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sábado, 8 de octubre de 2011

Dom 9 10 08. Gran banquete: Invitación gratuita, riego de Iglesia


Publicado por El Blog de X.Pikaza

Domingo 28 tiempo ordinario. Ciclo A. Is 25, 6-10 y Mt 22, 1-14. Las dos lecturas básicas de este día nos sitúan ante el banquete final, que es meta y gracia de la vida, según la tradición bíblica. Jesús ha retomado ese motivo, contando una parábola fuerte, de gracia y castigo, que el evangelio (la iglesia) de Mateo ha reinterpretado en forma amenazadora. Estos son los temas

(a) Antiguo Testamento: Is 25, 6-10 habla de la fiesta de Dios en el Monte Sión, un banquete de abundancia, abierto a todas las naciones, para siempre (superando el velo de la muerte). Así culmina la experiencia y la esperanza israelita: La Vida nos lleva al banquete de Dios (al Dios que es banquete), es comida y comunión, es gozo eterno, vencida la muerte.

(b) Parábola de Jesús: Mt 22, 1-14 cuenta la historia de un Rey que ofrece un banquete con ocasión de las bodas de su Hijo, convidando primero a los invitados oficiales; pero luego, al ver que éstos le rechazan, invita a todos los pobres y perdidos de los campos y caminos; en ese contexto ha añadido el mismo Mateo algunas advertencias amenazadoras contra aquellos nuevos invitados que no tienen (no mantienen) el trabajo de bodas.

Estos dos pasajes, unidos por la liturgia y la vida de la Iglesia, han de entenderse en tres niveles, que son (pueden ser) complementarios:

a. Antiguo Testamento, puro don, la gran promesa. Isaías proclama la esperanza de un banquete universal, dirigido no sólo a Israel sino a todas las naciones, pero sin especificar sus riesgos ni precisar sus mediaciones.

b. Parábola de Jesús, don y primera amenaza: Mt 22, 1-11 Jesús ha contado la parábola de su vida: Él ha venido a llamar a los “justos” (los buenos judíos, los invitados). Pero los invitados no han respondido y por eso llama a los de fuera (a los perdidos de los caminos, a los gentiles). En ese contexto evoca la parábola el riesgo de aquellos que no aceptan el banquete y pueden caer bajo la cólera del Gran Rey. Éste es el “riesgo judío”.

c. Aplicación de Mateo, segunda amenaza: Mt 22, 12-14. Parece que el mismo Mateo (o su Iglesia) ha vuelto a contar la parábola, hablando del riesgo de aquellos cristianos que han sido invitados, que están ya en la sala del banquete, pero no mantienen el traje de bodas.

Entendidos así, estos textos (y en especial el evangelio) son muy hermosos, pues hablan del Dios que invita a todos a la fiesta de la vida, llamando por Jesús a los pobres y expulsados de todos los banquetes de la tierra (los que vagan perdidos por los cruces de caminos…). Pero el evangelio, tal como lo cuenta Mateo, es, al mismo tiempo, un texto durísimo, por dos de sus rasgos.

(1) El rey monta en cólera y manda matar a los que han rechazado su mensaje (a los que han matado a sus enviados), llamando en su lugar a los perdidos de todos los caminos. Este rey es sin duda un “rey de talión”, en la línea del peor judaísmo.

(2) El rey expulsa después a algunos que primero ha llamado (a los perdidos de los caminos) porque no tienen un “traje de bodas”. ¿Por qué no lo tienen ahora, en el banquete? ¿No se lo han dado al entrar en la sala del convite? ¿Lo han rechazado ellos mismos? Es, sin duda, un texto parabólico, un texto para pensar.

TEXTO 1. ISAÍAS 25,6-10

Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. -Lo ha dicho el Señor-. Aquel día se dirá: "Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte."

El tema del gran banquete final (reconciliación, abundancia, paz sin fin) está en el centro del mensaje de los profetas israelitas. La vida de los hombres (en especial de los israelitas) es un camino que lleva a la fiesta sin fin de la comida, de la vida.

Empecemos recordando las palabras de Zacarías: «¡Qué espléndido será, qué hermoso! El trigo hará florecer a los jóvenes, el mosto a las doncellas (Zac 9, 17). En esa línea avanza el llamado «Apocalipsis de Isaías» (del siglo III-II a. C.), nuestro texto:

«El Señor de los Ejércitos (Yahvé Sebaot) prepara en este Monte (=Sión), para todos los pueblos, un banquete de manjares suculentos… Aniquilará a la Muerte para siempre» (Is 25, 6-7).

Este banquete final se sitúa sobre el Monte Sión, que Is 2, 1-5 presentaba como foco de reconciliación universal (¡de las espadas forjarán arados!), entendida ahora como lugar banquete y victoria sobre la muerte. En esa línea avanza el libro de Parábolas de Henoc (1 Hen 37-71), escrito al parecer en tiempos de Jesús, que habla de un banquete del Hijo del Hombre, entendido como salvador escatológico:

«Los justos y elegidos serán salvos ese día, no verán ya a los perversos... Dios habitará con ellos; morarán y comerán con este Hijo del hombre, se acostarán y se levantarán por los siglos» (1 Hen 62, 7-14).

