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jueves, 31 de marzo de 2011

La Mujer con hemorragias y la Niña


Mc 5, 21 – 42

Composición de lugar:

Es curioso que en un mismo relato, en la narración de la curación de la hija de Jairo, aparezca la sanación a la mujer con hemorragias. Para la curación de la hija de Jairo, Jesús es llamado por el padre de la niña, aparece el nombre del padre, un mediador varón. En el camino, una mujer ‘lo toca’, algo impensado en aquellos tiempos, que una mujer ‘toque a un varón y menos a un Rabí. Así al pasar, y Jesús siente el poder que sale de Él.

Miremos a las dos mujeres: Una niña y una mujer ambas perdiendo la vida, las dos sin poder recibir y mantener la vida. La niña agoniza sin haberse hecho mujer y la mujer está perdiendo las fuerzas por las hemorragias, demasiado dolor femenino. La sangre en símbolo de la vida, y las hemorragias uterinas, conllevan debilidad, duelo interno, dolor, pérdida. La hemorragia en la mujer implica dificultad de engendrar la vida. Las hemorragias se perciben como un no poder recibir y mantener la vida, produce sentimiento de no ser fecunda, de no poder tener relaciones íntimas, dificultad para moverse con libertad. En tiempos de Jesús además era considerada impura durante ese período, si el período de sangrado no se corta es mantenerse impura y alejada de muchas situaciones sociales y religiosas. Por lo tanto las hemorragias van cercenando la vida y los vínculos. Las hemorragias son símbolo de tener dificultad de aceptar la propia identidad de ser mujer. Y al no aceptar el ser femenino la vida se va. Es perder el poder sobre una misma, y ahí donde Jesús siente que ‘un poder había salido de él’. Y esto es lo que Jesús sana en la mujer, le devuelve su poder, el poder de ser ella misma: MUJER.

También aparece la niña, como otro momento de la vida de la mujer, el ser niña antes de haber desarrollado su capacidad de engendrar y dar vida. Se la llama niña porque no había tenido su primer período menstrual. Algo habrá pasado en ella: o habrán querido que crezca antes de tiempo, o no la habrán nutrido lo suficiente, o les costaría permitir que crezca a su ritmo normal. Es propio del niño y la niña, jugar, que otros se ocupen de él o ella que lo nutran. Y la niña está en etapa de poder ser nutrida, Jesús ‘mandó que dieran de comer a la niña’, la niña ‘se levantó al instante y empezó a corretear’ Como algo propio de una niña. También a la niña la sanación le viene por permitirle vivir lo que tiene que vivir en este momento. Ambas mujeres representan dos polos: la necesidad de ser nutrida y la necesidad de fecundar. Y en ellas unidas en un mismo relato Jesús legitima la necesidad humana de dar y recibir, la necesidad que todos tenemos de ser nutridas y nutrir. Si no tocamos (como la mujer que toca el manto) estas dos necesidades, nos debilitamos y agonizamos.

Pidamos: Recibir y acoger a la niña y a la mujer que hay en cada una, abrazar a la niña desde esta mujer que soy y voy siendo. La fuerza y el poder que Jesús sana para poder ser quién soy: MUJER creada por y en el amor.

Estela Clara Grignola, CJ
Publicado por AMDG

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