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jueves, 26 de mayo de 2011

Homilías y Recursos para la Homilías: VI Domingo de Pascua (Jn 14, 15-21) - Ciclo A


Publicado por Agustinos España

"QUIEN CUMPLE MIS MANDAMIENTOS, ESE ME AMA"

Las lecturas de la misa de este sexto domingo de Pascua nos hablan del Espíritu Santo, y anticipan de cierta forma su venida que celebramos en Pentecostés, dentro de dos semanas.

Citando a este pasaje de la primera lectura de hoy, el Catecismo de la Iglesia nos dice que desde aquel tiempo, los apóstoles, siguiendo las enseñanzas de Jesús, comunicaban a los convertidos, el don del Espíritu Santo. Ya desde el comienzo, la administración del Sacramento de la Confirmación se hacía mediante la imposición de las manos, y este sacramento estaba destinado a completar la gracia del Bautismo. Es esta imposición de las manos la que ha sido con toda razón considerada como el primitivo origen del sacramento de la Confirmación, el cual perpetúa en la Iglesia la gracia de Pentecostés. En el presente, nuestros hijos se preparan durante dos años para recibir al Espíritu Santo mediante este sacramento, que los confirma en la fe, después de haber recibido a Jesús en la primera Comunión. El sacramento lo administra el Obispo, como sucesor de los apóstoles, quienes primitivamente eran los que imponían las manos a los confirmandos.

Y en el EVANGELIO de este domingo, leemos el pasaje perteneciente a la Ultima Cena en que Jesús promete a sus apóstoles el envío del Espíritu Santo. Comienza este pasaje con las palabras de Jesús: «Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos” Jesús, antes de anunciar la venida del Espíritu Santo, nos recuerda que el verdadero amor tiene necesidad de manifestarse con obras. “El que recibe mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama”, dice el Señor en otro pasaje. Y San Juan nos exhorta a que “no amemos de palabra y con la lengua, sino con obras y de verdad”, y nos enseña a que “el amor al Señor consiste en que cumplamos sus mandamientos”

Y luego de estas enseñanzas, Jesús anuncia que el fruto de su mediación ante el Padre será la venida del Espíritu Santo, del Paráclito. El Espíritu Santo, en efecto, vendrá sobre los discípulos tras la Ascensión del Señor, fiesta que celebramos el próximo domingo, enviado por el Padre y el Hijo. Al prometer aquí Jesús que por medio de El, el Padre les enviará el Espíritu Santo, está revelando el misterio de la Santísima Trinidad.

Paráclito significa Consolador, Protector, o Defensor. De ahí que también a veces se lo conozca también como Abogado. Jesús habla del Espíritu Santo como de otro Paráclito”, porque será enviado a los discípulos en lugar suyo, como Protector que les asista, ya que El va a subir a los Cielos.

En otro pasaje de las escrituras, el apóstol Juan llama Paráclito a Jesús, cuando dice “Abogado tenemos ante el Padre, es Jesucristo, el Justo”. El Espíritu Santo cumple ahora el oficio de guiar, proteger y vivificar a la Iglesia y a cada uno de nosotros, porque, como dice el Papa Pablo VI, dos son los elementos que Cristo ha prometido y otorgado, aunque diversamente, para continuar su obra: el apostolado y el Espíritu Santo. El apostolado actúa externa y objetivamente, forma el cuerpo material de la Iglesia. Le confiere sus estructuras visibles y sociales. En cambio, el Espíritu Santo actúa internamente, dentro de cada uno de nosotros, como también sobre la comunidad entera, animando, vivificando y santificando.

El Espíritu Santo es nuestro Consolador mientras caminamos en este mundo en medio de dificultades y bajo la tentación de la tristeza. Por grandes que sean nuestras limitaciones, siempre podemos mirar con confianza al cielo, y sentirnos llenos de alegría. Dios no ama y nos libra de nuestros pecados. La presencia y acción del Espíritu Santo en la Iglesia son la prenda y la anticipación de la felicidad eterna, de esa alegría y de esa paz que Dios nos depara.

En varios momentos de la Ultima Cena, se trasluce la tristeza de los Apóstoles ante las palabras de despedida del Señor, cuando les anuncia: “Dentro de poco el mundo ya no me verá” . Jesús les habla, llamándolos amigos, y les promete que no se quedarán solos porque les enviará el Espíritu Santo, y El mismo volverá a estar con ellos. En efecto, le verán de nuevo después de la Resurrección, cuando se les aparezca durante cuarenta días hablando con ellos del Reino de Dios. Al subir a los cielos dejaron de verle. No obstante Jesús sigue en medio de sus discípulos, según había prometido, y le veremos cara a cara en el Cielo. En ese momento podremos ver lo que ahora creemos. También ahora está el Señor entre nosotros, y nosotros en El.

