Terminamos la lectura del Sermón del Monte. Dos temas importantes:
§ No se trata de palabras, sino de obras
§ Jesús, la roca para edificar seguro
Jesús usa, como siempre, expresiones disonantes, diríamos que exageradas, para llamar la atención y hacer que el mensaje se grabe en su auditorio.
Profetizar en nombre de Dios, hacer milagros... parecen señales evidentes de la presencia de Dios en el que las hace, Pues ni eso es lo fundamental: lo fundamental es obrar según la voluntad de Dios. Y deberíamos recurrir aquí a las preguntas fundamentales: ¿cómo es Dios? ¿qué es lo importante?. Y a las respuestas que conocemos:
Dios es Abbá, y no creemos en ningún otro, ni en el juez ni en el que machaca naciones, ni en ningún otro, y mucho menos en los diosecillos a quienes servimos: el poder, el dinero, el lujo, la ostentación la mentira... Sólo en Abbá.
Lo importante es “a mí me lo hicisteis, a mí me lo dejasteis de hacer”. Dios no necesita nada, pero sus hijos sí. Y no estamos aquí para cantar alabanzas a la divinidad y edificarle templos de mármol, sino para dar de comer a sus hijos.
Y esta es la roca de Jesús, sobre la que se edifica bien. Y todas las demás rocas, los otros dioses, las otras maneras de servir a Dios, son arena: sobre ellas, la casa de nuestra vida se edifica en falso, y acaba derrumbándose.
Sólo creemos en un Dios: el Padre revelado por Jesús. Sólo tenemos una Ley: Jesús de Nazaret. Esto es una Buena Noticia y una urgencia permanente.
La Buena Noticia: ¡podemos conocer a Dios!. En Jesús lo vemos, conocemos su corazón. Tenemos Palabra, Ley, segura, de parte de Dios mismo. Y la Ley es clara, sencilla, nada complicada: servir a Dios es preocuparse del otro.
La urgencia: si creemos en otros dioses, si no nos preocupamos del otro, nuestra casa se derrumba, construimos sobre arena, echamos a perder la vida.
Pero nosotros la Iglesia hemos padecido crónicamente la enfermedad de la superortodoxia en perjuicio de las obras. Podemos presumir de no apartarnos un átomo de las creencias oficiales, mientras la miseria de millones de hermanos nuestros no nos quita el sueño. Habrá que recordar: “Id malditos… porque tuve hambre y no me disteis de comer”
Y ahora vendrían centenares de aplicaciones, no sólo a la vida desperdiciada de tantas personas, sino también a los falsos dioses y las bastardas leyes que se nos predican, incluso en la Iglesia. También podemos recordar que si el mundo cree poco en nosotros la Iglesia es precisamente por esto: porque nos preocupa más nuestra ortodoxia que el hambre de los demás.
Pero no hacen falta más explicaciones; todo eso lo podemos pensar cada uno.
PARA LA ORACIÓN VOCAL
S A L M O 1 9
Reconocemos en este Salmo que la manera de vivir que Jesús nos propone es la verdad, que no hay modo de vida imaginable mejor que éste, y pedimos a Dios que sea Él el que transforme nuestro corazón.
Los cielos cantan la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
No son misterios incomprensibles,
en toda la tierra resuena su Palabra
hasta los confines del mundo.
La Ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma.
La Palabra del Señor es verdad,
sabiduría de los sencillos.
El Mandato del Señor es luminoso,
luz para los ojos.
Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón.
Los juicios de Dios son verdad,
justos para siempre.
Mucho más deseables que la riqueza,
más dulces que la miel son sus Palabras.
Cuanto más las conoce mi alma,
más se alegra de cumplirlas.
Pero ¿quién está libre de error?
Líbrame de mis pecados más secretos.
Preserva mi alma del orgullo,
que no tenga poder sobre mí,
entonces quedaré libre de mi peor pecado.
Acepta las palabras de mi boca
y el murmullo incesante de mi alma,
ante Ti, Señor, mi roca, mi salvador.
