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domingo, 17 de julio de 2011

ORACIONES para la EUCARISTÍA: ORACIÓN HUMILDE / DECEPCIÓN, ¿Y QUÉ?


Publicado por Fe Adulta

ANÁFORA

Es del todo justo y obligado que te agradezcamos de corazón, Padre Dios,
el ser y la vida que nos has dado y toda la creación que nos acompaña.
Queremos, Señor,
que la acción de gracias esté continuamente en nuestros labios.
Pero sabemos que no eres Dios que se complazca con sacrificios y sufrimientos,
que lo único que quieres es que nos llevemos bien, como hermanos,
que nos respetemos y nos queramos y cuidemos unos de otros.
No podemos permitirnos por más tiempo que haya tanta hambre en el mundo,
que no es ningún misterio el mal que nos asola,
que no es culpa tuya sino sólo nuestra,
fruto directo de nuestra ambición, nuestros egoísmos y nuestra pasividad.
Pero gracias, Padre bueno, por darnos la oportunidad cada día
de intentar ser más humanos y tratar de vivir la fraternidad universal.
Agradecidos, cantamos en tu honor este himno de bendición.

Santo, santo…

Gracias, Padre, por darnos a Jesús,
no tenemos mejores palabras para agradecerte su paso por la historia.
Gracias, Padre, gracias. Jesús lo es todo para nosotros.
Jesús es nuestro guía, nos descubre la forma de andar por este mundo.
Sólo miraba el corazón de las personas
y nunca tuvo en cuenta su etiqueta social o religiosa.
Nos enseñó a diario que para él no había personas de mayor o menor categoría,
que todos somos iguales ante Dios y nadie puede ser excluido de la sociedad.
Nos ha insistido una y otra vez en que no podemos olvidarnos de esos hermanos
que primero hemos empobrecido y después hemos apartado y marginado.
Y al final de su vida, plasmó su idea en un signo
invitándonos a celebrar una comida de hermandad,
donde todos comiéramos un mismo pan y bebiéramos de una misma copa.

Epíclesis y fracción del pan

Recordando toda la vida de Jesús, cómo soportó con entereza la muerte en cruz
y cómo lo acogiste finalmente en tus brazos como hijo,
te pedimos, Padre santo, que nos envíes tu espíritu
para que los que formamos esta sencilla comunidad aquí reunida
sepamos poner nuestro grano de arena en la construcción de tu Reino.
Contando con tu fuerza, nos proponemos seguir los pasos de Jesús
y colaborar en la medida que nos sea posible
en la inmensa tarea de hacer este mundo mas humano y más justo.
Destierra de nuestra vida, Padre Dios, la soberbia, la envidia, la ira y toda maldad,
y ayúdanos a ser buenos y comprensivos con todos.
Nadie, en nuestra comunidad, ha de sentirse marginado o de inferior categoría.
Queremos que sean felices los que nos rodean
y también los que están lejos de nosotros pero nos necesitan.
Siguiendo ahora el modelo de oración que nos enseñó Jesús,
vamos a bendecir tu nombre, Dios santo y Padre nuestro,
y a desear que se haga realidad tu plan sobre este mundo,
te vamos a prometer nuestra mejor voluntad
para que de una vez por todas
el pan y el agua se repartan con equidad entre todos
y sepamos perdonarnos y convivir en paz.
Vamos a pedirte la fuerza de tu espíritu para luchar cada día
por hacer el bien y apartar el mal de nuestras vidas.
Confiamos en Ti, no nos dejes de tu mano, Padre Dios,
contamos contigo, hoy, mañana y siempre.
AMÉN

Rafael Calvo Beca

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PRINCIPIO


Aquí nos tienes Padre, alrededor de tu mesa;
somos tus hijos pecadores, avergonzados de nuestra mediocridad.
Venimos porque nos invitas con la Palabra y el Pan,
venimos confusos y agradecidos.
Gracias Padre, porque siempre nos perdonas y nos invitas.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.


OFRENDA

Jesús fue enteramente pan y vino para todos.
Nosotros queremos ser como él.
Por eso ponemos en tu mesa nuestro pan y este vino,
nuestra vida entera; que sea una entrega plena a tu reino.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.


DESPEDIDA

Gracias por la eucaristía, Padre,
que nos recuerda quiénes somos y quién eres tú.
Gracias porque nos quieres como somos.
Gracias porque sigues contando con nosotros.
Gracias, Padre, por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.


José Enrique Galarreta

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DECEPCIÓN, ¿Y QUÉ?


Confieso que me decepciona
el rumbo de la Iglesia,
sus hieráticos dirigentes
y sus mensajes sin entraña evangélica;
y el proyecto de comunidad
que durante años me ilusionó
con grávida esperanza;
y la política y los partidos
que gobiernan u opositan;
y hasta quienes trabajan en servicios sociales
y reclaman prestancia y buena paga;
y, como si fuese un torrente,
me decepciona la vida que me lleva
y las palabras sin carne
que lanzamos al viento como siembra.

Todo ello me decepciona,
y muchas cosas más.
Pero disfruto y cultivo
el amor de pareja,
el amor de los hijos y de la familia
y el de muchos amigos de travesía.

Y tras la decepción, ¿qué?
¿Arrancar la cizaña?
¿Cambiar de levadura y masa?
¿Sembrar semilla más llamativa?
¿Tirar la toalla?
¿Bajarse de la barca?
¿Quedarse en la orilla?
¿Hacer caso a los cantos de sirena?
¿Desgranar agravios y penas?
¿Sentirse mártir de la causa?
¿Buscar responsables de las fechorías?
¿Aceptar que es ley de vida?
¿Renunciar a la utopía?
¿Cantar baladas de recogida?

¡Pues, no! Tras la decepción…
¡la indignación!
Más esperanza y utopía;
más riesgo y osadía;
más entrega y carne viva;
más comprensión y buena noticia;
más fe y justicia;
más fortaleza, ternura y vida;
más sacrificio y alegría…
aunque sea preciso
ocupar la calle
y pasar noches en vela,
o pegarse un chapuzón,
o volver a la alfarería,
o arreglar la barca,
o ajustar la dirección,
o cambiar de piel,
y hasta la imagen del Dios que nos guía.

¡Mi Dios amigo
y Señor de tanta travesía!

Florentino Ulibarri

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