En este tiempo Pascual, que es tiempo de alegría por la Resurrección del Señor, vamos a prepararnos también para agregar a esa alegría, la alegría de la Ascensión de Jesús a los Cielos y la de la venida del Espíritu Santo a nosotros, que celebramos los domingos venideros.



RECURSOS PARA LA HOMILÍA

Nexo entre las lecturas

"Yo rogaré al Padre y Él les enviará otro Consolador que esté siempre con ustedes". Esta frase del Evangelio unifica la liturgia de la Palabra de este Domingo previo a Pentecostés. La Iglesia primitiva -como nosotros ahora- ha vivido una larga experiencia de Cristo Resucitado y hoy se le anuncia su partida del Señor. Pero Cristo no la deja sola. Desvela el misterio Trinitario y promete la presencia de un defensor y consolador: el Espíritu Santo. (EV) Este discurso de despedida del Señor nos hace crecer en la esperanza cristiana y exclamar, junto con el salmista, que el evento de Pentecostés es una "obra admirable" y que toda la tierra ha de aclamar al Señor pues ha hecho prodigios por los hombres. Así los samaritanos, apóstatas del judaísmo, serán admitidos por la acción del Espíritu Santo en la nueva comunidad obrando su Pentecostés sin acepción de personas, bastando sólo su conversión y aceptación de la Palabra de Dios . (1L) También este abogado defensor hará que los perseguidos veneren a su Señor desde su corazón y den testimonio cumpliendo el mandamiento del Señor, amando a sus verdugos como Cristo los ha amado, padeciendo con sencillez, respeto y paz de conciencia.(2L)


Mensaje doctrinal

1. El Paráclito. La liturgia quiere, al igual que Cristo en la última Cena, preparar el evento de Pentecostés desvelando la identidad y misión del Espíritu Santo. En el contexto de su partida, Cristo promete la presencia del Paráclito. Profundicemos en la persona del Espíritu Santo, el gran desconocido como decía H.U. von Balthasar.

La teología nos enseña que el Espíritu Santo es el amor absoluto de Dios, es la comunión de amor ente el Padre y el Hijo, lo más íntimo que hay en Dios (Patrística latina).También es la manifestación externa de Dios (Patrística griega), viento impetuoso y luz fulgurante, invisible. Es quien nos hace conocer el misterio de Dios y nos introduce en la comprensión de la revelación del Padre, dada por Jesús, Hijo de Dios hecho hombre.

Cristo en este Evangelio expresa al Espíritu Santo con la palabra Paráclito, que viene del griego parakletos. Ella contiene varias acepciones que explican mejor la función de la Tercera Persona de la Trinidad. La traducción literal sería "uno llamado de cerca", por tanto alguien que es llamado a ayudar y de ahí se tradujo al latín en advocatus, abogado. Otra acepción que nos ilumina es la de "interceder, apelar, suplicar". Por tanto, El Espíritu Santo es un intercesor, un portavoz, un protector amigo. La acepción más conocida es "Consolador" Por último tiene la acepción de designar la acción de exhortación y enardecimiento que se encuentra en la predicación de los primeros cristianos.

El contexto forense de la época era diferente al actual. No era sólo la persona que aducía pruebas a favor de la parte defendida, sino sobre todo, es una persona de gran categoría y ascendiente ante el juez. Una persona influyente en la sociedad por su autoridad moral y por su poder.

Apliquemos estas acepciones a nuestra homilía.

El Paráclito es un testimonio en defensa de Jesús y su portavoz frente a sus enemigos. Lo vemos reflejado en la experiencia de la comunidad primitiva a la cual escribe San Pedro. Les aconseja para dar razón de su esperanza: su fe en Cristo que murió y resucitó para llevar a todo hombre hacia Dios. Todo ello con actitudes contrarias a los comportamientos paganos. Con sencillez, respeto a su enemigo, y en paz con su conciencia, es decir en la autenticidad, si es necesario sufriendo pero haciendo el bien. Los primeros cristianos fueron capaces de defender la causa de Cristo, la presencia de Cristo en sus corazones gracias a la acción del Espíritu testimonio y defensor.

El Paráclito es un maestro y un guía de los discípulos. Así se entiende cómo Felipe va a un pueblo semipagano, odiado por los judíos por ser apóstatas, y les predica el Evangelio. La fuerza del Espíritu será confirmada con la imposición de manos de Juan y Pedro. Desde entonces existe solidaridad y participación en la misma gracia, excluídos de la comunidad judía entran a formar parte de la comunidad cristiana por iniciativa del Espíritu Santo.