§ No se trata de palabras, sino de obras
§ Jesús, la roca para edificar seguro
Jesús usa, como siempre, expresiones disonantes, diríamos que exageradas, para llamar la atención y hacer que el mensaje se grabe en su auditorio.
Profetizar en nombre de Dios, hacer milagros... parecen señales evidentes de la presencia de Dios en el que las hace, Pues ni eso es lo fundamental: lo fundamental es obrar según la voluntad de Dios. Y deberíamos recurrir aquí a las preguntas fundamentales: ¿cómo es Dios? ¿qué es lo importante?. Y a las respuestas que conocemos:
Dios es Abbá, y no creemos en ningún otro, ni en el juez ni en el que machaca naciones, ni en ningún otro, y mucho menos en los diosecillos a quienes servimos: el poder, el dinero, el lujo, la ostentación la mentira... Sólo en Abbá.
Lo importante es “a mí me lo hicisteis, a mí me lo dejasteis de hacer”. Dios no necesita nada, pero sus hijos sí. Y no estamos aquí para cantar alabanzas a la divinidad y edificarle templos de mármol, sino para dar de comer a sus hijos.
Y esta es la roca de Jesús, sobre la que se edifica bien. Y todas las demás rocas, los otros dioses, las otras maneras de servir a Dios, son arena: sobre ellas, la casa de nuestra vida se edifica en falso, y acaba derrumbándose.
Sólo creemos en un Dios: el Padre revelado por Jesús. Sólo tenemos una Ley: Jesús de Nazaret. Esto es una Buena Noticia y una urgencia permanente.
La Buena Noticia: ¡podemos conocer a Dios!. En Jesús lo vemos, conocemos su corazón. Tenemos Palabra, Ley, segura, de parte de Dios mismo. Y la Ley es clara, sencilla, nada complicada: servir a Dios es preocuparse del otro.
La urgencia: si creemos en otros dioses, si no nos preocupamos del otro, nuestra casa se derrumba, construimos sobre arena, echamos a perder la vida.
Pero nosotros la Iglesia hemos padecido crónicamente la enfermedad de la superortodoxia en perjuicio de las obras. Podemos presumir de no apartarnos un átomo de las creencias oficiales, mientras la miseria de millones de hermanos nuestros no nos quita el sueño. Habrá que recordar: “Id malditos… porque tuve hambre y no me disteis de comer”
Y ahora vendrían centenares de aplicaciones, no sólo a la vida desperdiciada de tantas personas, sino también a los falsos dioses y las bastardas leyes que se nos predican, incluso en la Iglesia. También podemos recordar que si el mundo cree poco en nosotros la Iglesia es precisamente por esto: porque nos preocupa más nuestra ortodoxia que el hambre de los demás.
Pero no hacen falta más explicaciones; todo eso lo podemos pensar cada uno.
PARA LA ORACIÓN VOCAL
S A L M O 1 9
Reconocemos en este Salmo que la manera de vivir que Jesús nos propone es la verdad, que no hay modo de vida imaginable mejor que éste, y pedimos a Dios que sea Él el que transforme nuestro corazón.
Los cielos cantan la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
No son misterios incomprensibles,
en toda la tierra resuena su Palabra
hasta los confines del mundo.
La Ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma.
La Palabra del Señor es verdad,
sabiduría de los sencillos.
El Mandato del Señor es luminoso,
luz para los ojos.
Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón.
Los juicios de Dios son verdad,
justos para siempre.
Mucho más deseables que la riqueza,
más dulces que la miel son sus Palabras.
Cuanto más las conoce mi alma,
más se alegra de cumplirlas.
Pero ¿quién está libre de error?
Líbrame de mis pecados más secretos.
Preserva mi alma del orgullo,
que no tenga poder sobre mí,
entonces quedaré libre de mi peor pecado.
Acepta las palabras de mi boca
y el murmullo incesante de mi alma,
ante Ti, Señor, mi roca, mi salvador.
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