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miércoles, 20 de abril de 2011

Homilías y Recursos para la Homilías: Viernes Santo (Jn 18, 1-19, 42 ) - Ciclo A


Publicado por Agustinos España

"POR AMOR MURIÓ EL SEÑOR"

Hoy, Viernes Santo, hágamos el próposito de vivir con la mayor devoción y amor, el día de la muerte de Jesús, Nuestro Redentor.

En un día como hoy, hace dos mil años, Jesús fue clavado en la Cruz.
Toda su vida estuvo dirigida a este momento supremo.
Ahora apenas logra llegar, exhausto, a la cima del Calvario. En seguida lo tienden sobre el suelo y comienzan a clavarlo en el madero. Introducen los hierros, primero en las manos, con desgarro de nervios y carne. Luego es izado hasta quedar erguido sobre el palo vertical que está fijo en el suelo. Entonces le clavan los pies. María, su Madre, contempla toda la escena.

El Señor está firmemente clavado en la cruz. Había esperado en ella muchos años y aquel día se iba a cumplir su deseo de redimir a los hombres. La cruz, que hasta ese momento había sido un instrumento infame y deshonroso, se convertía en árbol de la vida y escalera de gloria. Una honda alegría le llenaba al extender los brazos sobre la cruz, para que supieran todos que así de abiertos tendría siempre los brazos para los pecadores que se acercaran a El.

Jesús está clavado en la cruz. A su alrededor hay un espectáculo desolador. Algunos pasan y le injurian. Los príncipes de los sacerdotes, más hirientes, se burlan,. Y otros, indiferentes, miran el acontecimiento. Muchos de los que lo rodean, lo habían visto hacer milagros.
No hay reproches en los ojos de Jesús. Solo piedad y compasión.
Le ofrecen vino con mirra. Jesús lo probó por gratitud al que se lo daba, pero no quiso beberlo para apurar el cáliz del dolor.

Se pregunta y responde San Agustín: ¿Porque tanto padecimiento? Todo lo que padeció es el precio de nuestro rescate. No se contentó con sufrir un poco: quiso agotar el cáliz, sin reservarse nada para que aprendiéramos la grandeza de su amor.

La crucifixión era la ejecución más cruel y degradante que se conocía en la antigüedad. Un ciudadano romano no podía ser crucificado. La muerte sobrevenía después de una larga agonía.
Desde los tiempos de los apóstoles hasta nuestros días muchos son los que se niegan a aceptar a un Dios hecho hombre que muere en un madero para salvarnos: el drama de la Cruz sigue siendo motivo de escándalo para los judíos y locura para los gentiles. Desde siempre, y ahora también, ha existido la tentación de desvirtuar el sentido de la Cruz.

El amor de cada cristiano al Señor necesita del conocimiento completo de su vida, y también de este capítulo de la Cruz. En ella se consuma nuestra Redención. En ella encuentra sentido el dolor humano. En ella conocemos la malicia del pecado y el amor de Dios por cada hombre. No quedemos nunca indiferentes ante un Crucifijo

Los frutos de la Cruz no se hicieron esperar. Uno de los ladrones, después de reconocer sus pecados, se dirige a Jesús: “Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”. Le habla con la confianza de ser compañero de suplicio. Para convertirse en discípulo de Cristo este ladrón no ha necesitado ningún milagro. Le bastó contemplar de cerca el sufrimiento del Señor. Son muchos los convertidos al meditar los hechos de la Pasión recogidos en los Evangelios.

Escuchó el Señor aquella voz que le reconocía como Dios: “Yo te aseguro que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”

Muy cerca de Jesús está su Madre. También está allí Juan, el más joven de los Apóstoles. “Jesús viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.”
Jesús, después de darse a sí mismo en la Última Cena, nos da ahora lo que más quiere en la tierra, lo más preciado que le queda. Le han despojado de todo. Y El nos dá a María como Madre nuestra.


.... Se apaga la luminaria del cielo, y la tierra queda sumida en tinieblas. Son cerca de las tres, cuando Jesús exclama:

“Elí, Elí, lamma sabachtani?! Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿porque me has abandonado?

Después, sabiendo que todas las cosas están a punto de ser consumadas, para que se cumpla la Escritura, dice:

“Tengo sed”

Los soldados empapan en vinagre una esponja, y poniéndola en una caña de hisopo se la acercan a la boca. Jesús sorbe el vinagre, y exclama:

“Todo está cumplido”

El velo del templo se rasga, y tiembla la tierra, cuando clama el Señor con una gran voz:

“Padre, en tus manos encomiendo mí espíritu”

Y expira.

.... Ahora ha pasado todo. Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, porque Jesús ha muerto por nosotros, y su muerte nos ha rescatado.
... Pidamos a María, ella que permaneció junto a Jesús durante la Crucifixión, que nos ayude a no separarnos nunca de su Hijo y a amarlo cada día más.




RECURSOS PARA LA HOMILÍA


Nexo entre las lecturas
La Pasión del Señor según San Juan nos presenta, sobre todo, la "exaltación de Cristo". En la Cruz, Cristo reina, Cristo es exaltado, Cristo triunfa del pecado y del diablo (EV). Por eso, hoy no es un día propiamente de luto sino es un día en que se celebra el amor de Dios por el hombre, amor que llega a su más alta expresión " Dios no perdonó a su Propio Hijo, sino lo entregó por nosotros"(Rom 8,32). Hoy el corazón se detiene a contemplar cómo el Hijo Unigénito de Dios, consubstancial al Padre, eterno como el Padre, habiéndose encarnado nos da la máxima prueba de amor: el morir por nosotros, pues en verdad "Nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos" (Juan 15, 13). "El castigo que nos devuelve la paz cayó sobre él y por sus llagas hemos sido curados. Todos errábamos como ovejas sin pastor y Él cargo la iniquidad de todos nosotros" (Is. 53,5) (1L). Es decir, que Cristo ha pagado por mis pecados y en eso hay una prueba grande de su amor por mí. Jesucristo sumo Sacerdote que ha penetrado en los cielos, es capaz de compadecerse de nuestras flaquezas. Él es autor de nuestra salvación eterna (2L).


