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domingo, 10 de julio de 2011

Evangelio Misionero del Día: 10 de Julio de 2011 - XV Domingo DEL T.O - CICLO A

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Empapados de la Palabra, floreceremos. No seamos impermeables.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 1-23

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas.
Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!»
Los discípulos se acercaron y le dijeron: «¿Por qué les hablas por medio de parábolas?»
Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
"Por más que oigan, no comprenderán,
por más que vean, no conocerán.
Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido,
tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos,
para que sus ojos no vean,
y sus oídos no oigan,
y su corazón no comprenda,
y no se conviertan,
y yo no los sane".
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.

Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: éste es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno».

Compartiendo la Palabra
Por José Antonio Pagola

PARABOLA DEL SEMBRADOR

Se trata de una parábola bien conocida que se encuentra en los tres sinópticos, con diferencias bastante accidentales.

Conviene leer la de Mc., ya que Mt. y Lc. no hacen más que seguirlo con algunas diferencias de detalle, incluyendo el texto: vers. 1 y 2.

Después de la parábola hay una explicación de la misma y que está también en Mt. y Lc., pero como veremos más adelante no es de Jesús. Se trata de una explicación elaborada por la comunidad primitiva; es una catequesis dada a partir de la predicación de Jesús, pero no es original de Jesús. Decimos esto porque a la hora de descubrir cual fue el sentido primero de la parábola, tendremos que prescindir de esta explicación.

El relato de la parábola.-

Parece que la parábola tiene mucha importancia, en boca de Jesús, porque aparece enmarcada entre dos indicaciones a escuchar. Jesús tiene interés en que nosotros saquemos alguna lección. La parábola empieza así: “Escuchad” y termina: “Quien tenga oídos para oír que oiga”. Está, pues, enmarcada entre dos invitaciones urgentes a la escucha, a que se preste atención; por lo demás el relato no es complicado.

Se suele titular: “La parábola del sembrador” porque es el único protagonista, el único personaje que aparece en ella es un sembrador; sin embargo, no es él el protagonista. La importancia no está en el sembrador, sino en la semilla. Se podría titular: “la parábola de la siembra”.

Se trata de un relato en el que la atención está en la siembra que va a tener un resultado diferente, pero que terminará, en realidad, en una cosecha superior a todo lo que se podría esperar, como veremos.

Para conocer esta escena que es totalmente agrícola, tendríamos que conocer las costumbres agrícolas del tiempo de Jesús. Diremos únicamente, que era costumbre entre los judíos, como aún hoy en Palestina, en algunas zonas, el arar el campo, remover la tierra, y una vez removida y después de las primeras lluvias, sembrarla y removerla de nuevo para enterrar el grano. El sembrador no arroja el grano a cualquier sitio, pero le ocurre que, al sembrarlo, parte puede caer en el camino, en la tierra mala, etc.. No se trata de un sembrador descuidado.

Es normal que la semilla fuera cayendo, sin pretenderlo el sembrador, por los lugares mencionados en la parábola, corriendo distinta suerte.

La que cayó en el camino la comen las aves; la que cae sobre el pedregal, nace, pero se seca por abundancia de sol. Se habla de la que cae entre cardo y abrojos; allí nace, pero queda ahogada por ellos.

Y por último, y esto es lo más importante, hay otras partes, en plural, que caen en tierra buena, en campo bien preparado, y da una buena cosecha y abundante: el 30, el 60 y el 100 por 1.

Si prescindimos de esta explicación, observamos que se nos describe un contraste: En primer lugar se habla ampliamente de una siembra que es muchas veces inútil por diversos factores y obstáculos. En segundo lugar, dice: “que hay otras partes”, la inmensa mayoría del grano cae en terreno bien preparado, de tal manera que termina en una cosecha buena y abundante, aunque diferente, según el terreno. Por lo demás, el relato no tiene ninguna complicación.


