los cinco encontrados en el desierto –cinco de sesenta- hayan podido decir “Dios es bueno”, porque alguien salió a buscarlos para rescatarlos. Y de los otros cincuenta y cinco, cuyo destino desconozco, espero que un día descubran, más allá de nuestras miserias, que en verdad “Dios es bueno”.
Lo dijo Jesús de Nazaret: “Sólo Dios es bueno”. Naturalmente no lo demostró; sólo lo mostró. Su vida entregada fue evidencia de la bondad de Dios.
Eso deseo que sea también mi vida y la suya, hermano «Caridad».
Cordialmente.

+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger

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