La muerte de Jesús no entraba, como tal muerte, dentro del plan de Dios; pero era seguro que llegaría, al mantener Jesús con firmeza su compromiso de amor. Pero el amor es siempre la derrota de la muerte y la victoria la vida. Murió por amor, y el amor lo devolvió a la vida. Decir esto en un mundo de muerte sigue siendo subversivo, pero, por eso, necesario.
LO ENCONTRO EL AMOR
El primer día de la semana, por la mañana temprano, todavía en tinieblas, fue María Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada del sepulcro. Fue entonces corriendo a ver a Simón Pedro y también al otro discípulo a quien quería Jesús y les dijo:
-Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
Aquel día, aunque ya había amanecido, María Magdalena (que simboliza a la comunidad de Jesús) estaba aún en tinieblas, pues muy a su pesar creía que la tiniebla había vencido definitivamente a la luz, que la muerte había prevalecido sobre la vida, que el poder había vencido al amor. Cuando llegó al sepulcro no encontró al Señor: la tumba estaba vacía; sólo quedaban los lienzos con los que lo ataron después de su muerte. María se asustó. Y fue corriendo a avisar a los discípulos.
Ante el anuncio de María reaccionan dos discípulos: Pedro, el que había negado a Jesús porque en el fondo creía que la muerte es más fuerte que el amor Jn 18,16.25-27), y el que había entrado con Jesús en la sala del juicio y lo había acompañado hasta la misma cruz Jn 18,15; 19,26), dispuesto a dar la vida, por amor, con él. Allí, al pie de la cruz, fue testigo de que cuando la vida se entrega por amor es fuente de más y más vida. Por eso, al llegar al sepulcro, sólo él supo interpretar los signos que tenían ante sí y sólo creyó él.
María tardó muy poco -lo cuenta el evangelio en el párrafo siguiente (20,1l-18)-en descubrir vivo a Jesús. María Magdalena y el discípulo amado son, en el evangelio de Juan, figuras simbólicas del amor de Jesús -ternura y compromiso- que da fruto en la comunidad cristiana; ellos son figura de la comunidad que ha recibido y aceptado el amor de Jesús, amor que están dispuestos a poner en práctica. Y porque están identificados con su amor, lo buscan y lo encuentran vivo.
Pedro tardó un poco más. Entra el primero y ve antes que nadie que el sepulcro está vacío...; vio, pero no creyó. Porque no había aceptado todavía ni la fuerza revolucionaria del amor ni la revolución que nace de esa fuerza. El, preocupado de conseguir el poder y de aumentar el prestigio de su santa religión, tardó un poco más en acoger sin condiciones el mensaje de Jesús. Entonces sí: aceptó el amor sin límites a la humanidad y decidió seguir a Jesús y comprometiéndose a ser, como él, pastor dispuesto a dar la vida por las ovejas, compromiso que lo llevaría a manifestar, también él, con una muerte por amor, la gloria de Dios Jn 21,15-19).
BARRED LA LEVADURA VIEJA
¿No sabéis que una pizca de levadura fermenta toda la masa? Haced buena limpieza de la levadura del pasado para ser una masa nueva.
(Segunda lectura)
Era «el primer día de la semana», el día que empezó una nueva cuenta de los días porque un hombre nuevo y una nueva humanidad habían nacido del costado abierto del Nazareno; surgía una nueva posibilidad: un modo nuevo de ser hombre, comprometido en la tarea de transformar este mundo y de construir y consolidar un modelo de relaciones entre los hombres que de verdad se pudiera decir que procedía de Dios. Relaciones basadas en el amor y la vida, en la verdad y la justicia, y en la libertad, la única tierra que produce amor y vida, verdad, justicia y paz.
En esta nueva etapa continuará el conflicto entre el amor y la muerte, pero desde ahora con la certeza de que la victoria se iría logrando. Aunque no sin resistencias, que persisten hasta el presente: el odio y la arrogancia del poder todavía son fuertes, el imperio aún se opone al designio de Dios, que quiere la libertad para los hombres y para los pueblos; todavía hay algún imperio que busca la alianza del altar para poner también a Dios a su servicio, mientras obliga a que se rece en las escuelas, dispone la muerte de los que están del lado de los pobres, y todavía hay algún altar que acepta con gusto la alianza con el imperio. Todavía queda mucha levadura (en este párrafo de Pablo la levadura simboliza todo lo que hay que abandonar para poder ser cristiano) por barrer para que este mundo llegue a «ser una masa nueva». En el momento presente no son el amor y la vida los valores en los que se funda la convivencia entre los hombres. Sigue siendo el dinero, el fanatismo, la adulación al poder imperial..., la muerte. La muerte voluntaria de aquellos que renuncian a amar para aparentar que siguen viviendo, y la muerte violenta de los que, para que otros vivan, se juegan la vida y momentáneamente la pierden. Por eso no podemos soltar la escoba. No podemos bajar la guardia.
Hoy, domingo de resurrección, proclamamos la victoria de la vida; pero cuidado!, que defender la vida sigue siendo, ya en los umbrales del siglo XXI, subversivo. Y, además, para algunos, pasado de moda. No hay más que oír lo que dicen y ver lo que hacen- algunos que fueron progres cuando estaba de moda -¡y cuando parecía que el viento del poder soplaba en esa dirección!- serlo. Pero si queremos dar testimonio de que a Dios no se le puede atribuir la muerte, sino la vida, si creemos que el amor vencerá, que está venciendo a pesar de las apariencias, si seguimos creyendo en la resurrección. .., no podemos abandonar. ¡Aunque nos llamen subversivos! ¿Es que acaso no lo somos?