LA ENSEÑANZA DE LA PARABOLA.-

Prescindiendo de explicación que, como veremos es propia de la comunidad cristiana primitiva, no es fácil descubrir el sentido de esta parábola porque no tiene ni al principio ni al final, ninguna explicación; tiene simplemente una invitación a escuchar “Quien tenga oídos para oír que oiga”. Por otra parte, el contexto: vers. 1 y 2, hablan de que Jesús se puso a enseñar junto a una barca, etc.. de estas circunstancias mencionadas por Mc., no podemos sacar nada que nos sirva para descubrir el sentido de la parábola. Tenemos que ir pues, al contenido de la misma si queremos aclarar el sentido de ella.

a) En la parábola se habla de una siembra. En la tradición judía, en tiempo de Jesús, el símbolo de la predicación de la ley. Predicar la Torah, predicar la palabra de Dios, equivalía a decir: sembrar. Por lo tanto, es fácil que Jesús, al hablar de la siembra, hable en realidad de la predicación de la palabra de Yahvé.

b) Se habla de una cosecha; es una siembra que al principio parece que se va a perder, pero termina en una gran cosecha. La cosecha es una imagen, empleada frecuentemente por Jesús para hablar del Reino de Dios; del éxito de ese Reino. Con estos sencillos datos, podemos situar la parábola dentro de la vida de Jesús.

Esta parábola se encuentra en el cap. 4º de Mc. Y es la primera que aparece en este Evangelio, después de haber hablado en los tres capítulos anteriores, de la predicación de Jesús y señalado con claridad dos aspectos:

1º.- Nos habla de la fuerza con que Jesús anuncia la parábola de Dios: (Mc. 1, 22, 27, 28, 38; 2, 2 y 13). Con mucha habilidad, Mc. Describe y subraya, cómo Jesús predicaba con autoridad; la gente extrañada, se asombraba de su doctrina, por ej.: 1, 22 “porque les enseñaba como quien tiene autoridad”.

2º.- Al mismo tiempo, empieza a hablar de la oposición que va encontrando el mensaje de Jesús. Encuentra la resistencia de los fariseos y escribas. Según va creciendo la fama de Jesús, crece también la oposición y la resistencia a su mensaje. Y es en este contexto de obstáculos, cuando dice Jesús “Escuchad”; “el que tenga oídos para oír, que oiga”. Todo esto nos permite ver el sentido de la parábola, que es el siguiente:

De la misma manera, diría Jesús que a pesar de los obstáculos, fracasos y resultados infructuosos, sin embargo, la siembra termina por dar una cosecha abundante, de la misma manera, la predicación del Reino, iniciado por El, llegará esa siembra a hace irrumpir el Reino de Dios, a pesar de las resistencias y resultados infructuosos que va obteniendo en los escribas y fariseos. Es decir, que Jesús expresa en esta parábola, como en otras, su confianza total en la eficacia de la palabra de Dios que El anuncia.

Con este anuncio se pone en marcha el Reino de Dios y no habrá obstáculos ni resistencias que puedan impedir una cosecha final. El Reino de Dios encontrará obstáculos en muchos será infructuosos, se perderá la siembra del Evangelio, pero terminará siendo un éxito.

Por eso la parábola es una invitación de Jesús a la fe, a pesar de todo.

La parábola hay que entenderla en sentido escatológico. No indica simplemente que un día el Reino de Dios se extenderá sobre la tierra en cuanto fuerza, prestigio, etc. de la Iglesia. Ni ésta ni las que vayamos viendo hablan de la Iglesia, sino del éxito del Evangelio.


