Al apagar la última luz de la casa, antes de acostarse, es bueno recorrer mentalmente el día terminado. Un día más en la vida y seguramente un día similar a los demás.
Casi siempre la jornada suele transcurrir entre luces y sombras, aciertos y desaciertos, palabras pronunciadas, silencios mantenidos, encuentros deseados, experiencias que quizás no han llenado nuestras expectativas, pero con sus limitaciones este ha sido el día vivido, el día lleno de posibilidades y que habremos aprovechado o no para hacer el bien y evitar el mal.
Para mañana nos queda continuar con lo bueno y procurar reparar los males, la experiencia de hoy debería ayudarnos a que ese mañana ya cercano fuera realmente mejor. El compromiso de cada uno con su propia vida es una invitación a ser hoy mejor que ayer.
Difícilmente alcanzaremos las metas propuestas, esta realidad no debe desanimarnos, al contrario, es bueno proponerse unas metas que pretendan mejorar nuestro día a día y cada día descubrir que no lo hemos alcanzado, así constatamos que el camino no ha terminado, mañana Dios nos ofrecerá una posibilidad nueva para ser mejores.
Acabar el día, apagar la última luz es ya una preparación para ese día de mañana que confiamos será mejor que el hoy terminado. Apagar la luz nos acerca ya a volver a encenderla para con la ayuda de Dios vivir otro amanecer y otra jornada más llena de su presencia, más llena de su Amor.
Casi siempre la jornada suele transcurrir entre luces y sombras, aciertos y desaciertos, palabras pronunciadas, silencios mantenidos, encuentros deseados, experiencias que quizás no han llenado nuestras expectativas, pero con sus limitaciones este ha sido el día vivido, el día lleno de posibilidades y que habremos aprovechado o no para hacer el bien y evitar el mal.
Para mañana nos queda continuar con lo bueno y procurar reparar los males, la experiencia de hoy debería ayudarnos a que ese mañana ya cercano fuera realmente mejor. El compromiso de cada uno con su propia vida es una invitación a ser hoy mejor que ayer.
Difícilmente alcanzaremos las metas propuestas, esta realidad no debe desanimarnos, al contrario, es bueno proponerse unas metas que pretendan mejorar nuestro día a día y cada día descubrir que no lo hemos alcanzado, así constatamos que el camino no ha terminado, mañana Dios nos ofrecerá una posibilidad nueva para ser mejores.
Acabar el día, apagar la última luz es ya una preparación para ese día de mañana que confiamos será mejor que el hoy terminado. Apagar la luz nos acerca ya a volver a encenderla para con la ayuda de Dios vivir otro amanecer y otra jornada más llena de su presencia, más llena de su Amor.
Texto: Hna. Carmen Solé.
Publicado por Mi Vocación
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