Publicado por Fundación Epsilón
LO ENCONTRO EL AMOR
El primer día de la semana, por la mañana temprano, todavía en tinieblas, fue María Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada del sepulcro. Fue entonces corriendo a ver a Simón Pedro y también al otro discípulo a quien quería Jesús y les dijo:
-Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
Aquel día, aunque ya había amanecido, María Magdalena (que simboliza a la comunidad de Jesús) estaba aún en tinieblas, pues muy a su pesar creía que la tiniebla había vencido definitivamente a la luz, que la muerte había prevalecido sobre la vida, que el poder había vencido al amor. Cuando llegó al sepulcro no encontró al Señor: la tumba estaba vacía; sólo quedaban los lienzos con los que lo ataron después de su muerte. María se asustó. Y fue corriendo a avisar a los discípulos.
Ante el anuncio de María reaccionan dos discípulos: Pedro, el que había negado a Jesús porque en el fondo creía que la muerte es más fuerte que el amor Jn 18,16.25-27), y el que había entrado con Jesús en la sala del juicio y lo había acompañado hasta la misma cruz Jn 18,15; 19,26), dispuesto a dar la vida, por amor, con él. Allí, al pie de la cruz, fue testigo de que cuando la vida se entrega por amor es fuente de más y más vida. Por eso, al llegar al sepulcro, sólo él supo interpretar los signos que tenían ante sí y sólo creyó él.
María tardó muy poco -lo cuenta el evangelio en el párrafo siguiente (20,1l-18)-en descubrir vivo a Jesús. María Magdalena y el discípulo amado son, en el evangelio de Juan, figuras simbólicas del amor de Jesús -ternura y compromiso- que da fruto en la comunidad cristiana; ellos son figura de la comunidad que ha recibido y aceptado el amor de Jesús, amor que están dispuestos a poner en práctica. Y porque están identificados con su amor, lo buscan y lo encuentran vivo.
Pedro tardó un poco más. Entra el primero y ve antes que nadie que el sepulcro está vacío...; vio, pero no creyó. Porque no había aceptado todavía ni la fuerza revolucionaria del amor ni la revolución que nace de esa fuerza. El, preocupado de conseguir el poder y de aumentar el prestigio de su santa religión, tardó un poco más en acoger sin condiciones el mensaje de Jesús. Entonces sí: aceptó el amor sin límites a la humanidad y decidió seguir a Jesús y comprometiéndose a ser, como él, pastor dispuesto a dar la vida por las ovejas, compromiso que lo llevaría a manifestar, también él, con una muerte por amor, la gloria de Dios Jn 21,15-19).
BARRED LA LEVADURA VIEJA
¿No sabéis que una pizca de levadura fermenta toda la masa? Haced buena limpieza de la levadura del pasado para ser una masa nueva.
(Segunda lectura)
Era «el primer día de la semana», el día que empezó una nueva cuenta de los días porque un hombre nuevo y una nueva humanidad habían nacido del costado abierto del Nazareno; surgía una nueva posibilidad: un modo nuevo de ser hombre, comprometido en la tarea de transformar este mundo y de construir y consolidar un modelo de relaciones entre los hombres que de verdad se pudiera decir que procedía de Dios. Relaciones basadas en el amor y la vida, en la verdad y la justicia, y en la libertad, la única tierra que produce amor y vida, verdad, justicia y paz.
En esta nueva etapa continuará el conflicto entre el amor y la muerte, pero desde ahora con la certeza de que la victoria se iría logrando. Aunque no sin resistencias, que persisten hasta el presente: el odio y la arrogancia del poder todavía son fuertes, el imperio aún se opone al designio de Dios, que quiere la libertad para los hombres y para los pueblos; todavía hay algún imperio que busca la alianza del altar para poner también a Dios a su servicio, mientras obliga a que se rece en las escuelas, dispone la muerte de los que están del lado de los pobres, y todavía hay algún altar que acepta con gusto la alianza con el imperio. Todavía queda mucha levadura (en este párrafo de Pablo la levadura simboliza todo lo que hay que abandonar para poder ser cristiano) por barrer para que este mundo llegue a «ser una masa nueva». En el momento presente no son el amor y la vida los valores en los que se funda la convivencia entre los hombres. Sigue siendo el dinero, el fanatismo, la adulación al poder imperial..., la muerte. La muerte voluntaria de aquellos que renuncian a amar para aparentar que siguen viviendo, y la muerte violenta de los que, para que otros vivan, se juegan la vida y momentáneamente la pierden. Por eso no podemos soltar la escoba. No podemos bajar la guardia.
Hoy, domingo de resurrección, proclamamos la victoria de la vida; pero cuidado!, que defender la vida sigue siendo, ya en los umbrales del siglo XXI, subversivo. Y, además, para algunos, pasado de moda. No hay más que oír lo que dicen y ver lo que hacen- algunos que fueron progres cuando estaba de moda -¡y cuando parecía que el viento del poder soplaba en esa dirección!- serlo. Pero si queremos dar testimonio de que a Dios no se le puede atribuir la muerte, sino la vida, si creemos que el amor vencerá, que está venciendo a pesar de las apariencias, si seguimos creyendo en la resurrección. .., no podemos abandonar. ¡Aunque nos llamen subversivos! ¿Es que acaso no lo somos?
Publicado por Fundación Epsilón
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