Mensaje doctrinal

1. El siervo de Yahveh. El cuarto cántico del siervo de Yahveh es un momento culminante de la revelación del Antiguo Testamento. Se trata de la interpretación de la historia de Israel como expiación vicaria y redentora en favor del resto, en favor de la comunidad judaica y de todos los pueblos de la tierra. En verdad se trata de un mensaje jamás escuchado y que no aparecerá nuevamente en el Antiguo Testamento. Es verdad que aquellos que eran considerados “amigos de Dios” solían interceder en favor de su pueblo. Abraham intercede por los pecados de Sodoma y Gomorra; Moisés pasa cuarenta días y cuarenta noche ante Dios haciendo penitencia por el pecado de su pueblo y pidiéndole que no lo destruya; el profeta Jeremías sufre grandes penalidades en favor del pueblo y de los desterrados. Sin embargo, ninguno de estos personajes sufre como el misterioso siervo de Yahveh. El sufrimiento de este siervo es claramente un sufrimiento vicario: “el castigo que nos trajo la paz cayó sobre Él y por sus llagas hemos sido curados”. La imagen del siervo es desoladora y podría causar una profunda tristeza, sin embargo, la contemplación se detiene en los frutos del sacrificiodel siervo de Yahveh: se trata de llegar a conocer que ha sufrido “por nosotros”, a favor de nosotros, en lugar nuestro, que su vida ha sido una expiación vicaria y que a causa de él tenemos la paz y hemos sido salvados. Ciertamente en Cristo vemos la realización más completa y plena de esta figura del Siervo doliente. En Él tenemos la salvación de nuestros pecados. La vida, el sufrimiento, la muerte del Siervo de Yahveh son el único medio para reconciliar a Dios con los hombres. Abandonándose en las manos de Yahveh, el siervo ha obtenido aquello que no habían obtenido los sacrificios rituales de Israel o los sacrificios a la divinidad de los gentiles. El siervo de Yahveh tendrá por ello una grande fecundidad, una gran descendencia. En el momento de la mayor oscuridad es, paradójicamente, el momento del triunfo del siervo de Yahveh: justificará a muchos, será fecundo. En Cristo crucificado vemos el cumplimiento cabal de la profecía del siervo doliente.


Sugerencias pastorales

1. El amor a la cruz. Cuando el peso de nuestros pecados o de los pecados del mundo nos abrume, cuando sintamos la fragilidad de ser humanos y veamos que llevamos el tesoro en vasijas de barro, miremos a Cristo que en su Cruz nos revela el amor del Padre: “Quien ha visto a Cristo ha visto al Padre”. Jesús cruzó una mirada con Pedro después de sus negaciones y Pedro lloró y Pedro se rehizo. Dios quiere que nuestra vida viva no quede atenazada por el miedo o por el pecado. Dios quiere que cumplamos nuestra misión aun en medio de nuestra fragilidad humana, para que quede patente que poder tan extraordinario viene de Dios.

Cuando sintamos la soledad, el dolor, las penas íntimas del alma, y asome a nuestros labios el lamento: "Dios mío, Dios mío ¿ por qué me has abandonado? ¿por qué me has olvidado? ¿Por qué ya no cuidas de mí?" hemos de volver a la Cruz de Cristo y saber que Él, se ha hecho solidario con todas mis cruces y que él me acompaña hasta la consumación de los siglos, en todos los momentos de mi vida, especialmente en los más difíciles.

Cuando la desesperación quiera tocar a nuestra puerta, hemos de recordar que El Señor es fiel a su Palabra, a su Alianza y no me olvida, no me abandona. “¿Podrá una madre olvidarse de su hijo? Pues aunque ella se olvide yo no te olvidaré”. ¡Qué estupor el descubrir nuevamente el valor de mi cruz como prueba de la amistad de Cristo! El valor de la cruz que hago sobre mi frente cada mañana. El valor de la cruz que yo como sacerdote realizo para perdonar los pecados "in persona Christi". El valor de la cruz que como religioso es lo único que puedo llamar propiamente mío.

La comprensión de la cruz sólo requiere humildad, no es cuestión de sabiduría o de edad, sino de sencillez, como lo muestra el caso de tantos pequeños que en medio de sus años infantiles son capaces de actos heroicos como son los niños de Fátima. "Sólo los humildes saben doblar la espalda bajo el peso de la cruz y sólo en ellos la cruz realiza esa acción de purificación del pecado".

La meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo ha sido y sigue siendo fuente de santidad cristiana y camino de conversión profunda para los hombres. Hoy, en medio de esta sugestiva liturgia del Viernes Santo austera y expresiva a la vez, nuestra alma se postra _como lo hicieran los ministros al inicio de esta ceremonia_ se recoge para orar, para adorar a Cristo en cruz, principio de nuestra salvación . Así como el Santo Padre, en su reciente peregrinación a Tierra Santa, quiso permanecer unos minutos más en el Santo Sepulcro, así también nosotros hoy nos detenemos, para estar con Cristo en el Calvario, y comprender, si cabe, el amor de Dios por nosotros.

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