Publicado por Animación recursiva
Mis manos cansadas parecen caer en un profundo sopor, como pidiendo descanso indefinido, plantándose en un punto de no retorno donde me dicen que no tienen más fuerzas, no pueden más.
Mis piernas duelen apedreadas por mil manos que arrojadizas me lanzaron piedras de malas intenciones, zancadilleando mi marcha, martilleando mis intenciones, frenando mi ímpetu.
Mi mente trastabilla arrastrando con ella todo mi cuerpo, dando tumbos por la calle de la tentación, mirando pero con la mente limpia, las ideas claras, aún…
Amoratadas marcas surcan todo mi cuerpo, dejando patente los fuertes golpes que aguanto con estoica pose, parapetado en gruesas convicciones de duras certezas, inamovibles ideas que ensanchan mi mundo, soportan mis miserias, limpian mis vergüenzas.
Bombardeos diarios minan las fuerzas sacadas del más profundo abismo de verdad, llegadas de la más clara fuente de misericordia, entregadas del amor más puro, de la fuente única de verdad.
Molido a palos, arrodillado y mirando al suelo, no me atrevo a levantar mi voz, sólo mi mente alza una simple plegaria, con la tenue y débil esperanza que aún surge de mi corazón, esperando una respuesta sin prisa aunque con urgencia.
Y de esa débil muestra de confianza siento un pequeño soplo de vida, tan pequeño como me siento en estos momentos.
De la más absoluta oscuridad, surge un débil haz de luz en mi interior. Ese soplo pronto me inunda de nueva fuerza, ese débil haz de luz rápidamente me ciega trascendiendo mi propio cuerpo.
Desaparece el dolor paulatinamente, mis marcas se diluyen como lavadas en agua eterna, cargadas en llagas de intensa vida.
Mis manos recobran movilidad, renovadas fuerzas que parecen preparadas para asir el mundo, listas para volver a construir tu obra, reforzadas con el soplo de vida que sólo tu voluntad puede otorgar.
Mi mente se libera del peso de la tortura diaria, del bombardeo incesante, se aligera la carga, retoma el control.
Y en medio de la plegaria sólo una palabra surge ahora de mi boca, convirtiéndose en una acción de gracias.
Mis piernas duelen apedreadas por mil manos que arrojadizas me lanzaron piedras de malas intenciones, zancadilleando mi marcha, martilleando mis intenciones, frenando mi ímpetu.
Mi mente trastabilla arrastrando con ella todo mi cuerpo, dando tumbos por la calle de la tentación, mirando pero con la mente limpia, las ideas claras, aún…
Amoratadas marcas surcan todo mi cuerpo, dejando patente los fuertes golpes que aguanto con estoica pose, parapetado en gruesas convicciones de duras certezas, inamovibles ideas que ensanchan mi mundo, soportan mis miserias, limpian mis vergüenzas.
Bombardeos diarios minan las fuerzas sacadas del más profundo abismo de verdad, llegadas de la más clara fuente de misericordia, entregadas del amor más puro, de la fuente única de verdad.
Molido a palos, arrodillado y mirando al suelo, no me atrevo a levantar mi voz, sólo mi mente alza una simple plegaria, con la tenue y débil esperanza que aún surge de mi corazón, esperando una respuesta sin prisa aunque con urgencia.
Y de esa débil muestra de confianza siento un pequeño soplo de vida, tan pequeño como me siento en estos momentos.
De la más absoluta oscuridad, surge un débil haz de luz en mi interior. Ese soplo pronto me inunda de nueva fuerza, ese débil haz de luz rápidamente me ciega trascendiendo mi propio cuerpo.
Desaparece el dolor paulatinamente, mis marcas se diluyen como lavadas en agua eterna, cargadas en llagas de intensa vida.
Mis manos recobran movilidad, renovadas fuerzas que parecen preparadas para asir el mundo, listas para volver a construir tu obra, reforzadas con el soplo de vida que sólo tu voluntad puede otorgar.
Mi mente se libera del peso de la tortura diaria, del bombardeo incesante, se aligera la carga, retoma el control.
Y en medio de la plegaria sólo una palabra surge ahora de mi boca, convirtiéndose en una acción de gracias.
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