Según ese pasaje, la salvación supone morar y comer con el Hijo del hombre. Pues bien, siguiendo en esa línea, los últimos libros de la apocalíptica judía (Ap. de Baruc, 4º Esdras), escritos a finales del I d. C., siguen destacando el tema de la abundancia final, en forma de comida:

«La tierra producirá sus frutos: mil por uno. Cada viña tendrá mil sarmientos, cada sarmiento mil racimos, cada racimo mil uvas y cada uva dará una medida de vino. Y se alegrarán los hambrientos y serán espectadores de prodigios: los vientos que provienen de mi faz (de Dios) esparcirán cada mañana perfumes aromáticos y traerán cada tarde nubes cargadas de rocío. Entonces lloverá de nuevo el maná, que yo había reservado y lo comerán aquellos años, pues habrá llegado al fin de los tiempos» (ApBar 29, 5-8).

Así se alude a los tiempos buenos de la nueva tierra, definida básicamente por el vino mesiánico de abundancia y por el maná-pan de la gracia.

TEXTO 2 A, LA PARÁBOLA DE JESUS (Mt 22,1-10)

Introducción

El símbolo anterior del banquete, abierto a todas las naciones, en claves de reconciliación y plenitud humana, resulta importante en el menaje y vida de Jesús, como aparece en los textos de las multiplicaciones (Mc 6, 30-44 y 8, 1-10 par; Jn 6, 1-5), que la tradición cristiana ha presentado con rasgos pascuales y eclesiales, destacando la presencia orante (pascual) de Jesús allí donde sus fieles comparten en su nombre los panes y los peces. Pero es claro que en el fondo de ese símbolo late un fuerte recuerdo histórico, vinculado a las comidas de Jesús, que se sentaba con pecadores y excluidos, invitándoles al Reino.

Siguiendo a Jesús, la iglesia sabe que ese Banquete de Reino ha de ser universal, abierto a la muchedumbre, superando los sacrificios del templo de Jerusalén, y los convites rituales (puros) de los pequeños grupos de separados, como los fariseos (haburot) y esenios de Qumrán.

En esa línea, la Iglesia se define por la “comensalidad abierta”. Los seguidores de Jesús que no necesitan un templo donde sacrificar corderos para comerlos, ni casas especiales de doctrina (con escribas), ni lugares de manutención separada (alimentos puros, para hombres en estado de pureza), sino que ofrecen y comparten la comida normal (pan y pescado), a campo abierto, con mujeres y niños, como si se hubiera cumplido ya la promesa de Is 26, 6-8. En ese contexto se entiende la parábola de Jesús, contenida básicamente en la primera parte del texto de Mateo:

Parábola. Mt 22, 1-11


En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.

El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

Explicación

Ésta es la parábola original, que ha sido citada también básicamente por Lc 14, 16-23. El texto ha sido conservado e interpretado (al parecer) por el documento Q, pero contiene un mensaje original de Jesús, que puede y debe situarse en el contexto de su “misión final”, quizá tras el “fracaso” de su mensaje en Galilea, quizá en el entorno de su ascenso a Jerusalén. Los elementos básicos de esa parábola, que se sitúa y entiende bien en el contexto del mensaje de Jesús, son los siguientes:

a. Jesús ha venido a “invitar” los judíos (en especial a los galileos) al “banquete de Dios”. Él ha preparado ese banquete, ha comenzado a realizarlo entre los suyos (tema de las multiplicaciones).

b. Pero el conjunto de Israel (en especial los galileos, luego los jerosolimitanos) no han aceptado ese banquete de Dios. Han preferido quedarse en sus “negocios” (bien especificados por Lc 14, que recoge quizá una versión más antigua de la parábola). Jesús acepta ese rechazo como un misterio (en la línea de la tradición del rechazo de los profetas).

c. Jesús pide a los suyos que inviten a todos, buenos y malos, a los perdidos de los cruces de caminos, pobres, enfermos… En un primer momento, estos “nuevos invitados” son los israelitas “impuros”, los que no tienen dinero (no pueden dedicarse a sus bueyes y casas y viñas, ni casarse…). Jesús invita a todos, el banquete es gratis.

d. La iglesia posterior ha podido interpretar esta “segunda llamada” como una invitación a los “gentiles”, es decir, a los que no estaban preparados para el banquete de bodas…, a los que no habían pasado por la “escuela” de la ley judía.

e. En ese contexto es coherente la “amenaza final”, que puede provenir (parabólicamente) del mismo Jesús. Recordemos que estamos ante una parábola, con lenguaje figurado (simbólico), no ante un texto de teología. Es evidente que Jesús tiene que “amenazar” a los que no quieren el banquete, tiene que decirles que corren el riesgo de perderse a sí mismo. Esa palabra (el Rey manda matar a los que rechazan el banquete) forma parte de la misma dinámica de la parábola, que se cuenta con toda seriedad: ¡Quien rechaza el don de la vida, la gracia del amor, el banquete abierto a todos, corre el riesgo de perderse.

