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miércoles, 6 de abril de 2011

EL SOL Y DIOS


El Agua se parece a la Palabra de Dios, y el Aire, el soplo, el viento, se parecen al Espíritu de Dios. Pero, de todas las maravillas de la Naturaleza, la que mejor nos puede dar una pequeña idea de lo que es Dios, es ¡El SOL!

¿Qué sería nuestro planeta sin el Sol?… ¿Qué sería de la Tierra sin la Luz y sin el Calor del Sol?

Conocemos la respuesta. Eso nos da la pauta de lo que sería nuestro mundo si Dios no existiera para darle vida, alumbrándolo con su Luz misteriosa y calentándolo con su Calor divino.

Es muy interesante comparar a Dios con el Sol, porque, durante miles de años, muchísimos pueblos adoraron a Dios bajo la todopoderosa y muy hermosa figura del Sol. No eran estúpidos quienes lo hacían, porque el Sol fue siempre la imagen más bella que Dios nos pudo dar de sí mismo a través de las obras de su creación.

Por supuesto, el Sol no es más que una criatura de Dios, pero nos ayuda a imaginar un poco cómo podría ser el rostro glorioso del Dios que lo ha hecho. Incluso, nos puede ayudar bastante a captar aunque sea una brizna del misterio íntimo de Dios en la Santísima Trinidad.

La Trinidad

Fíjate bien: decimos que hay Tres Personas en Dios; las Tres son iguales en poder, son también inseparables y, al mismo tiempo, distintas. Sin embargo, las Tres Personas no forman tres dioses, sino Un solo Dios.

Ese gran misterio, obviamente, supera por completo nuestro entendimiento. Pero, contemplando la imagen del Sol, uno puede más o menos entender que esto no es del todo absurdo.

Veamos:

¿Qué es el Sol? Una inmensa masa de Fuego.

¿Cómo alcanzamos a ver el Sol? Por medio de la Luz que sale precisamente del Fuego del Sol; sin Luz no se puede ver nada, ¡ni siquiera el Sol!

La Luz alumbra, pero, ¿puede, por sí sola, dar vida? Sola, no, pero con el Calor que trae en sus rayos, sí. Si la Luz no trajera Calor a la Tierra por medio de sus rayos, no bastaría para dar vida. Pero, felizmente, la Luz siempre trae Calor consigo y, gracias al Calor, el Sol derrama vida sobre la Tierra.

Ahora bien, si reflexionamos atentamente:

El Fuego, ¿acaso, es lo mismo que la Luz y el Calor? No.

¿Puede haber Fuego sin Luz y sin Calor? No.

¿De dónde sacan su fuerza la Luz y el Calor? Del Fuego.

Si el Fuego es chiquito, la Luz es chiquita y el Calor también. Si el Fuego es grande, su Luz y su Calor son grandes.

¿Ves? los tres, el Fuego, la Luz y el Calor tienen la misma fuerza, la misma energía, el mismo poder. Los tres son completamente distintos. Y los tres son inseparables.

Son Tres: Fuego, Luz y Calor. Pero también son Uno, pues no forman tres Soles sino un solo Sol.

Así es Dios. Dios es Tres, y al mismo tiempo es Uno.

Dios es como el Sol, pero infinitamente más grande que miles y miles de millones de soles.

El Padre es como el Fuego. El Hijo es como la Luz del Fuego. Y el Espíritu Santo es como el Calor del Fuego. Las Personas divinas son Tres, pero forman un solo Dios.

Así tenemos ya una pequeña muestra de lo que uno puede conocer de Dios contemplando al Sol.


DIOS es un Sol de Vida. HABAQUQ 3, 4.

Ante el resplandor de su Gloria “los cerros se derriten como cera”.
SALMO 97, 1-6. EZEQUIEL 1, 3-5.26-28; DANIEL 7, 9-10.

El PADRE es un Fuego de Amor, Fuente de Liberación y de todo bien.
EXODO 3, 1-10; 13, 21; 14, 23-31; 19, 18;
DEUTERONOMIO 4, 11-13; 4, 33-38;
MATEO 7, 9-11; EFESIOS 1, 3-14.

El HIJO es la Luz que nos hace ver al Padre
JUAN 8, 12; 12, 44-45; 14, 8-10; APOCALIPSIS 1, 12-16.

El ESPÍRITU SANTO es el que nos comunica la energía, el fuego, el calor del corazón del Padre y del Hijo, o sea, la propia vida de Dios, su amor, su sabiduría, su poder.
LUCAS 12, 49; MATEO 3, 11; HECHOS 3, 4.

La Biblia habla mucho de Sol y de Fuego, y sobre todo de Luz. Descubrirás, con el tiempo, muchos otros aspectos de esos signos.

Verás, por ejemplo, cómo el Salvador, anunciado por los profetas, es llamado: “Sol de Justicia que trae la salud en sus rayos”. MALAQUÍAS 3,20.

Será la misión de Juan el Bautista preparar la llegada de ese “Sol”: LUCAS 1, 76-79.

Jesús mismo, para mayor asombro de tres discípulos, tomó, en cierta oportunidad, el aspecto de un verdadero Sol. MATEO 17, 1-3.

Cuando Jesús muere en la Cruz es como si el mismo Sol se apagara. LUCAS 23, 44-46.

Y la experiencia de la Resurrección coincide con la Salida del Sol, en la madrugada del primer día de la semana. MATEO 28, 1-8.

En el día del Juicio, nos dice Jesús, “los justos”, o sea, los que siguen el camino del Señor, “brillarán como el Sol en el Reino de su Padre.” MATEO 13, 43. ¿Ves? Dios es como un Sol, y nosotros que andamos en las huellas de Jesús, llegaremos a ser “soles” como El.

Pero desde ya nosotros podemos ser la “Luz del mundo,” si vivimos de acuerdo a las Bienaventuranzas. MATEO 5, 1-12.

Sobre las bienaventuranzas, sin embargo, hay tantas discusiones que, al final, pocos las practican. Pero el profeta Isaías nos aclara cómo uno puede llegar a “ser Luz” en el mundo y, de paso, nos ayuda a comprender cuál era la verdadera intención de Jesús al proclamar las Bienaventuranzas. ISAÍAS 58, 6-11


6 ¿Sabes que ayuno quiero yo?, dice Nuestro Padre Celestial:
Romper las ataduras de iniquidad, deshacer los haces opresores,
dejar ir libres a los oprimidos y quebrantar todo yugo;
7 partir tu pan con el hambriento,
albergar al pobre sin abrigo, vestir al desnudo y
no volver tu rostro ante tu hermano.

8 Entonces brillará tu luz como la aurora y se dejará ver pronto tu salud
e irá delante de ti la justicia y detrás de ti la gloria de tu Padre Celestial.
9 Entonces llamarás y tu Padre Celestial te oirá,
le invocarás y él dirá: Heme aquí.

Cuando quites de ti la opresión, el gesto amenazador y el hablar altanero,
10 cuando des de tu pan al hambriento y sacies el alma del indigente,
brillará tu luz en la oscuridad y tus tinieblas serán cual mediodía.

11 Tu Padre Celestial será siempre tu pastor y
en el desierto hartará tu alma y dará vigor a tus huesos.
Serás como huerto regado,
como fuente de aguas vivas que no se agotan jamás.



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