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miércoles, 4 de mayo de 2011

III Domingo de Pascua (Lc 24,13-35) - Ciclo A: TITIRITEROS DE CRISTO



1.- Dicen que esta preciosa escena es un retrato de la situación de aquella incipiente comunidad cristiana. Y yo diría que sigue siendo un retrato de la mayoría de nosotros que no deberíamos llamarnos cristianos si no titiriteros de Cristo.

Estos dos discípulos aunque se sienten pertenecientes a un grupo, por eso hablan de “algunos de los nuestros”, sin embargo, al tiempo se sienten judíos cien por cien y por eso hablan de sus magistrados. Mientras alaban a Jesús de Nazaret, no llegan a declararle Mesías, tan solo “profeta poderoso en obras y palabras”. Al mismo tiempo no critican a “nuestros jefes” que lo mataron.

De Jesús han aprendido el respeto a las mujeres, pero naturalmente no han dado crédito ninguno a lo que han venido diciendo las mujeres de que la sepultura está vacía, “¿qué saben ellas…? Están haciendo títeres en la cuerda floja. Son y no son seguidores de Cristo, como nosotros titiriteros…

2.- Cuantas veces nos sentimos solos en el camino de nuestras vidas, porque hemos emprendido una loca huida sin saber a donde, como los de Emaús. Hombro con hombro caminamos con Él y no lo reconocemos, porque del nacimiento a la muerte hace Él su camino junto al nuestro y camina silencioso y sin ser reconocido… hasta que llega la hora.

Nos dijo que no nos dejará huérfanos, que estará con nosotros hasta el fin de los tiempos y porque no oímos sus pisadas en la arena de nuestra playa creemos que nos ha engañado. Y los que nos estamos engañando somos nosotros porque no le buscamos donde nos prometió que estaría.

3.- Nos dice el Señor, y todos lo decimos que la Sagrada Escritura es su Palabra, es decir que si queremos escuchar su conversación de compañero de nuestras vidas, no tenemos más que buscar en nuestro corazón la onda, la frecuencia, en la que Él está emitiendo su mensaje. Es verdad que a veces nos habla quedito y muy bajo. Y para escucharle tenemos que acallar las ondas de muchas emisoras humanas que interceptan lo que Él nos dice. Pero si queremos podemos oírle.

Dios nunca se impone. Nunca nos habla con sonido estridente de miles de decibelios. Nos habla en el susurro de la brisa de la tarde antes de anochecer. ¿Nos suena la Palabra de Dios? ¿Buscamos siquiera su onda? ¿Tenemos a mano la Biblia ya sobada y sucia de tanto acudir a ella? ¿O ni siquiera en la Misa nos interesa su Palabra o llegamos tarde a oírla? ¿O mientras nos la leen no la escuchamos porque nos hemos entretenido leyendo los avisos de la Hoja Parroquial? Necios y tardos de corazón.

4.- Cuantas veces en el camino nos sentimos sin fuerzas, a punto de tirar la toalla, porque nuestra debilidad nos hace caer siempre en los mismos pecados. ¿Es imposible ser cristianos en el ambiente en que vivimos? ¿Es posible ser deportista una persona que está anémica y con hambre? ¿No será la debilidad de nuestro organismo la que nos impide escuchar la palabra de nuestro compañero de viaje?

Fue en la eucaristía, en el partir el pan, donde los de Emaús reconocieron al Señor, cuando Él ya no estaba visiblemente con ellos. La eucaristía es pan, es fuerza, es alimento, nos lo ha repetido el Señor muchas veces, ¿y nos pasamos años, meses, semanas sin comer y queremos estar fuertes? ¿Si hemos limitado nuestro alimento a los domingos, pretendemos ser fuertes cristianos? Se nos irá la cabeza, iremos dando tumbos, seremos titiriteros, pero nunca cristianos.

5.- Que el Señor nos hable por su Palabra y su Eucaristía a lo hondo del corazón, como a los de Emaús, que sentían arder el corazón cuando el Señor los hablaba. Que nos hable, que nos alimente, que su cercanía nos deje calentar motores para el vuelo o el camino que aun nos quede por hacer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

exelente pagina, me ayuda muchisimo en mi tarea pastoral.
que Dios bendiga a los que aportan su granito de arena para llevar adelante esta pagina