Ampliación ¿Intolerancia externa? ¡Puede Dios matar a los asesinos!

El texto resulta de una violencia brutal y despótica: ¿puede matar así a un rey a los que simplemente rechazan su invitación? Ciertamente, puede tratarse sólo de un rasgo parabólico, para hacernos pensar. Pero aún así es duro. ¿Se trata de un aviso para aquellos que quieren tener sólo su banquete, rechazando el banquete del Rey, que es para todos?

Quizá se pueda decir que los que "rechazan el banquete" no sólo rechazan al Rey, sino a los invitados pobres, condenándoles al hambre. Quizá se pueda añadir que no dejando que coman los pobres... ellos se están condenando a sí mismos. Éstos parecen ser aquellos que sólo quieren su banquete en exclusiva ¡que se mueran los pobres! Al condenar a los pobres se están condenando a sí mismos, caen en manos de su propio talión: los que no quieren banquete para los pobres, se condenan a sí mismos.

Esa interpretación no es clara. Pero, sea cual fuere el sentido del texto, se trata de un texto duro, en la línea de la denuncia profética. Son muchos los exegetas que afirman que este pasaje no puede venir de Jesús, sino sólo de una comunidad posterior, que se ha vuelto vengativa. Aquí han visto algunos la "condena de Dios" que mata los judíos, porque no han recibido a los profetas, porque han querido impedir el banquete de Jesús, el Hijo...

Pero esta aplicación es demasiado partidista, va en contra del texto, que se sitúa en un nivel parabólico durísimo, pero parabólico, abierto a todos, judíos y cristianos. Quizá éste Jesús de Mateo quiera mostrar la condena de aquellos que condenan al hambre y a la muerte a los otros… la condena de aquellos que rechazan la gracia de Dios, su banquete, encerrándose en sí mismo... Ésta es una condena para el amor, para que todos (unos y otros) se conviertan. Sólo mostrando el riesgo de condena de aquellos que rechazan a los otros (rechazan la gracia) puede hablarse de la gracia de la vida.

TEXTO 2 B. AÑADIDO DE Mt 12, 11-15. EL RIESGO DE LA IGLESIA

Éste es un texto claramente añadido por la Iglesia de Mateo o por el mismo Mateo evangelista, para indicar a los cristianos (que han sido ya recibidos en el banquete de Jesús, en la Eucaristía…), que no confían sin más, que no se gloríen pensando que ya están salvados, que mantengan el “traje de bodas”, es decir, la limpieza bautismal.

Este añadido nos sitúa ante el “riesgo de la iglesia”, es decir, de aquellos que piensan que por haber sido invitados ya está todo resuelto. La invitación cristiana es un don, es el regalo de la vida, es la gracia del banquete. Pero es un don que exige que estemos dispuestos a cambiar, para comportarnos como implica esa gracia del banquete universal, de la gracia que se abre (¡ya se ha abierto!) para todos.

Ser Iglesia (haber sido invitados al banquete) no es ya garantía de salvación, pues entre el trigo puede crecer la cizaña, pues los mismos hermanos pueden pervertirse… de manera que la invitación se vuelva motivo de mayor pecado.

Mt 12, 11-15 Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos."

Éste es también un texto muy duro (en la línea de aquel en que se mandaba matar a los enemigos y destruir su ciudad). En principio, no parece que pueda ser palabra de Jesús, que invita a todos, para que vengan con el traje que tengan, sin vestido especial, tal como están. Resulta más probable que sea un aviso para los cristianos, que han sido ya invitados al banquete… A ello se dirige este “añadido” (a los creyentes ya bautizados), a fin de que tengan cuidado, de que sean dignos, para que conserven la “gracia” de la vida.

Éste parece un gesto de aviso para aquellos que han entrado en el banquete y piensan que ya pueden hacer lo que ellos quieran, sin preocuparse de los demás, sin preocuparse de los más pobres... Es evidente que, entendido así, este gesto es un aviso para la fidelidad, un gesto que tiene que ir en la línea de toda la parábola.

Quizá tengamos que decir que éstos que no tienen "traje de boda"... son los que no dejan que los otros entren en la boda, son los que quieren el banquete sea en exclusiva para sí mismos. Éste parece el sentido del texto, pero aún así resulta duro. Será bueno pensar más en lo que significa:

a. Ese traje de bodas no puede entenderse en un sentido puramente sacral, como a veces se ha pensado (en línea de devoción intimista), pues eso no responde a la dinámica del evangelio de Mateo.

b. Ese traje de bodas tiene que significar un compromiso a favor de la comunión de los creyentes, conforme al motivo central del Sermón de la Montaña. Sea como fuere, es un signo de “aviso”. No basta con decir ¡Señor, Señor! No basta con pensar que ya estamos salvados. El banquete de Jesús ha de expresarse como invitación al gozo, pero también al compromiso de la comunión y del amor entre los creyentes

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