LA INTERPRETACION DE LA PARABOLA EN LA COMUNIDAD PRIMITIVA.-

Ya hemos dicho que esta parábola, en los tres evangelistas, tiene una explicación posterior. Se dice que Jesús, después se quedó a solas y los doce le preguntaron sobre el significado de la parábola; y Jesús, según los evangelistas, da una breve explicación de ella, que aparece con pequeñas diferencias. Según la redacción de Mc. Que quizá sea la más primitiva. (Mc. 4, 13-20)

Hay muchas razones para decir con toda seguridad que la interpretación de esta parábola no es originaria de Jesús, y hay que atribuirla a la comunidad.

a) En esta explicación se habla de la palabra; en el vers. 14 el sembrador siembra la palabra, y todo el tiempo se habla de ella. Pero este término ”logos” “la palabra” jamás aparece en boca de Jesús en todo el Evangelio. Sin embargo, si hablan los Hechos de los Apóstoles y las demás cartas de la comunidad primitiva, para la que era un término con el que designaban el Evangelio. Esta es una razón de bastante peso.

b) En Mc. 4, 13-20 se encuentran muchos vocablos que no aparecen, o muy raramente, en los Evangelios, en boca de Jesús. Por el contrario, son familiares y frecuentes en el resto del Nuevo Testamento.

c) También se puede observar en esta explicación, expresiones, giros que parecen muy retorcidos, muy complicados, sobre todo cuando se conoce un poco el lenguaje de Jesús, que es muy claro y muy sencillo, por ejemplo los vers. 15 y 16. Dice el 15: “Los que están a lo largo del camino, son aquellos que oyen” -fijémonos que no hay allí personas, no hay nadie junto al camino-; podía haber dicho: la semilla que cae junto al camino es esto y esto… etc..

También es muy complicado decir: “Los que están a lo largo del camino donde se siembra la palabra, son aquellos que, cuando la oyen, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos”. Esto no va muy bien con la parábola. Lo mismo en cuanto al vers. 16 “los sembrados en el pedregal son los que al oír la palabra, etc., etc. -y allí no se ha sembrado a nadie…- Este no es el estilo de hablar de Jesús.

d) Se observa que la parábola hace una aplicación que, en tiempo de Jesús, quizá no tiene demasiado sentido. Por ej., se ve en el vers. 17, que la explicación responde muy bien a los problemas que tenía la comunidad cristiana primitiva, pero no a la problemática del tiempo de Jesús. “Los que han recibido la palabra, no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes, y en cuanto se presenta una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumben enseguida”. Todavía en tiempo de Jesús, no había empezado ninguna persecución por causa del Evangelio. Jesús lleva unos meses predicando, todo lo más. Eso responde muy bien al ambiente, a los problemas de la comunidad primitiva, años más tarde, pero no al momento en que habla Jesús.

El vers. 18 lo mismo: “Otros, sembrados entre abrojos, son los que oyen la palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias…” Los discípulos que están escuchando esta explicación de riquezas, etc. tienen muy poco, son pobres hombres que están ahí. Pero de hecho, esta explicación sí que tienen sentido en la comunidad primitiva, la cual, después de escuchar el Evangelio, puede seguir preocupada por las riquezas, etc., etc., pero no cuadra en la vida del mismo Jesús.

e) Hay otra razón muy importante; y es que, cuando se ha descubierto el Evangelio apócrifo de Tomás que es un Evangelista de mucho valor, no como los demás apócrifos, sino un Evangelio en el que ha quedado realmente parte original del mensaje de Jesús, se puede observar que en él aparece la parábola con pequeñas diferencias a la de Mc. Y no tiene ninguna explicación. Este es un dato más junto a los otros, para hacernos sospechar que la explicación de la parábola no se remonta al mismo Jesús, sino una catequesis de la comunidad primitiva basada en la parábola.

f) Se observa también que la explicación de la parábola es totalmente alegórica, es decir, que no se da un sentido a cada elemento, cosa que nunca hace Jesús. Jesús narra la parábola y saca una lección importante, pero única. Así tenemos ya muchas razones que llevan a pensar a los críticos, que esa explicación no es original de Jesús; haciendo un estudio sobre el lenguaje griego, etc., se encontrarían muchos más.



¿QUE INTERPRETACION SE DA AHORA A LA PARABOLA?

Al principio se prestaba atención a la siembra que, en parte se pierde, pero la cantidad mayor alcanza una cosecha. En cambio, la atención está ahora centrada en la calidad de los terrenos para decirnos lo siguiente: “de la misma manera que la semilla encuentra terrenos distintos, y el resultado de la misma depende de la calidad del terreno, de la misma manera, la eficacia de la palabra evangélica depende de la disposición de cada uno que la escucha.

