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sábado, 3 de septiembre de 2011

CORREGIR NO ESTÁ DE MODA: XXIII Domingo del T.O. (Mt 18,15-20) - Ciclo A



“Si tu hermano te ofende …”. Así empieza el evangelio de hoy. ¿Cuál es nuestra respuesta?. ¿no hablarle más?. Romper las relaciones con él? ¿Abofetearle?. ¿Cobrársela en la primera ocasión?. ¿Perdonarle?. ¿Tratar de hablar, de entenderse, de recuperar la confianza?. Estas y otras reacciones podríamos señalar ante alguien que ofende.

El evangelista Mateo recoge en el evangelio las preocupaciones de las primeras comunidades cristianas respecto a salvar o fortalecer la unidad y la convivencia. Recientemente ha saltado a la fama la expresión “indignados”. Muchos se sienten “indignados”. Una mirada a nuestro alrededor nos muestra que hay mucha gente que se siente ofendida: en deportes, en política, en economía, en lo laboral, en las relaciones diarias. Esto se debe a que existe la impotencia, la corrupción, los fallos o quizá la mala voluntad. ¿Qué actitud nos recomienda Jesús en el evangelio?. Nos aconseja claridad, dar la cara, hablar con el interesado sobre aquello que ha motivado la ruptura o el malestar. Y en segundo lugar, discreción. Nada de propagar o de contar a derecha y a izquierda tales incidentes. Aquí entra en juego la corrección. Si el culpable rechaza todo intento de entrar en razón, entonces habrá que recurrir a otras instancias. Pero el primer paso, el primer intento queda claro: buscar el diálogo entre el ofensor y el ofendido.

Este no es un capítulo menor en la vida de las personas, de las familias y de los pueblos. Hay mucha gente que con razón o sin ella se siente ofendida o, si se prefiere, podemos utilizar el adjetivo “indignada”. Y este ambiente de crispación no es el más apropiado para construir.

Es curioso comprobar que son muchos los ofendidos y pocos los ofensores. De aquí esas tensiones que observamos en todos los niveles: en Libia, en Palestina-Israel, en la liga de fútbol, entre los defensores y los detractores de la reforma constitucional, entre sindicatos y empresarios, dentro de la Iglesia entre los llamados conservadores y progresistas. Tensiones que se multiplican si entramos en las familias y en el interior de las personas.

Aquí viene la corrección, que es difícil practicarla porque rechazamos el que se nos corrija. Somos hipersensibles en este punto y por eso es complicado el corregir. Por parte del corrector porque ordinariamente renunciará a esa tarea apoyándose en “es su problema” y, por parte del corregido porque comentará: “que se ocupe de lo suyo”.y que a él “no le da lecciones nadie”. Para que la corrección funcione se exige tacto, sencillez, sentido común (ni excesivamente permisivos, ni excesivamente rigurosos), capacidad de escucha y una cierta dosis de amor. Corregir equivale con frecuencia a decir la verdad y la verdad suele escocer. Desde la agresividad y desde la envidia se consigue más bien poco. La corrección es una pieza fundamental en al vida de las personas y de las instituciones.. Indignarse puede ser el primer paso, pero solo con la indignación no se arreglan los problemas. Tras el indignarse viene el comprometerse y el poner los medios necesarios. La prensa y otras plataformas suelen criticar y denunciar duramente normas y decisiones que “ofenden”, que irritan, pero tales denuncias solas no suelen alcanzar los efectos deseados.

Tres apuntes finales: Jesús alaba la oración en grupo, en plural. Le cae mejor, la prefiere a la individual.

En segundo lugar: “lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”. Sería largo explicar por qué ha caído en picado el sacramento del perdón o la confesión individual. Ahora se practica casi solo la llamada celebración comunitaria de la penitencia. No obstante, la confesión individual sigue siendo buena, conveniente y ayuda a crecer cristiana y humanamente.

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