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viernes, 22 de abril de 2011

Vigilia Pascual (Mt 28, 1-10 ) - Ciclo A: ¡La FIESTA de los cristianos!


Todo lo que se diga de esta Noche es poco. ¡La FIESTA de los cristianos!
Procura el Sábado Santo un tiempo amplio de preparación. ¡Qué explosión de luz y de esperanza! La presencia del Resucitado irrumpe en su Iglesia, inundándola de alegría.

1. Liturgia de la Luz

Fíjate en el fuego: su fuerza y esplendor en medio de las tinieblas. Escucha lo que se dice de Jesús, simbolizado por el cirio:

Cristo, ayer y hoy, principio y fin. Suyo es el tiempo y la eternidad.

¡A El la gloria y el poder por los siglos!

Cuando escuches el Pregón Pascual, que inaugura nuestras Fiestas Pascuales de cincuenta días, las verdaderas fiestas de la Vida, sentirás por dentro que has sido elegido para contar a los cuatro vientos las hazañas de Dios (1 Pe 2).

Esta noche resuena la Buena Noticia de la Resurrección por los cinco continentes del mundo, la Noticia que pasa de generación en generación desde hace dos mil años.



2. Liturgia de la Palabra


Siete lecturas del Antiguo Testamento, pues hoy se cumplen en Jesús todas las Escrituras:

Hoy es el día de la nueva creación (Gén 1).

Hoy el Padre ha liberado a Jesús de la muerte, haciendo suya la obediencia de su Hijo hasta la muerte (Gén 22).

— Hoy es el día Grande, el Acontecimiento Salvador (Ex 14).

Hoy celebramos la fidelidad misericordiosa de Dios (Is 54).

— Hoy son las bodas del Amor Eterno, que todo lo renueva (Is 55).

— Hoy celebramos la suerte de servir a Dios y hacer su voluntad en esta tierra que Dios nos ha encomendado (Bar 3-4).

Hoy recrea Dios al hombre por la fuerza de su Espíritu (Ez 36).



3. Liturgia del Agua

Noche del Bautismo, por excelencia:

- Que nos une a los hermanos en la fe, que nos precedieron en el seguimiento de Jesús, para que no nos volvamos atrás en nuestro compromiso de vida cristiana (letanías de los Santos).

- Que nos recuerda aquel momento olvidado de nuestra infancia, pero origen, sin duda, de lo mejor de nuestras vidas (bendición del Agua):

Oh Dios, que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder invisible, y de diversos modos te has servido de tu criatura el agua para significar la gracia del bautismo... Aguas primordiales de la Creación, aguas del Diluvio, aguas del Mar Rojo, aguas del Jordán...

- En que renovamos las promesas bautismales. Momento especial para personalizar nuestro bautismo.



4. Liturgia de la Eucaristía

Culminación de la Fiesta:

Ofrecemos el pan y el vino, frutos de la naturaleza, de nuestra actividad y de la solidaridad humana, y expresamos nuestro deseo de esa humanidad nueva que el Resucitado inaugura esta noche.

- Nunca como esta noche nos damos cuenta de que «en verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias, Padre Santo».

¿Por qué? Atrévete a enumerar los dones de Dios en tu vida, especialmente el de la resurrección de Jesús, y te quedarás anonadado. ¡Significa tanto: victoria sobre la muerte, liberación del pecado, futuro definitivo para el hombre, alianza eterna de Dios, participación en la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!

Nos unimos al sacrificio pascual de Jesús: por la fe hacemos nuestra su obediencia al Padre y su amor a los hombres.

El Resucitado se queda para siempre con nosotros a fin de que vivamos de su Espíritu y de su Palabra, de su paz y de su entrega, llevando a cabo la obra que El comenzó: el Reino, el proyecto del Padre.

Cuando nos demos el abrazo de la Paz, sentiremos mucho más que el contagio colectivo de nuestra fiesta: el regalo de sentirnos hermanos y el compromiso por realizar, día a día, en nuestra casa, en la calle o en el trabajo, lo que nos ha sido dado en Jesús resucitado.

No será fácil, pero contamos con El.



