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viernes, 22 de abril de 2011

L A V I G I L I A P A S C U A L



Una "Vigilia" es una noche en vela, en vigilancia, a la espera del amanecer en el que Cristo resucita. La Iglesia vela en oración hasta el momento de la salida del sol. Es un símbolo de la vida, noche hasta la aparición de la luz, Cristo. Nuestra Vigilia es un resto de la antigua: una larga noche de oración hasta que, al amanecer, se celebra la Eucaristía de la Resurrección.

1.- LOS SÍMBOLOS
El primer símbolo utilizado es la misma vigilia; velar de noche orando en la espera de Cristo luz. Pero este símbolo nos dice poco, porque no concebimos la vida como camino hacia la luz, camino hacia el encuentro con Dios.
Nuestra sociedad vive tan bien que no necesita encontrarse con Dio, sino simplemente que Dios le quite algunas incomodidades de esta vida.
El segundo símbolo es la luz. El templo está a oscuras. Casi ni nos reconocemos, nos tropezamos en los bancos ... De pronto, en un lugar inesperado, suena un grito: ¡La luz de Cristo!. Nos volvemos y aparece una pequeña llama, que va avanzando por el templo. Todos vamos encendiendo en ella nuestras velas y al final el templo entero resplandece. Jesús luz para caminar, nuestra vida iluminada por Él, encendida en Él para que haya más luz en el mundo. Magnífico símbolo.
La luz está presentada en el cirio pascual, que encierra otro simbolismo, muy antiguo, sencillo y profundo. El cirio se consume para iluminar a otros. Es enteramente para la luz, y se consume para ella. Es un símbolo perfecto de Cristo. Nuestros pequeños cirios son iguales, pero reciben la luz de Él. Es el único sentido de todo el cirio, y de toda la vida del cristiano es consumirse para dar luz a los demás. Debemos recordar lo que dijimos en el Domingo cuarto de cuaresma, a propósito de la luz. Y es también la esencia de potros signos: el pan, el vino, la sal, la levadura ... son para desaparecer y dar vida.
Encendidos los cirios, se proclama el "Pregón Pascual", una larga aclamación en que se da sentido a la noche, reuniendo muchos signos del Antiguo Testamento, del Génesis, del Éxodo... entendiéndolos como anuncio de la Resurrección. En todas estas oraciones se funden los aspectos de la victoria de Cristo y nuestra victoria sobre la muerte y el pecado. Ya hemos sido liberados de la muerte y del pecado: no porque no existan, sino porque no tienen poder. Ya sabemos qué es morir, ya sabemos que el pecado es nuestra cruz y que Dios está con nosotros para vencerlo....
El tercer gran símbolo es el agua. Se retoma este símbolo cuando, después de la Liturgia de la Palabra, se celebra una Liturgia Bautismal. Se hace esta noche porque es la Resurrección del Primogénito; detrás vamos todos. Y todos los que lo sabemos y lo aceptamos somos la Iglesia. Celebramos por tanto nuestra entrada en la Iglesia por el Bautismo, nuestra incorporación a la luz, nuestra participación en la Vida Nueva de Cristo.
El agua se toma en muchos sentidos, como un símbolo muy rico. En primer lugar el agua es limpieza. Limpios de nuestros pecados. Celebramos el perdón, que Dios es agua que siempre está ahí para limpiar. En segundo lugar el agua es fecundidad. Celebramos la Vida. Jesús es vida, podemos decir, tras haber conocido a Jesús "esto es vida", y vida eterna, mientras que la vida de los hombres sin Jesús es sequía, esterilidad. En tercer lugar se usaba en la Iglesia el signo de "salir del agua" como "escapar de la muerte" (como el pueblo de Israel en el mar Rojo, aunque este signo ha ido cayendo en desuso.)
Pero el Bautismo no son sólo signos. Es nuestra aceptación, nuestro pacto con Dios. Él llega a nosotros y nosotros a Él. Formamos una comunión con Dios, entramos en la Iglesia, formamos parte del Cuerpo de Cristo. Por eso es una celebración comunitaria. La Iglesia celebra su nacimiento, su incorporación a la vida, como Cuerpo.
(Toda Eucaristía empieza por el recuerdo del Bautismo. Pero hemos ido olvidando esto de tal modo que lo hemos dejado reducido a tomar agua bendita a la puerta de la Iglesia....)
Por todo eso, la celebración Bautismal termina con la proclamación en común de la fe y la renovación de las Promesas del Bautismo, como manifestación pública de que aceptamos, nos comprometemos al seguimiento de Jesús.

LAS LECTURAS
Las lecturas normales de la Eucaristía del domingo se aumentan considerablemente. Se trataba de llenar la noche con lecturas y oraciones.
De todo esto han quedado siete lecturas (de las cuales se suelen hacer solamente tres).
Son lecturas de la Creación (Génesis,1 y 2), el Sacrificio de Abraham (Génesis,22), el paso del mar Rojo (Exodo, 14-15), como recuerdo de las obras de liberación de Dios por su pueblo. Después hay cuatro lecturas de los profetas ( dos de Isaías, una de Baruc y otra de Ezequiel), que presentan todos la misma idea, Dios Salvador, en muchos símbolos y formulaciones diferentes.
Las lecturas ordinarias de la Eucaristía son dos: la primera es una catequesis del bautismo tomada de la carta de Pablo a los Romanos (6:3-11)
¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro
hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que está muerto, queda librado del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios.
Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Pablo introduce aquí un nuevo lenguaje, para las mismas ideas: sepultados con Cristo, muertos al mundo, a lo que fuimos, a los valores y criterios que antes teníamos... ha sido crucificado... somos ya otra cosa, una criatura nueva, resucitada. El Bautismo es el sacramento de todo eso. Es espléndida la expresión de la carta a los Gálatas “el mundo es para mí un crucificado, y yo para el mundo” Un crucificado produce horror, desprecio, asco. Con esta expresión tan cruda Pablo muestra que los valores y criterios normales de “el mundo” (Pablo suele llamarle “la carne”). medrar, consumir, mentir, violentar .... no nos interesan, nos repugnan, y que, si somos como Jesús, también a “el mundo” les resultaremos extraños, incluso despreciables. (“¡Ay de vosotros si todo el mundo os aprecia y os considera ... “) Estas frase muestran muy bien que esto no es sólo una celebración de algo que sucedió, sino de algo que sucede, porque esa es nuestra vida, ir siendo así, resucitar cada día a la vida nueva de Jesús. Y es que estamos celebrando la resurrección de Jesús y nuestra propia resurrección.
Finalmente, la lectura del Evangelio (Marcos 16,1) empieza siendo histórica y termina en el mensaje de la resurrección. Se narra, tomada del evangelio de Marcos, la escena del sepulcro vacío. "Pasado el sábado, María, la Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y, muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
- ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Al mirar vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. El les dijo:
- No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús, el Nazareno, el crucificado?. No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde le pusieron. Ahora, id a decir a sus discípulos y a Pedro: "El va por delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo" Último mensaje: la primera en recibir la noticia será María Magdalena, la pecadora enamorada de Jesús y las mujeres galileas, fieles y marginadas a segundo término por una iglesia cada vez más patriarcal. Y hay que comunicar el mensaje a los discípulo, pero , expresamente, a Pedro, el renegado.

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