Según esta explicación que la comunidad hace de la parábola, la palabra está simbolizada en la semilla, y los distintos terrenos por distintos grupos de oyentes.

1er. grupo.- Se nos habla de ellos en el vers. 15, se trata de oyentes en los que la palabra de Dios queda sin fruto; no penetra en ellos; son hombres que permanecen indiferentes al mensaje evangélico, hombres insensibles que no dejan penetrar el Evangelio en sus vidas.

2º grupo.- (vers. 16 y 17). Son aquellos que escuchan y recogen la palabra con prontitud e incluso con alegría; -aquí podemos encontrarnos nosotros-. Se escucha la palabra con prontitud y alegría, pero no puede desarrollarse con fuerza, con vigor, porque son inconstantes. Son los que escucharían y vivirían el mensaje , pero si fuera fácil. El Evangelio los convence, se dejan seducir y penetrar en él, pero ante la dificultad, los obstáculos, las persecuciones, son inconstantes y “sucumben enseguida”.

3er. grupo.- (vers. 18 y 19). Estos hombres, acogen también la palabra de Dios que comienza a crecer y fructificar en ellos, pero queda ahogada y sin fruto final a causa de las persecuciones del mundo, la seducción de las riquezas y otras aspiraciones.

4º grupo.- (vers. 20). Se habla ya de hombres que acogen la palabra de Dios y la hacen fructificar. Resulta extraño el poco desarrollo que se le da a este 4º grupo, que es el más importante de la parábola, “los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la palabra de Dios, la acogen y dan fruto; el 30, el 60 y el 100 por 1.

Cuando Jesús habla de la cosecha: “La mies es mucha, etc.” habla del resultado final del Reino de Dios. Para Jesús, siempre es eso, la cosecha. En cambio, en esta explicación de la parábola, la cosecha es el resultado, la respuesta que la palabra de Dios encuentra en cada persona.

Aquí la parábola no es una invitación a la fe y a la confianza en la fuerza del Evangelio, que es la idea primera de Jesús, sino una catequesis sobre la disposición que debemos adoptar al escuchar la palabra de Dios, y hacerla fructificar.

En esta catequesis se nos pone en guardia a todos los que hemos abrazado el Evangelio para que evitemos todo lo que podría anular la eficacia de este mensaje recibido.

Es una exhortación a la comunidad de convertidos, a los cristianos, para que sepan acoger y sobre todo, hacer fructificar el Evangelio, a pesar de las persecuciones y tribulaciones que, probablemente han comenzado ya cuando se escribe esto.

Pero nos podemos preguntar: ¿Con qué tranquilidad la comunidad primitiva recoge la parábola para sacar unas enseñanzas que no coinciden con la de Jesús? Al interpretar así la parábola, la comunidad cristianas, ¿no ha roto con la enseñanza de Jesús? Es cierto que han dado una nueva interpretación a la parábola, pero con ello no han hecho mas que aplicar a otras circunstancias y a otros problemas, una enseñanza que aparece en otros lugares del Evangelio. Más concretamente:

Los primeros cristianos, al poner esta nueva explicación, están insistiendo en la idea de que “hay que escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica”, pero esta idea nueva no deja de ser de Jesús; no se encuentra esta parábola pero sí otras.

El sermón de la montaña termina así: “Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente, etc.. Y todo el que no las oiga y no las ponga en práctica etc..” (Mt. 7, 24-27.

En esta parábola Jesús sí insiste, como se ve, en que hay que escuchar su mensaje y ponerlo en práctica, que la comunidad aplica a la parábola del sembrador. No sacan un mensaje nuevo, sino que la extraen de otros lugares del Evangelio.

Otra idea que aparece en esta explicación es: la necesidad de superar las preocupaciones terrenas para buscar simplemente el Reino de Dios, para escuchar el Evangelio. Esta idea tampoco es de la comunidad sino que pertenece al mensaje de Jesús. (Mt. 24-34).