Las Fiestas Pascuales


1. Nuestra fiesta de los 50 días, hasta Pentecostés, es un único Día, el de la gloria del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, que, en la Pascua de Jesús, ha realizado de una vez y para siempre su Reino:

recreando el viejo mundo;

poniendo en marcha el nuevo, que tiene a Jesús como primogénito (cf. Col 1).


2. Ha ocurrido algo tan inconmensurable, que da lo mismo decir que esta tierra nuestra está definitivamente habitada por la Vida Trinitaria o decir que, desde la Resurrección, ha dejado de tener consistencia propia.

Vivimos el entretiempo: entre la Resurrección y la Consumación futura, cuando lleguen, con la venida del Resucitado en el esplendor de su gloria, «los nuevos cielos y la nueva tierra» (cf. Ap 1; 21-22), y todo sea devuelto al Padre, principio y fin de toda realidad.



3. El entretiempo es el tiempo del Espíritu Santo y de la Iglesia, y por eso, de los sacramentos y de la fe.

De hecho, siguiendo una antigua tradición, las lecturas de Pascua trazan un contrapunto entre los Hechos de los Apóstoles y el Evangelio según san Juan, introduciendo alguna carta apostólica que tenga carácter pascual (en el ciclo A, la Primera de Pedro).


4. La sensación primaria es la siguiente: Así como en Cuaresma hemos debido descender a nuestra condición humana sin salida (esclavos de la muerte, el pecado y la ley) para experimentar la Misericordia Salvadora de Dios, ahora se nos da a beber el Agua Viva que brota en la Iglesia, el Espíritu Santo, el mismo Espíritu por el que Jesús el Mesías vivió, murió y resucitó, y por el que sigue presente en su Iglesia, el mismo Espíritu que viene del Padre y es entregado al mundo como señal interior de su amor eterno y fuego transformador que lo renueva todo.


5. Realidades que nos sobrepasan; realidades que no podemos medir con el metro de nuestra pobre experiencia sicológica y social y que, sin embargo, están ahí, en la Iglesia. Sólo perceptibles en la fe.

Será uno de los objetivos de estos días: descubrir la Iglesia.

No se trata de idealizarla o sacralizarla. Al contrario, cuanto más humana y pecadora la veamos, cuanto más nos demos cuenta de sus condicionamientos históricos y podamos criticarla, más descubriremos su misterio divino, y seremos conscientes de que de Ella recibimos mucho más de lo que le damos.

La Iglesia no puede justificarse a sí misma (¡cómo podría justificar su alianza con el poder, su dominio de las conciencias, su autosuficiencia!); y es que su única justificación es el a gratuito y absoluto que le tiene Jesús, que entregó su vida por e a. Como por Pedro. Como por mí.

Por eso, igualmente, Ella sabe que no se pertenece, que se le ha encomendado la misión de anunciar el Evangelio a todos los hombres. Sus orígenes y expansión (nos basta leer los Hechos) nos hablan de dificultades y conflictos, externos e internos. No importa; el Espíritu Santo la empuja y mantiene fiel a su misión.


6. Los sacramentos nos introducen en la vida profunda de la Iglesia. Esta ha sido puesta por Dios como mediación de salvación en la historia.

Los sacramentos son realidades humanas, recuerdos de los acontecimientos más significativos de la historia de la Salvación; pero, celebrados en la fe de la Iglesia, actualizan eficazmente esa misma Salvación.

El creyente sabe que, en el corazón de la Iglesia, hay manantiales permanentes de agua viva, que nacen del costado abierto del Resucitado.


7. Pero los sacramentos son signos y mediaciones. Lo esencial es la vida nueva, pujante, victoriosa, que ha sido infundida en nuestros corazones de bautizados que se reúnen en la Eucaristía cada domingo.

La llamada vida teologal (fe, esperanza y amor) o vida del Espíritu Santo.

A la luz del Evangelio de Juan se nos dará a entender cómo nace y se despliega esa vida. Vida de liberación interior. Vida de comunión eclesial. Vida en estado de misión permanente, en el mundo y para el mundo.

Por J. Garrido

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