El Paráclito es un Consolador para los discípulos. Podemos ver reflejado esto en la experiencia del salmista que invita a cuantos temen y aman al Señor a venir y a escuchar cuanto ha hecho el Señor. La alegría de la consolación invita a exultar, a celebrar la gloria de Dios y de su poder. No cabe duda que recibir al "Consolador" es una obra admirable y misteriosa, pues nos adentra en el amor de Dios al hombre.

2. El Espíritu de Verdad y Cristo Resucitado. Cristo promete y presenta a sus discípulos a la tercera persona de la Trinidad para que hagan amistad y alianza con Él, para ser adoradores del Padre en espíritu y en verdad, para ser fortalecidos con su gracia divina. Cabe preguntarnos cuál es la finalidad de reflexionar en este tiempo pascual sobre la relación íntima entre Cristo y el Espíritu Santo. La respuesta nos la da el Papa en su encíclica dedicada al Espíritu Santo: "Nos encontramos en el umbral de los acontecimientos pascuales. La revelación nueva y definitiva del Espíritu Santo como Persona, que es el don, se realiza precisamente en este momento.

Los acontecimientos pascuales -pasión, muerte y resurrección de Cristo- son también el tiempo de la nueva venida del Espíritu Santo, como Paráclito y Espíritu de la verdad. Son el tiempo del « nuevo inicio » de la comunicación de Dios uno y trino a la humanidad en el Espíritu Santo, por obra de Cristo Redentor. Este nuevo inicio es la redención del mundo: « Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único ».(81) Ya en el « dar » el Hijo, en este don del Hijo, se expresa la esencia más profunda de Dios, el cual, como Amor, es la fuente inagotable de esta dádiva. En el don hecho por el Hijo se completan la revelación y la dádiva del amor eterno: el Espíritu Santo, que en la inescrutable profundidad de la divinidad es una Persona_don, por obra del Hijo, es decir, mediante el misterio pascual es dado de un modo nuevo a los apóstoles y a la Iglesia y, por medio de ellos, a la humanidad y al mundo entero". (Juan Pablo II, Dominum et vivificantem No 23).

Ante todo sorprende el paralelismo de la misión de Cristo y de la misión del Espíritu Santo: El Espíritu Santo vendrá al mundo y es enviado en nombre de Jesús, mientras que Cristo vino al mundo y es enviado en nombre del Padre. Es el Espíritu de verdad, el Espíritu Santo, mientras que Jesús es la verdad, el Santo de Dios. Debe guiar a los discípulos en el camino a la verdad entera, mientras que Cristo es el camino y la verdad misma. El Paráclito glorifica a Jesús, como Éste glorifica al Padre. No es aceptado por el mundo como tampoco Cristo.

El Espíritu Santo es el Espíritu de verdad porque es el mismo Espíritu de Cristo, que es la verdad del Padre revelada a los hombres. Él no revela nada de nuevo, no aporta ninguna nueva revelación. Espíritu de verdad porque se relaciona con ella, revelación visible de Dios que es Jesús. Por eso introduce a los creyentes en la comprensión siempre más profunda de Jesucristo. Enseñará tomando de lo que predicó Jesucristo y lo anuncia a los discípulos (Jn16,13-15).

Después de la partida de Jesús y en la espera de su regreso, el Espíritu Santo sustituye a Cristo, enseñándoles el misterio de Jesucristo, les hace testimonios auténticos del Evangelio y de la fe que profesan. Así también hoy asegura a la Iglesia el camino de la Verdad en su Magisterio y en sus determinaciones.

Sugerencias pastorales

El sacerdote buscará acrecentar en sus fieles el amor al Espíritu Santo, artífice de la santidad y conductor de la Iglesia. Ayudará mucho unas conferencias que despierten este amor, pues nadie ama lo que no se conoce. La explicación de los dones del Espíritu Santo suele ser de mucho fruto para las almas.

Es interesante también promover un círculo de testimonios donde se ve la mano silenciosa pero eficaz del Espíritu Santo en las más diversas circunstancias de la vida. Viéndole bajo el aspecto de Paráclito. La vida de los mártires, testimonios cualificados de Cristo, es muy instructiva sobre la obra del Espíritu Santo en el corazón de los fieles.

Cuanto ayuda para la vida espiritual anotar las luces y mociones que este divino Amigo nos regala, para discernir el camino de la Voluntad de Dios en lo concreto de la vida ordinaria y constatar los frutos que el Divino Huésped nos otorga en orden a la propia santificación y a la edificación de la Iglesia.

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