La necesidad de estar en guardia contra las riquezas es otra de las ideas que no pertenece tampoco a la comunidad primitiva, sino a Jesús; el superar la seducción de las riquezas, si queremos que el Evangelio, dé fruto en nosotros (conf. Mt. 6, 19-21).

Por fin la necesidad de superar y afrontar las persecuciones sin sucumbir, es también una idea de Jesús. “Llegará un momento en que os expulsarán de las sinagogas, etc. etc. y solo el que persevere hasta el final se salvará” (Mt. 10, 16-25)

Supuesto esto, ¿cuál puede ser la aplicación de esta parábola hoy?

1ª .- Según esta parábola, una comunidad cristiana, aun en medio de las dificultades de penetración que encuentra en el Evangelio hoy, debe sin embargo, vivir una fe total y profunda en la eficacia final del mensaje de Jesús; a pesar de los obstáculos, las resistencias, etc. Jesús personalmente nos invita a escuchar esto: “Su confianza, la fe total que tiene El en el éxito final de su mensaje”.

La parábola es, pues, una invitación a predicar, a anunciar la palabra de Dios sin desaliento, sin desánimo, incansablemente, a pesar de las oposiciones, obstáculos, fracasos y resultados infructuosos que podemos encontrar a lo largo de la vida.

La predicación de la palabra hay que hacerla siempre con todo de esperanza; desanimados, no convencidos, cansados, no podemos anunciar la Buena Nueva del Evangelio.

Por lo tanto, la parábola nos obliga a revisar hasta qué punto falta en nosotros una convicción, una fe en lo que estamos diciendo. Hasta qué punto hablamos del mensaje de Cristo, damos catequesis, clases de religión, testimonio y todas las formas de anunciar el Evangelio, hasta qué punto no lo hacemos simplemente y está siendo pura rutina, un anuncio indiferente, acomplejado, resignado, apagado, doctrinal, defensivo de la fe cristiana. Hasta qué punto creemos que con el mensaje cristiano se está ofreciendo a los hombres verdadera fuerza de salvación; y si seguimos incansablemente anunciando el Evangelio.

Después de todos los líos que nos traemos, dentro de 10 ó 20 años habrá que preguntarse, ¿quién ha aportado algo?

Los que hayan hecho mucho ruido, habrán aportado eso, ruido, pero no habrán construido el futuro.

Los que hayan amargado, aquellos que no hayan encontrado en el Evangelio ninguna Nueva Noticia, habrán envejecido.

Solamente habrán construido el futuro, sencillamente los que no hayan perdido la esperanza, los que no se hayan desanimado.

Nos quejamos de la falta de vocaciones, y a lo mejor hay que dar gracias a Dios de que no las haya, para lo que estamos viviendo. Tendía que haberlas para algo más grande, sí, pero ¿para vivir lo que vivimos?…

Esta invitación de Jesús al aliento, estaba en la actitud de los primeros cristianos que al predicar el Evangelio, creían en la fuerza final de este anuncio. (Conf. 1 Cor. 2, 7-9; Rom. 1, 16; 1 Cor. 1, 18).

La primera lección, pues, de esta parábola, la original, es una invitación también hoy, a anunciar de mil formas el Evangelio, pero con fe, con la esperanza de que eso no se perderá; una parte podrá perderse, pero la mayor de la siembra, terminará en cosecha final.

No pensemos en la cosecha que se va a dar aquí, porque aquí sólo se da la siembra; la cosecha es escatológica.

2ª.- Por otra parte, la parábola, tal como ha sido interpretada por la comunidad siguiendo el mensaje de Jesús, es también una llamada a acoger, con verdadera postura de generosidad, la palabra de Dios. Es una invitación a escuchar, recibir, a acoger profundamente en nosotros el Evangelio con todas las exigencias. Esto es interesante también en el momento actual.

