Desde el mismo momento en que lo mataron y por aclamación, San Romero de América fue elevado a los altares por el pueblo latinoamericano. Han pasado 31 años y el Vaticano se resiste a oficializar esa santificación popular. Una "canonización" laica que dió ayer un paso más con la visita del presidente de los Estados Unidos. Obama, recogido y postrado ante Romero. El hombre más poderoso de la tierra que rinde homenaje al obispo de los pobres y al defensor de los derechos humanos. Un gesto muy elocuente. Tanto hacia afuera como hacia el interior de la propia Iglesia católica. Roma debería sentirse cuestionada y revisar, con la mayor rapidez posible, el proceso de beatificación del que fuera arzobispo de San Salvador. De lo contrario, su doble rasero en estos procesos va a quedar todavía más en evidencia. Frente a la rapidez del "santo subito", la cuasa de Romero sigue en dique seco. ¿Por qué?
Obama no tuvo reparos en rendir homenaje a uno de los símbolos universales de la causa de los derechos humanos, asesinado en 1980 por sus constantes denuncias de los abusos cometidos por un ejército adiestrado y financiado en aquel momento por Estados Unidos. Y hasta le encedió una vela.
Con su gesto, Obama realiza, por lo tanto, una significativa ruptura con el pasado de su país en El Salvador y un reconocimiento explícito de los valores de paz, libertad y ayuda a los pobres que monseñor Romero predicó durante su vida. No en vano una de sus frases favoritas era la siguiente: "Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos".
¡Romeo, santo ya!
Obama no tuvo reparos en rendir homenaje a uno de los símbolos universales de la causa de los derechos humanos, asesinado en 1980 por sus constantes denuncias de los abusos cometidos por un ejército adiestrado y financiado en aquel momento por Estados Unidos. Y hasta le encedió una vela.
Con su gesto, Obama realiza, por lo tanto, una significativa ruptura con el pasado de su país en El Salvador y un reconocimiento explícito de los valores de paz, libertad y ayuda a los pobres que monseñor Romero predicó durante su vida. No en vano una de sus frases favoritas era la siguiente: "Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos".
¡Romeo, santo ya!
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