XX DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, “A”. Por toda la humanidad

Por Angel Moreno

Es el momento en que por razón del turismo, de las vacaciones, de los movimientos migratorios, nos encontramos con personas procedentes de diversos países, razas, credos, culturas. La Palabra que se proclama este domingo ilumina a la hora de tratar con quienes por una razón o por otra nos parecen distintos, extraños, extranjeros.

Las lecturas de hoy coinciden en la referencia a las personas diferentes. En el Evangelio, se narra cómo Jesús acogió la súplica de la mujer cananea: “En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: -Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. El profeta se dirige “a los extranjeros que se han dado al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores”. San Pablo estimula a los gentiles para que sirvan de emulación a los de su raza. Y el salmista invita a un cántico universal: “Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”.

La salvación anunciada por Jesús tiene por destinatarios a todos los hombres. Él va a enviar a sus discípulos para que anuncien el Evangelio a todas las naciones. El Redentor se ha ofrecido a su Padre, en favor de todos sus hermanos, de la humanidad entera. Todos somos destinatarios del Evangelio. Todos los cristianos deberemos ser misioneros de la Buena Noticia. No es posible refugiarse en guetos reduccionistas o puritanos. La catolicidad es propiedad de la Iglesia.

Este mismo mes de agosto seremos testigos en Madrid de la diversidad de jóvenes, procedentes de doscientos países, que confiesan su fe en Jesucristo. La Jornada Mundial de la Juventud será una parábola de la universalidad, de que la fe no tiene fronteras, y de que todos están llamados a gustar la salvación del Señor.

Un canto de alabanza surge del corazón agradecido, porque Dios no ha mirado la diferencia, ni nos ha tratado según nuestros orígenes terrenos. Todo ser humano es sagrado y está invitado a gozar de la verdad más sobrecogedora: que Dios se ha hecho hombre para que la humanidad se divinice.

Deberemos estar muy atentos los que tenemos una tradición cristiana de siglos, no sea que nos pase como a los judíos en tiempos de San Pablo, que mientras los gentiles abrazaban la fe, los de su raza se quedaban anclados en sus seguridades.

Jesús propone como ejemplo la fe de la Cananea: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija”. Y también es modelo la súplica que ella gritaba, desde la angustia por su hija enferma.

Cantemos o gritemos, pero en todo caso, vivamos como creyentes que reconocen a Jesucristo, Salvador de todos los hombres, que ha venido al mundo, no para condenarlo, sino para salvarlo. “El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros: conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.”