En una Iglesia en la que ha destacado lo sacramental, entendiendo muchas veces los sacramentos de forma mágica, automática, impersonal, etc., al mismo tiempo que se ha desvalorizado o no se ha apreciado tanto la importancia de la palabra. Se ha hecho como que los sacramentos eran el único medio de encontrarse con Dios, y el Evangelio, la Palabra, la Escritura no han sido subrayadas ni tan valoradas.

Sin embargo, las primeras comunidades cristianas terminaron por llamarse “ecclesia” = asamblea de los llamados, de los que han escuchado la misma palabra. Y hasta tal punto eso es así que, en el Nuevo Testamento, sobre todo en los Hechos, en vez de decir “la Iglesia se extendía”, nos dice: “la palabra de Dios se extendía” (Hch. 12, 24). “La Palabra de Dios crecía y se multiplicaba”, pero quien crecía no era la palabra, sino las comunidades; es decir, que esa palabra era escuchada y penetrada cada vez más en la Iglesia romana. “La palabra de Dios se extendía por toda la región” (Hch. 13, 42).

La Iglesia es, pues, antes que nada, la comunidad de aquellos que escuchan de verdad el Evangelio.

El Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia, dice: “El Evangelio es el principio de vida para la Iglesia” (LG. Nº 56). Su principio de vida no es la obediencia, la jerarquía, sino el Evangelio. Concretando más:

Una comunidad cristiana es Iglesia, en la medida en que en ella se escucha de verdad el Evangelio y se permanece fiel a la palabra de Dios; no solo cuando vive en pisos así o asá, en un barrio o en otro, esto no tiene nada que ver.

Una comunidad degenera, pierde vida, en la medida en que no escucha esa Palabra de Dios, aunque se escuchen otras muchas palabras que hace años se decían o de hace poco. Una comunidad que se quiere hacer Iglesia, es una comunidad en la que existe la preocupación por escuchar, no la tradición, no las últimas modas, sino las exigencias del Evangelio. Eso es lo importante.

3ª.- Por otra parte, la interpretación de la palabra se presta a una aportación personal mucho más concreta. Como en la comunidad primitiva, la parábola se aplicó a distintas posturas, hoy también podríamos señalar las diferentes actitudes nuestras que están impidiendo que la Palabra de Dios sea acogida y de fruto en nosotros; qué posturas o cosas están obstaculizando la escucha sincera y práctica de la palabra de Dios.

Veíamos que en la parábola se habla de persecuciones. Hablaremos de dos aunque se podrían añadir más.

a). En la comunidad primitiva se insiste en que hay que ser fiel a la palabra de Dios, aun en medio de la tribulación y de la persecución. Es decir: hay que ser fiel al Evangelio, fiel a esa Palabra, aun cuando sea mal recibida por los hombres, aunque nos lleve a la persecución. O dicho de otra manera, aunque nos enfrente a nuestras amistades, a nuestra familia, a las autoridades civiles o religiosas y a nuestro pueblo. Lo primero que tiene que hacer un creyente es creer, escuchar y obedecer al Evangelio; no hay nada ni nadie antes que El.

Cada uno sabe concretamente, como escuchar la palabra de Dios, a veces es muy difícil; uno pierde fama, prestigio, se le mira mal, etc. y se le mira mal incluso en los ambientes en que mejor se debería conocer y practicar el Evangelio; pero es así.

b). En la parábola se habla también de cómo las diversas preocupaciones de la vida, y en concreto las riquezas, pueden ahogar y dejar sin fruto la palabra de Dios. Por consiguiente, la parábola es una invitación a que revisemos seriamente cuáles son las preocupaciones que hoy, en cada uno de nosotros, están impidiendo el que escuchemos y vivamos el mensaje del Evangelio. Cuando no escuchamos ni vivimos el Evangelio, queremos decir que nuestra preocupación está en otra parte; en preocupaciones previas: trabajo, clases, etc., pero pueden ser preocupaciones que, de hecho, nos están alejando de la escucha sincera y práctica de la palabra de Dios.

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